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Pedro Armendáriz
La discusión me gusta; debemos ser siempre propositivos
Publicada en la Revista no. 45 el 01 de febrero 1999
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Pedro Armendáriz es el actor mexicano que mayor nivel de internacionalización ha alcanzado en los últimos 15 años. Hijo del también afamado actor que selló con su extraordinaria fuerza de personalidad varias de las mejores películas de la época de oro del cine nacional, sigue sacando brillo al apellido Armendáriz en las pantallas de todo el mundo.
Pedro Armendáriz Jr. ha filmado más de 130 cintas. Ha participado en películas italianas, españolas, suecas, inglesas, francesas, norteamericana, mexicanas... Participó en el elenco de la película Amistad, bajo la dirección de Steven Spielberg.
Armendáriz está convencido de que en el set el actor debe tener opinión, que de ninguna manera tiene por qué aceptar todas las indicaciones del director. Considera que el actor puede opinar porque es quien más debe conocer al personaje que representa, razón suficiente para que su voz se escuche aunque eso pueda provocar discusiones encendidas con el director dentro del mismo foro.
Con el reconocido director Arturo Ripstein discutió tanto en el set que dejaron de hablarse por más de dos años.

José Antonio Fernández: ¿En qué momento te encuentras con la actuación?
Pedro Armendáriz:
Soy arquitecto de profesión. Trabajé con el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez en la construcción del Museo de Antropología. Cuando la obra concluyó me quedé desempleado. Era fin de sexenio y se dieron todas estas circunstancia de incertidumbre que muchos conocemos. Entonces Arturo Ripstein me invitó a participar en una película experimental que estaba por realizar. La hicimos y después nos animamos con la segunda. No eran profesionales. Luego de la segunda cinta los de Anda me llamaron para que trabajara con ellos en un largo profesional. Acepté y me seguí como actor desde entonces hasta acá.

J.A.F.: ¿Cómo se llamó esa primera película?
P.A.:
Nido de águila. En ese momento me di cuenta que no tenía que hacerme tarugo, que el cine era parte de mi vida desde siempre y que ese era mi lugar. La arquitectura me interesa y me gusta y me dio una formación sólida Comparo mucho la arquitectura con el cine. Tienen parecido. Primero hay que tener una idea, después ponerla en papel en un proyecto o un argumento, luego hay que buscar un buen financiamiento para poder construir o filmar, después hay que hacer la obra y darle un buen terminado, y al final hay que venderla y recuperar el dinero para volver a empezar. Detrás del cine y la arquitectura siempre trabaja un gran equipo.

J.A.F.: ¿Has participado para películas de varios países?
P.A.:
He estado en producciones de México, Estado Unidos, Europa y América Latina. El cine se ha globalizado. En las películas que se hacen hoy en el mundo trabaja gente de todos lados. Hace algunos años me tocó estar en Casablanca, Marruecos, filmando una película con Raúl Ruíz, el famoso director chileno. Una noche cenábamos dieciocho personas en una mesa. Nos dimos cuenta que todos éramos de diferente nacionalidad. Esto hace que el trabajo del cine sea dinámico, siempre diferente, simpático e interesante. La gente sabe que hacer cine es
divertido, y sí lo es. Por eso todo mundo quisiera realizar un largometraje.
Hacer una buena cinta es una difícil facilidad. Hay muchos directores de comerciales y videoclips que cuando intentan hacer cine no les va tan bien, porque meterse al drama de la cinematografía es otra cosa.

