Consulte también otras dos Entrevistas con Carmen
Aristegui.
En
una habla del nacimiento del Grupo Imagen y su estancia en Multivisión,
y en la
otra del rompimiento con Grupo Imagen.
Carmen Aristegui observa nuevos tiempos en las noticias
en México. Recuerda la primera vez que apareció en pantalla. Así
lo cuenta: "yo trabajaba en la mesa de redacción del programa Monitor
Financiero, que conducía Efrén Flores y que era transmitido por
IMEVISION. Entré porque Gabriel Escobedo, compañero de la universidad
que entonces era floor manager, me avisó que necesitaba asistentes para
un nuevo programa. Me contrataron de asistente y de corre ve y dile. Un día,
el programa estaba a punto de salir al aire y ni Efrén ni los otros conductores
que aparecían en él habían llegado a la estación.
Fernando Valdés, que era el productor, buscó solucionar el problema
con el primero que pasara y esa fui yo. Me dijo: necesito que conduzcas el programa.
Y a los cinco minutos, por primera vez en mi vida, estaba al aire dando información
financiera. Y ahí me seguí. Después Fernando Valdés
me dio chance y tuve una pequeña sección financiera. De ahí
fui evolucionando."
JOSE ANTONIO FERNANDEZ: En la televisión hay
líderes de la pantalla, personalidades que se manejan con estilos muy
bien definidos. ¿Cuando saliste en pantalla por primera vez pensaste
que tenías que planear un estilo?
CARMEN ARISTEGUI: No me senté un día
y dije: así le voy a hacer. Creo que en el camino vas armando el estilo.
Por supuesto que los que ya están en la pantalla tienen influencia sobre
el que va iniciando en esto. Lo que yo sí tenía claro, desde el
principio, es que mi interés particular eran las noticias. Eso sin duda
me ayudó a definirme.
En el programa Monitor Financiero cubrí las noticias financieras, lo
que me ayudó después a conducir un programa en Radio Educación
sobre cuestiones económicas. Aunque yo no quería quedarme en el
ámbito económico, deseaba también estar en las noticias
políticas. Fue en el noticiero matutino de Canal 13 a principios del
sexenio salinista cuando conseguí participar hablando de noticias económicas
y políticas. Es mi campo. Espectáculos, deportes y otros temas,
se salen de mi área.
J.A.F.: La mayoría de los conductores sólo
leen las noticias y no expresan su opinión.
C.A.: (Interrumpe, con buen humor) Afortunadamente.
J.A.F.: Tú si eres una conductora de opinión.
¿Es parte de tu proyecto como conductora? ¿Es tu estilo? ¿Es
lo que te define?
C.A.: Esto es un asunto de escuelas. Para mi
Javier Solórzano ha sido una escuela muy importante, además de
que yo tengo la convicción de querer dar mi opinión de manera
profesional.
J.A.F.: Ya tienes una trayectoria de 8 años en
pantalla. ¿Hay apertura hoy en los medios?
C.A.: Hoy, y cuando digo hoy me refiero a unos
meses para acá, estamos viviendo un destape inusitado en los medios electrónicos
de nuestro país.
J.A.F.: ¿Este sexenio Zedillista
tiene mayor apertura que el anterior?
C.A.: Creo que este sexenio ha reforzado de manera importante una tendencia
que venía gestándose. Basta verlo. El sexenio anterior fue irregular,
había apertura pero también se dieron expresiones muy severas
contra algunos periodistas. Y con esto me refiero a que les cerraron las puertas
a algunos. Lo que estoy viendo este sexenio es alentador. Y te quiero decir
que no es una graciosa concesión, me parece que en buena medida es derivado
de una opinión pública mucho más crítica y mucho
menos crédula de los medios electrónicos. Espero que se mantenga
así.
J.A.F.: ¿Qué significa la apertura?
C.A.: Es tener oportunidad de decir cosas. Decir
cosas que pueden resultar fuertes incluso contra el propio sistema. Es poder
referirte a personajes públicos por su nombre. Es poder cuestionar y
hacer análisis de políticas de gobierno en forma abierta. Es poder
hacer reflexiones de cuestiones públicas aunque ello afecte intereses
particulares.
