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Joaquín Cosío
Me cautivó interpretar a Mascarita en Matando Cabos
Publicada en la Revista no. 104 el 15 de diciembre 2008
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Por José Antonio Fernández F.

Consulte otras entrevistas publicadas anteriormente en la Revista Telemundo, realizadas por José Antonio Fernández, con otros actores y actrices:
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y
Rafael Inclán
.

Joaquín Cosío es el mejor actor de reparto del cine mexicano de los últimos años. Su fuerza en pantalla es única. La llena. Hace sus personajes memorables, aunque no sean los protagonistas. El mayor de todos es Mascarita, el de Matando Cabos.
Cosío considera que ha tenido una vida muy afortunada. El 2008 le reservó un premio que siempre resulta un acontecimiento único para un actor: fue seleccionado para ser el malo en Quantum, la película de James Bond que se distribuye a nivel mundial. Por cierto, no lo invitaron al estreno en Londres, supongo yo que los productores prefirieron no llevarlo para no quitarle reflectores a su estrella. Así es el mundo de las constelaciones.
Desde que apareció en Matando Cabos, en el 2004, Cosío es contratado y vuelto a contratar en una y otra película. Aparece en al menos tres por año, lo que significa que en 5 años ha interpretado más de 15 personajes en el cine mexicano, más el General Medrano en James Bond, con lo que establece todo un récord para un actor de reparto en México.
Los directores le buscan un lugar. En Arráncame la vida, la cinta memorable de gran valor realizada por Roberto Snider, aparece como el jefe de guardaespaldas del General Ascencio, el protagonista. Cosío prácticamente no dice un diálogo, pero da sentido con su presencia a momentos claves de la historia.


José Antonio Fernández: Sé que te han pasado muchas cosas en los últimos años, ¿crees que estás viviendo tu momento como actor en este 2008, como cuando el agua está hirviendo?
Joaquín Cosío:
Te puedo decir que este año sí es particular. Es un año en el que he realizado una serie de proyectos que me tienen muy, muy contento. Entre ellos está la película de Bond y la obra de teatro Los Emigrados. También el trabajar en la película de Carlos Carrera y estar en la cinta El soldado Pérez.
Sí es un año singular. Bastante afortunado para mi carrera como actor.
En realidad lo mejor de mi carrera profesional como actor viene desde que llego a la Ciudad de México, hace 8 años. Llegué en el 2000 para trabajar con Luis de Tavira en la obra Félipe Ángeles, presentada por la Compañía Nacional de Teatro.
Fue importantísimo y vital para mí conocer y trabajar bajo la dirección del maestro de Tavira.


José Antonio Fernández: ¿Qué te dio Luis de Tavira?
Joaquín Cosío:
¡Ufff! El maestro de Tavira es un hombre de teatro excepcional. Me dio un gran rigor y la conciencia de qué tipo de actor soy.
Trabajar con él es un gran esfuerzo. Pudimos interactuar. Es uno de los grandes maestros del teatro mexicano. Es un filósofo de la actuación. Sin duda me abrió la posibilidad de entrar con el pie derecho al mundo del teatro y de la actuación en México.


José Antonio Fernández: ¿Cómo se da esa conciencia que te dio de Tavira para saber qué tipo de actor eres? Por lo que sé, Luis de Tavira lo que hace es provocar al actor, más de que decirle al actor lo que tiene que hacer, más que darle órdenes.
Joaquín Cosío:
Lo que hizo fue ubicarme para que yo supiera qué tan mal actor era. Luego de muchos años de que fui actor de provincia, haciendo teatro en condiciones muy distintas a las que tienen aquí en la Ciudad de México, cuando trabajé con el maestro de Tavira me di cuenta que ese gran actor que suponía que era yo, en realidad estaba apenas empezando. Me hizo tomar conciencia de que el actor siempre está empezando, y que en cada proyecto debe preguntarse de nueva cuenta qué es actuar y quién es. Me dejó claro que el hacer teatro significa al menos una pequeña crisis para volver a ubicarse, volver a exigirse a sí mismo y también volver a encontrar esos resortes emocionales que el teatro obliga.
Yo sólo tengo palabras de gran admiración para el maestro de Tavira, sobretodo por esas grandes lecciones en relación a qué es un actor.


