Para complementar esta entrevista, le recomendamos
también consultar la entrevista publicada en la Revista Telemundo:
- Entrevista
con Víctor Trujillo, en la que cuenta porque decide irse a Televisa
Víctor Trujillo es uno de los comediantes mexicanos
más importantes de los noventas. Su estilo hace época. Sus personajes
han subido de tono el lenguaje de la televisión.
Polémico, para algunos pasado de vulgar, a creado personajes que hablan
directo y dicen netas que no se oían en la televisión. Parece
que le ha ganado la guerra a la solemnidad. Hoy visitan a Brozo grandes personalidades
para ser entrevistadas, como el líder del PAN, Carlos Castillo Peraza,
el del PRI Roberto Campa Ciprián y Muñoz Ledo, del PRD, entre
muchos otros.
Víctor Trujillo trae el oficio de actor dentro. Desde niño se
disfrazaba, hacía oratoria, locución e imitaba. A los 14 años
era locutor de radio en la XEB. Pisó el escenario por primera vez como
actor en un antro que se llamaba El Bar Mink. Estudiaba secundaria y en El Mink
trabajaba como imitador. Viajó a Alemania donde vivió un par de
años. Tenía el interés de ir porque estudió en le
Colegio Alemán desde kinder. Allá trabajó de todo: fue
mesero, cargador, albañil y, de vez en cuando, había que agarrar
la guitarra que "siempre te salva de cualquier problema".
Al regresar entra al teatro y a hacer doblaje. Fue la voz de Richard Chamberlain
y de Robert de Niro por más de un lustro. Tiempo después regresó
al cabaret. Estuvo en el grupo del Bar Guau (uno de los últimos lugares
del Sindicato de Actores Independientes) durante cinco años. La puesta
en escena en la que participó, dirigida por Julián Pastor, era
muy intencionada.
JOSE ANTONIO FERNANDEZ: Muy joven estuviste en el Bar
Mink y después vuelves a hacer cabaret al Bar Guau, que entiendo eran
dos bares muy diferentes, pero al fin bares. ¿Qué encontraste
en el centro nocturno que te atrajo? ¿Por qué buscaste estar ahí?
VICTOR TRUJILLO: No es un lugar fácil
porque el trabajo es muy directo. El escenario del bar es como una lupa que
siempre hace mucho más grande lo que eres o de lo que careces. Ahí
sale todo lo más ácido y lo más puntiagudo que puedes manejar
(sin hacer daño).
J.A.F.: ¿Cómo es eso de que sin hacer
daño? ¿Es pura diversión?
V.T.: Es manejar instrumentos peligrosos... juguetes
peligrosos. En el bar hay un altísimo riesgo y una gran diversión.
Se manejan temas difíciles, espinosos y cuestiones bajas de la condición
humana, pero todo planteado de una manera amable. El escenario de un bar es,
quizá, la manera más amable del infierno.
J.A.F.: ¿Sientes una atracción por eso?
V.T.: Me seduce porque puedes hablar de todo.
Sólo tienes que buscar la forma idónea para poner en escena lo
que quieres. Como actor no deseas que la gente se moleste contigo ni ser repulsivo
al público. La intención es tener un contacto emotivo con la gente.
Entonces tienes que preocuparte por tener un personaje, una forma de hablar
y una manera de plantear las cosas, para poder entregarle a la gente tu propuesta
y que sientan (desde que te ven salir al escenario) que no les vas a hacer daño.
J.A.F.: ¿El contacto es fuerte?
V.T.: Muy fuerte. Porque la gente desde que te
siente en el escenario sabe o intuye si llegas en mala o en buena onda, si estás
mal o te falta algo, o si andas torcido o agarras la actuación de terapia.
J.A.F.: ¿En el bar te acostumbraste a la no censura?
V.T.: Yo en la censura no creo. Creo que muchas
veces se dedica poco tiempo a plantear cómo decir las cosas, en dónde,
frente a quién y a pesar de quién.
Finalmente tú tienes que hacerte responsable de los mensajes que estás
mandando.
Creo que lo muy fácil es muy censurable, lo elaborado no. Aunque la forma
sea simple.
J.A.F.: Recuerdo que cuando entraste a lo que era Imevisión,
por este contacto que establece el productor Luis Vázquez contigo y con
Ausencio Cruz, lo hiciste en un programa vespertino que era Entienda y Trastienda,
en donde manejaban un humor suave y familiar. No existía este humor duro
que tienes ahora.