J.A.F.: ¿Un conductor puede hablar mal de algún
personaje? ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Necesita bases sólidas?
C.A.: Con bases yo creo que sí. En esto
hay tres variables: la censura, la autocensura y la responsabilidad. La censura
es lo grotesco, es cuando hay una mano directa que evita que se dé la
información. La autocensura que deriva de intereses propios del comunicador
o del medio mismo, o de inercias históricas. Y la otra es la responsabilidad,
que creo es la única a tomar en cuenta cuando estás en la disyuntiva
de qué decir y qué no decir.
J.A.F.: Hace unos días platicaba con un alto
funcionario del gobierno (como se dice ahora), quien me comentaba que México
ha cambiado mucho en relación al manejo de la opinión pública.
Antes, por ejemplo, los partidos eran lo mismo durante todos los días,
las semanas y los años. El PAN, para seguir el ejemplo, cumplía
una función prevista a lo largo de todo un sexenio. No había cambios
ni variantes, casi todo era predecible. Ahora no, hoy los partidos, los medios
y los personajes fluctúan como las acciones en la bolsa, dependiendo
de sus derrotas y de sus victorias.
Dentro de este nuevo juego de poder, hay días que los medios de comunicación
llegan a ser más importantes que los mismos partidos políticos.
¿Estás de acuerdo con la percepción de este alto funcionario?
C.A.: No sé si los medios superan en importancia
a los partidos políticos en algunos días. Lo que sí sé
es que los medios son claves en nuestro tiempo, porque son importantes en la
coyuntura. Son cruciales en tiempos de definición, como una votación,
o en tiempos de crisis. Los medios son fundamentales cuando la opinión
pública es una variable importante a considerar para el ejercicio del
poder. Y, valga la redundancia, lo mejor que nos puede pasar como sociedad es
que justamente la opinión pública se convierta en una variable
a considerar para el ejercicio del poder. Ésa es la vitalidad de los
medios.
J.A.F.: Si vivimos hoy una época en que los medios
son importantes por la opinión pública, ¿podríamos
suponer que los hombres y mujeres del poder gustan de acercarse a los conductores
de programas noticiosos y acercarlos al poder?
C.A.: Así es. El poder es seductor.
J.A.F.: ¿Y cómo puede controlar un conductor
esa seducción, sobre todo cuando eso implica invitaciones sofisticadas,
regalos o cosas por el estilo?
C.A.: Yo sugeriría leer el último
libro de Scherer, ahí hay frases que definen bien la relación,
como la que dice que se puede dar el amasiato pero no el matrimonio. Yo creo
que tienes que hacer una espacie de juego de equilibrista en el que puedes acercarte
al poder en ciertos momentos para tener información y perspectivas de
las cosas y para emitir mensajes con mayor peso. El problema es que el poder
es muy seductor y puede alterar tu propio juicio. Lo mejor que puede pasar entre
los medios de información y el poder es, como diría el mismo Zedillo,
que se dé la sana distancia, que no significa la no relación.
J.A.F.: ¿Cómo se da la sana distancia?
C.A.: Con una relación con el poder estrictamente
informativa, en la que no haya concesiones con. Puedes aceptar información
pero no concesiones a cambio de eso.
J.A.F.: A propósito de esa frase de Scherer,
te puedo decir que no entiendo bien que quiso decir, porque en México
hay más amasiatos que matrimonios, y el amasiato encierra una buena medida
de engaño y obscuridad.
C.A.: Yo no quisiera interpretar a Scherer, pero
ni de broma. Creo que él es un maestro de ese juego del equilibrio.
J.A.F.: Lo de Scherer es un comentario mío. Vuelvo
a la entrevista: ¿y para qué acercarse al poder?, ¿para
que te den la información una semana antes o unos minutos antes?
C.A.: Ese es el juego, tener información
para darla.
J.A.F.: ¿Qué tanto el acercarte a los
poderosos te aleja de la población?