José Antonio Fernández: ¿Y no eras un gran actor cuando llegaste a la Ciudad de México?
Joaquín Cosío:
Yo era un actor que sí había destacado en Ciudad Juárez.
Aunque estudié la carrera de Comunicación y fui maestro de la Universidad por muchos años, en lo que se refiere a mi vida como actor en realidad es que soy un actor sin escuela. Con un grupo de amigos leíamos teoría teatral y hacíamos teatro. A los treinta y tantos años sí tenía la conciencia de que el mundo de la actuación era conocido para mí. Ya era mío, me pertenecía y me sentía en pleno dominio de mis facultades escénicas.
El llegar a la Ciudad de México significó para mí, al menos, dos cosas: tuve conciencia de mis capacidades y mis debilidades y también de ser un actor profesional en el sentido más amplio de la palabra, porque allá en Juárez yo no vivía de ser actor.


José Antonio Fernández: ¿Que ves al decir: un actor profesional en el más amplio sentido de la palabra?
Joaquí Cosío:
Es alguien que dedica su vida a ser actor, que se cuestiona constantemente lo que está haciendo. Quiere decir el ser consciente de que estás cultivando emociones. Es saber qué tipo de persona eres. Es también comprender que actuar incluye una cuestión moral, que implica cuestionarte si eres verdadero contigo mismo y si tienes una conciencia de tí mismo en cuanto a un sentido de lo verdadero.
El trabajo de un actor dentro de una gran ficción implica ser verdadero y ser cierto, y cómo lo puede saber el actor si no tiene una conciencia de lo verdadero y lo cierto, de que está diciendo la verdad.

José Antonio Fernández: ¿Esto significa que puedes hacer cualquier personaje o debes limitar tu aceptación para interpretar algunos? ¿Hay papeles a los que debes decirles no como actor?
Joaquín Cosío:
Yo creo que sí debes decir en ocasiones no. Hay que tener una conciencia de qué puedes hacer. La estructura física de cada quien
corresponde o no a ciertos personajes.
Yo pensaba que podía interpretar cualquier papel. Por supuesto, puedo hacer el intento y poner en escena al personaje que me propongan, pero hoy soy consciente de que el físico te lleva por ciertos caminos en los que cada quien con trabajo puede ampliarlos lo más posible para comunicar una gama de sentimientos y emociones en escena que también sea lo más amplia posible.
Sí es importante saber quién soy, hacia dónde pueden llevarme mis cualidades y capacidad actorales y también mi estructura física.

José Antonio Fernández: ¿Es darle un sentido a tu vida profesional?
Joaquín Cosío:
Es saber ubicarme y situarme en el plano del mercado profesional. Reconocer que los roles son los roles, sobretodo en el cine donde las jerarquías son muy claras y están muy bien marcadas.
Se trata de saber quién eres y cómo se maneja la naturaleza misma del mercado profesional para que te abras camino y no te lleves demasiados
desencuentros.


José Antonio Fernández: ¿Cómo es que te conviertes en actor en forma autodidacta?
Joaquín Cosío:
Es algo totalmente vocacional.
Cuando entré a la preparatoria empecé a participar por accidente en obras de teatro. Por decirlo de alguna forma, fui invitado por un amigo al que siempre seguí porque era bastante audaz y curioso.
Desde que aparecí en la prepa en mi primera obra de teatro, no he dejado de estar en escena. Me fascinó. Hubo una afortunada inconsciencia para que me dedicara desde entonces muchas horas al teatro.