V.T.: Ese programa era un acercamiento al medio
de la televisión. Cuando conoces un medio tienes que conocer sus recursos
y su potencial. Hubiera sido irresponsable en ese momento tratar de hacer cosas
sin conocerlo. Creo que fue un comienzo light. Nosotros veníamos del
medio del juego y seguíamos jugando. No teníamos nada que perder.
J.A.F.: Tuve el privilegio de que la idea del programa
La Caravana surgiera en mi oficina. La idea es de Ausencio Cruz y fue enriquecida
por tí (y algunas otras personas como Alejandro Gamboa, quien lo dirigió,
y Arturo Fernández). Se trataba de llevar la tradición de la carpa
mexicana a la televisión. ¿Cómo es que de un proyecto de
rescate de la comedia surgieron personajes nuevos como Brozo y La Beba?
V.T.: Pienso que fue la persecución del
proyecto y La Caravana fue el lugar idóneo. Nos hizo mucho bien la pobreza
económica con la que en ese tiempo se trabajaba en Imevisión (hoy
TV Azteca), porque pudimos llevar los elementos de la revista de cabaret a la
tele pues son los menos costosos. Intentamos los monólogos y funcionó.
Con un sólo personaje y un set pintado cubríamos todo un bloque
de programa. Aprendimos algo muy importante: sólo puedes hacer esos monólogos
en televisión con personajes muy sólidos.
J.A.F.: ¿Quién tiene el crédito
de haber creado a Brozo y a la Beba Galván?
V.T.: Son míos. Yo soy un jugador profesional;
me gusta jugar. Lo que no me divierte no lo tengo. Donde no es divertido no
estoy. Y todo el tiempo estoy queriendo ver a qué juego. Brozo y La Beba
son juguetes muy bien hechos.
Cuando trabajaba en cabaret pensé que sería divertido sacar un
payaso como cierre del espectáculo. Un payaso que se presentara como
bueno, al que la gente se le echara encima. El payaso aguantaría todas
las mentadas al máximo, y cuando llegara el exceso total dispararía
a Brozo. Así lo hice. Cuando el payaso se convertía en Brozo les
ganaba a todos y el show duraba una hora más. Brozo trataba a los que
estaban ahí como babosos, incapaces e impotentes. Les daba de puntapiés
sin concesiones. Yo quería llevar a Brozo a la televisión, pero
tenía que pensar cómo.
J.A.F.: ¿Podía ser tan violento en televisión?
V.T.: Imposible. Era brutal. Por eso hasta la
fecha me gusta hacer temporadas de cabaret, porque puedo sacarlo a pasear. Le
hice algunas modificaciones, aunque no en su esencia.
J.A.F.: ¿Cómo manejas la censura en televisión?
V.T.: En televisión es diferente. En cabaret
tienes un auditorio de 300 personas mientras que en televisión pueden
ser 7 u 8 millones, o más. Creo que puedes decir exactamente lo mismo,
pero hay que buscar la forma apropiada para ese medio. No vas a poder decirlo
de la misma manera, pero dándole vueltas de tuerca podrás encontrar
una forma para que se entienda lo que quieres decir y la sensación que
quieres dejar. Tienes que planear el efecto: cómo empezar, dónde
hacer el nudo, como deshacerlo y cómo concluir. Lo importante de todo
esto es tener algo qué decir y ese qué decir debe analizarse en
serio, con periódicos, información y conocimiento de causa. Entonces
se puede hacer el sketch.
Si no hacemos todo esto es fácil que se vuelva vulnerable lo que queremos
presentar en escena y, por lo tanto, censurable.
J.A.F.: Algunos productores y actores de Televisa me
han comentado que a raíz de la fuerza que ha tomado tu humor, ellos tiene
que hacer comedia más atrevida, con más albur, porque la gente
ya no se conforma con el chiste simplón. Y no digo rosa, porque creo
que la comedia rosa es otra cosa. ¿Sientes que tu trabajo ha causado
una evolución en el humor de la televisión mexicana?
V.T.: No lo sé. Lo que sí sé,
es que el que pretenda divertir a la gente debe ser el primero en divertirse
con lo que hace. Y yo me divierto.
Lo que también sé es que en diferentes épocas de la historia
la cultura y la diversión han estado en las orillas del camino. De tal
forma que la gente sufre en medio del camino y va hacia los lados a que le cuenten
chistes, le digan albures y le diviertan. Es decir, se evade de la realidad
para divertirse. En cambio, a mí lo que me divierte es la realidad. Yo
no voy a las orillas, voy al centro del camino. De ahí prefiero sacar
mis contenidos. Del pago de impuestos, de las elecciones, del futbol, del amor,
de las infidelidades y de las fantasías. De todo eso hago mi trabajo.