J.A.F.: ¿Al inicio de tu carrera te pesó o te ayudó ser hijo de Pedro Armendáriz?
P.A.:
Mi padre siempre hizo buenos amigos en México y en el extranjero, y eso me ha abierto puertas. Pero un actor no puede vivir ni desarrollarse por la fama de su padre. Eso te da una oportunidad, si no la ganas difícilmente te la volverán a dar.
Mis papeles en cine han sido totalmente diferentes a los de mi papá. Nunca he salido de charro ni de indígena. Ahora me gustaría que alguien me propusiera hacer esos personajes. Yo me desarrollé en otras caracterizaciones. Mi relación con el cine ha sido con Cazals, Hermosillo, Ripstein y Fons, que son los directores de mi generación.
Cuando fui a trabajar por primera vez como actor a Estados Unidos, en 1968, la oficina de migración me pidió una visa especial. Traté con una señorita que me dijo que debía mostrarle cartas de recomendación de la industria cinematográfica norteamericana en la que dijeran que yo era buen actor. Entonces pedí cartas a mucha gente de fama que eran amigos de mi papá y que yo conocía. Me fui con John Ford, John Houston, John Wayne y otros más. Cuando le mostré las cartas a esa señorita me dijo: oiga, si usted es amigo de todos estos ¿por qué no me los presenta? Y con todo y esas cartas no me dio el permiso. Lo conseguí después. En esa época el desempleo era alto en Hollywood.

J.A.F.: ¿Qué te llevó a ver desde los sesentas que el actor debe de abrirse a muchas posibilidades, igual trabajar en cine, en televisión y en cualquier parte del mundo?
P.A.:
Los sueldos se han reducido. Mi papá ganaba "cien veces" más que nosotros, al igual que María Félix, Marga López, Cantinflas...
Hoy en día quien quiere ganar dinero se mete a los comerciales.
Me comentaba hace unos días Luis Estrada que le había costado mucho trabajo organizar un buen equipo porque en el cine se gana poco. Un fotógrafo puede cobrar cien mil pesos por un largometraje que exige su presencia diaria durante 5 ó 6 semanas, mientras que en el mundo de los comerciales puede llevarse lo mismo en unos cuantos días. Mi papá llegó a ganar por una película hasta 100,000 dólares. En el México de hoy eso nadie te lo va a pagar. En la época de oro del cine la diferencia entre México y Estados Unidos no era tanta.
Aquí el cine no te paga, te cuesta. Por eso todo mundo hace telenovelas, porque de la televisión sí puedes vivir.

J.A.F.: Las telenovelas cada vez se hacen mejor.
P.A.:
Y creo que todavía podrían superarse. Tienen mucho éxito. El año pasado fui al Festival de San Sebastián y la gente me identificaba por el papel que hice en la telenovela Agujetas de color de rosa, que tuvo un extraordinario éxito en todo España.

J.A.F.: ¿Cómo seleccionas un papel?
P.A.:
A mí me gusta entrar desde el principio, desde que se gesta el proyecto. En México no se escriben guiones para actores, como sí sucede en Estados Unidos. Aquí se hacen guiones para cine y telenovelas y luego el productor busca a los actores de acuerdo al perfil de cada personaje.

J.A.F.: ¿El actor puede cambiar o influir en la historia?
P.A.:
En las telenovelas, no. El único que tiene la posibilidad de hacerlo es el director.
Pero en el cine sí puede cambiarse. Yo tengo la teoría de que si el actor es profesional, es él mismo quien debe llegar a conocer más al personaje que nadie. Entonces el actor puede sacarle mucho jugo a su papel. Los norteamericanos desarrollan mucho sus personajes, los estudian y los llenan de detalles. Los analizan y enriquecen de una manera increíble. Les dan vida para que hablen, caminen, vean, se vistan de una cierta manera y tengan gestos particulares.

J.A.F.: ¿Los actores mexicanos no desarrollan sus personajes?
P.A.:
Como los norteamericanos, no. En Estados Unidos los actores reciben el guión seis o siete
meses antes de la filmación. Aquí te lo dan hoy y puedes empezar a filmar en 20 días o un mes.
Al actor mexicano, y en general a todos los latinos, les da cierto miedo la pantalla, somos demasiado rígidos. En cambio ellos no temen moverse en escena y darle características especiales a sus personajes. Si creen que deben ponerse un ojo morado y otro verde, o un parche, se lo ponen. Ellos buscan la interpretación de un papel y por eso lo enriquecen lo más posible.
Creo que la diferencia es que nosotros estamos más preocupados por ser actores que por desarrollar nuestro personajes.