C.A.: No creo que te aleje, en absoluto. Mi distancia
con la población debe ser la menos posible. La actividad política
tiene una relación directa con lo que pasa en la población. Lo
mejor que te puede suceder es que tengas la información de los poderosos
y de la población. No veo incompatibilidad por recibir información
de ambas partes.
J.A.F.: ¿Por qué se da la seducción
del poder?
C.A.: El poder en sí mismo es una seducción.
Es una especie de enigma, de atracción histórica. El poder es
la posibilidad de dirigir destinos, lo que tiene una implicación humana
muy profunda. El ejercicio del poder es la posibilidad real de decidir, definir,
orientar y estar sobre voluntades. Todo eso tiene una enorme atracción
magnética.
Cuando los poderosos dejan de serlo, te das cuenta que son de carne y hueso.
J.A.F.: ¿Se vale que un conductor esté
del lado de un partido político o hay que ser objetivos?
C.A.: Yo creo que no se vale estar del lado de
un partido político. Puedes tener una preferencia ciudadana, pero el
mayor reto es que no pervierta tu oficio porque estará en perjuicio de
tu propia actividad.
J.A.F.: ¿Al público no le gusta que tomes
partido?
C.A.: No, definitivamente no, porque te vuelves
totalmente predecible. Se pierde el encanto del periodismo... se vuelve proselitismo.
J.A.F.: De un tiempo para acá se ha incrementado
el amarillismo en radio y en televisión. He escuchado a gente decir que
apaga el radio para no seguir oyendo notas que la llegan a poner nerviosa. ¿No
sientes que hay mucho amarillismo y mucha política en nuestros noticiarios?
En México los políticos ya se volvieron personajes...
C.A.: ... de telenovela. Imagínate, con
lo que hacen son más interesantes que Marimar (nombre de una telenovela
producida por Televisa protagonizada por la actriz Thalía). Junto a sus
historias las telenovelas son fresas.
Pero dime, ¿de qué deberíamos de hablar los medios?
J.A.F.: Yo veo CNN y se dan tiempo de hablar de todo:
de ciencia, tecnología, educación, ecología, moda, avances
médicos, descubrimientos y más. ¿Esto de hablar tanto de
los políticos, no consideras que hace que crean ser más importantes
de los que son en realidad?
C.A.: Creo que estamos viviendo una especie de
destape, con todas sus limitaciones y salvedades. Nos sucede algo similar a
lo que paso en España hace algunos años cuando se destaparon.
Luego de una gran cerrazón, de pronto se abre una compuerta pequeña
o grande, al fin de cuentas se abre una compuerta, y viene la avalancha e incluso
los excesos. Pero me parece que si vemos la referencia de otros países,
el antecedente es encontrar el equilibrio en los medios. Yo te digo España
porque es un caso nítido. Primero gran cerrazón, luego la apertura
total, después el exceso y ahora el equilibrio.
México, particularmente en la radio, está viviendo el proceso
del desbocamiento. Estamos en transición y llegaremos al punto de equilibrio,
si no se desvía la política gubernamental de apertura que hoy
vivimos. A este respecto, hace unos días nos dijo Porfirio Muñoz
Ledo lo siguiente: cuando la libertad de expresión sea de uso común,
el que se tiene que cuidar es el que habla en la televisión y no el medio.
Es decir, tendremos que llegar a un momento en el que el público dé
por hecho que las cosas se dicen. Cuando eso suceda el medio de comunicación
ya pasó la prueba y el que habla es el que tiene que cuidar lo que dice.
Podrá decir lo que quiera y el público evaluará. Cuando
lleguemos a esa etapa estaremos del otro lado. A la población le preocupa
qué pasa en los medios de comunicación, somos sujetos de juicio
y estamos en el proceso de pasar la prueba. Vivimos la transición.
J.A.F.: ¿En esta nueva etapa de los medios, cómo
deberá un conductor manejar su opinión? Al fin de cuentas un comentarista
puede ser especialista en alguna materia, pero no sabe de todo.