La forma puede o no tener albures.
Acepto que en la comedia tiene que haber de todo, pero en estos tiempos casi
puede ser un crimen contarle al público puros chistes de gallegos, cuando
la gente tiene las tarjetas a tope, la casa hipotecada y los niños cambiándose
de escuela porque ya no alcanzó para pagar las colegiaturas.
J.A.F.: Encuentro un común denominador entre
Brozo y la Beba Galván: los dos son totalmente descarados. ¿Crees
que tiene éxito y la gente los recuerda porque dicen lo que los demás
no nos atrevemos a decir? Héctor Suárez me comentó que
cuando se presentaba en el Teatro Blanquita con un sketch en el que él
le mentaba la madre a un policía, el Teatro en pleno se divertía
más que nunca y la gente aprovechaba para gritar y chiflar cualquier
cantidad de mentadas de madre. ¿Sientes que lo mismo pasa con Brozo y
La Beba?
V.T.: Es el caso de Palillo. Finalmente ése
es el handicap de Brozo y La Beba. Como Brozo no tiene formación ni tiene
intereses, puede decir lo que se le pegue la gana: lo que quiera, cuando quiera
y como quiera. Generalmente los seres humanos nos reprimimos mucho simplemente
por razones de convivencia. Igual le quieres decir que no a un amigo, pero le
dices que sí porque no quieres ser mala onda. En cambio, Brozo dice todo:
que si fulana tiene las patas flacas, que si el otro es un idiota, que si tal
es un corrupto. Brozo no tiene compromisos y por eso mismo habla sin medida.
La Beba está cargada de todo el dinero, y por ese dinero también
puede hacer lo que se le pega la gana. Lo más importante de la Beba es
que el personaje es aceptado por las mujeres. La Beba no es un señor
vestido de señora, es La Beba. Eso hace que pueda comprar a los señores
que quiera, que pueda rentar el Hotel de la Ciudad de México. En fin,
La Beba no compra México porque es muy patriota.
J.A.F.: ¿Has tenido problemas con La Liga de
la Decencia y organizaciones por el estilo?
V.T.: Los he tenido. Pero luego de conocer lo
que piensan salgo más motivado para seguir haciendo lo que yo pienso.
Y me gusta porque tengo alguien a quien ganarle. Yo sería capaz de morirme
para que estas personas tuvieran el derecho a expresar lo que quieran, y yo
les pido lo mismo.
Yo sí lo haría, pero creo que ellos no.
J.A.F.: ¿Te molestan continuamente?
V.T.: Hay temporadas. Acaba de pasar una en la
que nos calificaron (como en la escuela) en la Cámara de Senadores.
Son épocas en las que esos grupos (de la decencia) atacan para que se
les escuche y consigan espacios para hacerse oír. Incluso alguna vez
Brozo, La Beba y Estetoscopio estuvieron demandados en la PGR, pero la demanda
no procedió porque se hizo contra personajes ficticios. Es como si hubieran
demandado al Pato Donald.
Yo acepto la crítica y soy siempre consciente que simplemente soy una
opción, nada más.
J.A.F.: Yo te reconozco el mérito de haber metido
el cabaret a la televisión. Creo que antes que tú se habían
transmitido programas de televisión fuertes, pero no el cabaret en televisión.
¿Aceptas ese mérito?
V.T.: No. Lo que sí puedo aceptar es que
inventé un personaje que en la televisión puede decir lo que se
le pega la gana, sin consecuencias, que
es Brozo.
J.A.F.: ¿Tienes un gusto por acercarte a la parte
obscura y sórdida de la sociedad?
V.T.: No es sórdida, es la sociedad. Brozo
no conoció a sus papás. Cuando su mamá estaba embarazada
la metieron a la cárcel. Cuando él nace, su mamá salió
de la cárcel pero Brozo no.
J.A.F.: Casi es la historia del Pinguino.
V.T.: Así es de aberrante su historia.
El pueblo mexicano hace chistes de la tragedia y de las suspicacias. Se renace
riendo.
J.A.F.: Hay quien comenta que tus personajes se mueven
por el albur y la grosería. Yo creo que se mueven por eso que llamamos
la neta, la verdad sin condiciones. ¿Lo crees así?
V.T.: ¿Has visto alguna vez a La Beba
contar chistes?