J.A.F.: ¿Cómo ves ahora el cine mexicano, luego de las discusiones de la ley?
P.A.:
El cine no se hará con leyes sino con talento. El cine hay que hacerlo con lo que tenemos. La ley creará un fondo económico para hacer películas, pero me aterroriza pensar que ese dinero que consiguieron se lo pueda llevar la burocracia. Yo preferiría que el gobierno diera estímulos fiscales para que los productores estuvieran en posibilidad de buscar financiamento por diferentes lados. El concentrar todo para que lo maneje una burocracia, no me gusta.

J.A.F.: Veo que hay muy pocos productores de cine. ¿Coincides?
P.A.:
Pocos productores y muy pocos guionistas.
El cine de Estado destruyó la figura del productor, porque los directores de Conacine y Conacite decidían quién era el gerente de producción de tal o cual película. El productor pasó a ser un administrador del dinero del Estado. Hay que recuperar la figura del productor.
Y también hay que crear guionistas. Yo leo 18 guiones al mes, y de esos sólo me encuentro con uno bueno. Los escritores que hacían guiones para cine, como Pacheco y Leñero, ya no les interesa. Se alejaron porque les pagaban poco y porque no respetaban sus historias.
Como no hay guionistas los directores están escribiendo sus historias. Eso no puede ser.

J.A.F.: ¿Cómo valoras el trabajo que hizo María Rojo en el 98, al impulsar la nueva ley de cine?
P.A.:
Admiro a María Rojo porque pudo sacar adelante la ley cuando nunca había pisado la Cámara y no conocía a estos diábolicos personajes que son los diputados y senadores profesionales. Mi temor, como ya te dije, es que la burocracia se lleve la tajada grande.

J.A.F.: ¿Cómo planeaban las películas en la época de oro?
P.A.:
En los años cuarentas llegaba el productor a mi casa a propornerle una película a mi papá. Luego iban con Marga López, Ismael Rodríguez o con otros famosos y firmaban un papel en el que se comprometían a hacer una cinta dos o tres años después. Con los tratos pactados avisaban a distribuidoras y exhibidoras, las que contestaban enviando un anticipo importante con el que rodaban la cinta.
Hoy las cosas son al revés. El productor, una vez que terminó su película, inicia el peregrinar para convencer a distribudioras y exhibidoras para que la metan en las salas. Ahí está el grave error. Es una locura. El cine de la época de oro estaba muy unido. Cuando se estatizó se desunió porque el Estado creyó que el cine era sólo producir, y no es así. Quedaron desunidos productores, distribuidores y exhibidores. Muchos alaban esa nacionalización del cine, a mí me pareció ridícula.
Hay que entender al cine como un proceso completo.
En Estados Unidos Spielberg no tiene ninguna bronca con distribuidores y exhibidores, al contrario. Ellos se sientan todos a la misma mesa. Aquí, en las discusiones del año pasado sobre la nueva ley, muchos productores censuraron las protestas de exhibidoras y distribuidoras, los intentaron poner como los malos de la película, cuando son parte clave en el proceso de la industria.

J.A.F.: ¿Cómo le va al cine mexicano en el extranjero?
P.A.:
No tenemos un sólo agente para que promueva las películas fuera de México. Todo mundo tiene representantes que se encargan de vender sus cintas. En el pasado Festival de Cine de Guadalajara platicamos con una señora holandesa y dos francesas que promueven cine en el mundo. Nos dijeron que el cine hablado en español representa en su conjunto, en todo el planeta, el 1.3%. Dentro de ese porcentaje está el cine mexicano. Pienso que si las telenovelas mexicanas se ven en más de 100 países, no hay razón que impida al cine mexicano llegar a todas esas naciones.
La fórmula, creo yo, es que Televisa, TV Azteca, Multivisión, exhibidoras y distribuidoras den dinero por adelantado a los productores para hacer los largometrajes, como era antes y como es hoy en Estados Unidos y Europa. Para eso hay que trabajar unidos, en equipo.