C.A.: No creo que puedas pedirle a un comunicador
que hable ni como economista ni como químico. Un periodista es un crisol
de inquietudes sociales. Creo que lo que le puedes pedir a un periodista es
el conocimiento básico y la sensibilidad suficiente para detectar dónde
está lo importante y dónde no. Cuando en la comunidad de economistas
hay una constante en sus discusiones sobre un tema, como periodista tienes que
identificarlo. Si hablan del IVA todo el tiempo, ese tema es importante. Mi
obligación es percibir eso para transmitirlo. Yo no te voy a hacer una
disertación sobre el IVA.
El trabajo del periodista es identificar qué y darle la voz al que lo
sabe. Debe buscar quién puede y debe opinar y recatar lo fundamental
de cada cosa para poder transmitirlo.
J.A.F.: ¿O sea que tu opinión como conductora
va más por el lado de expresar las inquietudes e interrogantes de la
sociedad, que por el camino de fijar una postura y una posición personal?
C.A.: Mira, eso que se dice de los líderes
de opinión me parece de una soberbia bárbara. Yo creo que cuando
los comunicadores tienen relativo éxito y consiguen cierto espacio, lo
que sucede con ellos es que son transmisores y reproductores de preocupaciones
que ya existen. Yo no creo que los comunicadores tiren línea a la sociedad,
somos reforzadores de tendencias que existen entre la gente. Si hoy la preocupación
es sobre la corrupción y la inseguridad, es obvio que yo hablaré
de eso porque lo estoy viendo en la boca de la gente. No es que a mí
se me haya ocurrido. Cuando un comunicador habla de cosas que a la sociedad
no le interesan, la influencia y el espacio es muy menor.
J.A.F.: ¿Qué valor le da la población
a la crítica?
C.A.: La población le tiene una gran aprecio
a la crítica, está ávida de ella.
J.A.F.: ¿Y los poderosos?
C.A.: Depende de quién. Hay algunos a
los que les da escozor. Hay quien tiene una visión más amplia
y reconocen que es un ingrediente necesario para una sociedad diferente como
la que se está gestando en el país.
J.A.F.: ¿Sirve la crítica en los medios?
C.A.: Sí y mucho. Es indispensable.
J.A.F.: ¿Es la crítica la sangre de la
credibilidad de un comentarista?
C.A.: Sí es la sangre. La crítica
tiene que ver con una postura distante. Un ver las cosas con frialdad. Observar
las cosas desde otro ángulo, sin involucrarse. Entonces es cuando la
opinión tiene peso.
J.A.F.: ¿Te parece que casi todos los noticiarios
en México son parecidos, unos mejores y otros peores, pero (casi) todos
parecidos?
C.A.: Es parte de la misma transición.
Todavía no hay clasificaciones. Cuando se encuentre el punto de equilibrio
los noticiarios tendrán que definirse. Habrá claridad de intenciones.
Sabrás qué noticiarios son serios, cuáles escandalosos,
otros amarillistas, unos más de entretenimiento. Mi preocupación
ahora y lo único que pediría es que la tendencia de apertura no
se desvíe. Espero que no reaparezca la tentación por controlar
los medios. Yo sé que hay inercias históricas, y el problema sería
que se echen para atrás los que hoy están tomando decisiones.
Sé que piensan que la apertura debe darse.
Veremos en los medios electrónicos discusiones de gran altura.
J.A.F.: Hemos comentado en la Revista Telemundo que
el público se siente cuando siente que algún conductor lo defrauda
por ser condescendiente. ¿Es exigente la sociedad?
C.A.: Yo veo una sociedad hipersensible a lo
que se dice en los medios. Hay una capacidad de reacción extraordinaria.
Mira, nosotros no damos los teléfonos de los noticiarios de radio y televisión,
pero cuando tocamos un tema que le llega a la gente, nos hablan de inmediato,
nos envían faxes, consiguen el teléfono y nos reclaman o nos dan
su apoyo. Hay una participación muy aguda, muy crítica y muy intolerante,
cosa que me parece absolutamente saludable.
La sociedad no le permite a los comunicadores ser condescendientes, inmediatamente
reclaman. Si tú no estás en la frecuencia de la sociedad atentas
contra tu propia credibilidad. Como ya dije, el conductor juega al equilibrista
y es un juego muy difícil
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