J.A.F.: ¿Cuenta historias?
V.T.: Los personajes no son chistosos. Brozo
nació con el pelo verde. Él no tiene otra opción. Aunque
ahora que hizo el PRAU (Partido Revolucionario Alburero), podría ser
gobernador del D.F. y no payaso.
J.A.F.: Te pregunto algo muy espinoso: Mario Moreno
inventó el personaje de Cantinflas. Considero que es el mejor personaje
de comedia de la historia en México y de los principales en la historia
de la comedia mundial. Pero muchos le critican lo que hizo con Cantinflas en
su última etapa porque lo prestó para hacer películas con
"mensaje" y Cantinflas se quedó sin el extraordinario encanto
de sus días de gloria, y se volvió un personaje controlado y manipulador.
El pueblo lo resintió y la taquilla de sus películas bajó
sensiblemente.
¿Crees que alguien pueda tentarte y convencerte para hacer de Brozo o
La Beba personajes que lleven mensajes "positivos" a la población?
V.T.: Brozo dando buenos consejos dejaría
de ser Brozo. Eso no puedo hacerlo porque sería faltarle al respeto a
mi trabajo. No es ético. Son grandes tentaciones que la vida te pone
enfrente, y hay gente que las puede vencer y otros que ceden, que se dejan tentar.
Pienso que Cantinflas es un símbolo mexicano en el mundo. Alguien muy
poderoso y carismático le ha de haber dicho: Don Mario, sería
extraordinario aprovechar la magia de su personaje para hacer conciencia en
el pueblo. Y seguramente se la creyó y lo hizo. El problema es que cuando
un comediante quiere hacer conciencia, lo que logra es aburrimiento. Palillo
lo pudo haber hecho, pero se murió siendo Palillo.
J.A.F.: ¿A tí te han tentado?
V.T.: Brozo nunca ha hecho comerciales, porque
lo único que podría anunciar serían condones. ¡Le
quedarían perfecto!
J.A.F.: ¿Encuentras algún común
denominador entre tus personajes y Los Simpson?
V.T.: Sí, que Los Simpson hablan de la
realidad de los gringos, y Brozo y La Beba de la realidad mexicana. Los rusos
tendrán los suyos.
J.A.F.: Aún cuando hoy se dicen muchas cosas
en la televisión mexicana, ¿pensarías que aún falta
mucho por hacer en nuestra televisión para que se abra, en particular
en la información política? Pregunto de otra forma: ¿crees
que hoy la televisión es el medio en dónde se dicen las cosas?
V.T.: No, no es el medio en donde se dicen las
cosas. Yo creo que falta decir todo. Aún nos falta cuestionar. Estamos
como atorados, somos un país adolescente, ¡nos están saliendo
granos! ¡Estamos llenos de barros!
Somos todavía muy solemnes para las cosas, nos tomamos muy en serio porque"somos
muy importantes". Esta actitud obstaculiza el sentido de ser ridículos,
vulnerables e iguales. Todos los grupos sociales son hipersensibles a lo que
se diga de ellos. Por eso a mí sí me pareció sano que los
barrenderos de Tabasco se fueran a encuerar a la Cámara. Fue divertido
que lo hicieran frente a todos los flemáticos y que dijeran que se encueraron
para que los diputados conozcan a los miembros de la clase trabajadora
Hay gente que se escandaliza porque esto suceda, cuando salta a la vista que
si esto pasa es porque algo debe andar mal.
En la televisión hay que hablar de la realidad.
J.A.F.: Cuando entraste a la televisión las presiones
eran más políticas que comerciales, ahora las circunstancias han
cambiado 180 grados. Hoy las presiones en televisión son más comerciales
que políticas. El que consigue el rating es el que sobrevive. ¿Ese
rating puede prostituir a tus personajes sólo por vender?
V.T.: Yo creo que el principio es hacer sólo
aquello que te deja dormir en paz, y cada quien tiene su tesitura.
J.A.F.: Brozo ha conseguido entrevistar a gente con
puestos importantes ¿Es una locura?
V.T.: Pienso que es vital. Si una gente cree
que es poco serio platicar con Brozo es porque debe considerarse muy importante
y muy serio. Creo que hay muchos funcionarios que jamás han tenido la
necesidad de pisar la tierra. La tierra donde pasan las cosas y que es donde
su decisiones terminan.
J.A.F.: ¿Invitarías a los candidatos a
gobernar el Distrito Federal?
V.T.: ¡Claro! Debatirían con Brozo.
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