J.A.F.: ¿Qué esperas de un director?
P.A.:
Lo más importante es que nos pongamos de acuerdo en lo que vamos a hacer. El foro es como un cuadrilátero, yo me doy una peleadas tremendas con los directores. No creo en eso de que el director es el infalible.

J.A.F.: ¿Te has peleado en serio con directores?
P.A.:
En el foro sí, ya saliendo es otra cosa. Yo soy muy analítico de los personajes, conozco el cine muy bien, y cuando hay un punto en el que no coincido lo discuto. Trato de discutir las cosas antes de la filmación, pero siempre surge algo en el momento. Por ejemplo: yo siempre les digo a los directores mexicano que incurren en el error de poner primero la cámara y después quieren montar la escena, cuando hay que hacerlo justamente al revés. Los directores que ponen primero la cámara también iluminan previamente el set, y cuando te llaman para explicarte la escena te quieren obligar a que te sientes en una silla porque esa silla ya tiene puesta la luz. Cuando me sucede eso entro de inmediato en discusión y me niego a hacer la escena. Si montamos primero la escena yo puedo darle desarrollo al personaje, puedo pararme, sentarme y moverme de acuerdo a las características de mi personaje. El cine es vital y no soy un burócrata.

J.A.F.: ¿Qué hacen los directores cuando los enfrentas?
P.A.:
Los directores tienen que entender que las escenas las montamos todos, no son ellos sólos. Pero muchos no se dan cuentra por su egocentrismo. Si ellos primero hicieran un ensayo de la escena, todos estarían enterados de lo que se va a hacer y después la cámara puede quedar emplazada en el mejor lugar.

J.A.F.: ¿Quién trabaja así, con tu propuesta?
P.A.:
He convencido a algunos, como al perrito Luis Estrada.

J.A.F.: En las telenovelas se hace así?
P.A.:
La televisión es más moderna. Tienes tres cámaras y con gran facilidad cambian una escena.
Pero en cine hay actores y actrices que apoyan en todo a su director porque creen que están haciendo el cine de autor. María Rojo te va a decir que ella hace en el foro lo que le dice Jaime Humberto Hermosillo, sin discusión. Yo pienso que actores y directores somos trabajadores y creadores del cine y que todos debemos opinar.
He trabajado con los mejores directores del mundo y la discusión es lo que más les interesa. Ahora que hice dos escenas pequeñas en la película Amistad con Spielberg, me di cuenta que en una de las secuencias un mozo le servía a la Reina por el lado derecho. Le dije al asistente del director que era por el izquierdo, se lo comentó a Spielberg quien me preguntó que si estaba seguro de lo que decía. Le respondí que sí y repitieron la toma.
En México esa simple observación hubiera sido casi imposible de aceptar por un director. Ahora imagínate lo que pasa cuando te opones al manejo de una escena completa o de las características de un personaje.
Deben bajarle a su ego. Porque hay directores que les dicen cosas horrorosas a los actores. Eso no tiene sentido. A mí no me gusta que me traten mal. La discusión sí me gusta, pero es otra cosa. Por eso ya no he trabajado con Ripstein.

J.A.F.: ¿Cómo es Steven Spielberg en el set?
P.A.:
Es un hombre que está en todo y cuida hasta el más mínimo detalle. Filma con una gran rapidez. Te das cuenta que sabe lo que está haciendo. Se preocupa hasta por la comida de la gente. Es un hombre sereno, no grita. Se sienta a ver su monitor y le comenta a sus asistentes las indicaciones para que las tomas se hagan con todo cuidado. Sus sets son ordenados y silenciosos. La gente está en los suyo trabajando. Spielberg no se siente un dios en el foro.

J.A.F.: ¿Qué espera del Siglo XXI?
P.A.:
Me parece que México está pasando por un momento tan crítico, que nuestra sociedad es hoy de sobrevivencia y no de proposición. Se vive el día a día, no tenemos tiempo para pensar y para meterle un poco de filosofía a la vida. Y eso nos hace falta. Debemos discutir y ser siempre propositivos



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