José Antonio Fernández: ¿Qué estudiaste?
Joaquín Cosío:
Yo estudié Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Ciudad Juárez y después me contraté como profesor en la misma Universidad.
Como se hace en provincia, yo trabajaba mis 8 ó 10 horas reglamentarias para ganarme la vida, que me la gané en la Universidad haciendo actividades que también quería desarrollar, y dedicaba las noches a montar obras de teatro. Para mí el teatro fue una pasión ciega por el escenario, no una posibilidad de ganar dinero o de vivir de la escena.
Hice muchísimas obras de teatro en Juárez. Tuve el honor de formar una mancuerna con el director Octavio Trías, que murió muy joven de cáncer. Con él fue con quien empezamos a salir de Juárez para participar en muestras nacionales. Fue una gran época.
El grupo artístico al que pertenecía entró en contacto con la Compañía Nacional de Teatro. Nos daban talleres. Y ahí se me dio la oportunidad de viajar a la Ciudad de México para participar en la obra Felipe Ángeles, dirigida por Luis de Tavira.


José Antonio Fernández: Siempre he pensado que quien hace teatro vive noches de tremenda adrenalina en escena, lo que no sucede con quien hace cine o televisión porque no tiene al público enfrente.
¿Cómo es esa vida del actor de teatro? A vecescon teatros llenos y en otras con butacas vacías.
¿Qué pasa con el ánimo del actor al enfrentar cada noche la realidad del teatro? ¿Qué hace que el actor de teatro nunca se dé por vencido y ahí esté siempre en escena o montando una nueva obra?
Joaquín Cosío:
Es justamente eso: la emoción de hacer teatro. Es duro y difícil, pero es muy intenso. Es muy gratificante. Entusiasma. Lo singular que tenía hacer teatro en Juárez, es que lo hacíamos por el absoluto placer de hacerlo. Había un sentido de juego y de aventura, que cuando lo conviertes al plano profesional lo modificas un tanto.
En Juárez montábamos las obras que nos gustaban, nos repartíamos los papeles. Fue un aprendizaje muy intenso también, porque aprendimos a hacer teatro montando obras. En provincia no hay escuelas de actuación, tampoco hay muchos actores y el público es escaso y variable a la vez. De pronto el público llena y muchas veces no va. En Ciudad Juárez hice una cantidad innumerable de papeles, no diría que bien o mal, simplemente te digo que interpreté muchísimos personajes que además muchos de ellos nada tienen que ver con mi físico.
Era duro hacer teatro en Juárez por todo lo que implicaba, pero no tengo ni un sólo recuerdo desagradable. Siempre tuvimos el ánimo y el entusiasmo para montar una y otra obra.
Y digo que era duro, porque ensayábamos dos meses para presentar cuatro funciones. No había público para más presentaciones. Como puedes imaginar, nos entusiasmaba hacer las funciones pero quizá más el proceso de montaje.
Ahora las cosas han cambiado en Juárez y hay más público y apoyos, pero hace diez años y antes era muy incipiente el movimiento teatral.
A la distancia puedo pensar que era pesado y complicado, pero fue un gran placer para mí.


José Antonio Fernández: ¿Viviste en algún momento de hacer teatro en Ciudad Juárez?
Joaquín Cosío:
No, no, es imposible. Aún hoy que ya están formados fideoicomisos de apoyo, es imposible.

José Antonio Fernández: Tengo la impresión de que tú sientes que, al final de cuentas, siempre te ha sonreído la vida, que no es el dinero el que te mueve sino el deseo de realizarte lo que te causa más emoción, lo que mueve tus sentimientos y le da sentido a tu vida, a tu interior. ¿Es así?
Joaquín Cosío:
El dinero para mí nunca ha sido una preocupación fundamental, y te aclaro que jamás he tenido problemas graves de dinero. He corrido con la suerte de desarrollar una profesión que disfruto, la de actor. Tengo una carrera muy afortunada.
Ya en la Ciudad de México siempre he tenido propuestas de trabajo, nunca períodos largos de cero llamados. Soy afortunadísmo. Para mí actuar es uno de los más grandes placeres que se pueden tener.
Me fascina estar en escena jugando, respirando, sudando en una representación.


José Antonio Fernández: ¿Qué sientes al actuar que te da tanto gusto hacerlo?
Joaquín Cosío:
Siento una especie de vértigo, de gran gozo interior. Es extraordinario.
Aunque sea algo trillado, te lo digo así: el poder encarnar emociones y situaciones que no son las mías, es algo incomparable. El encontrar la respiración de un personaje, sus actitudes. Me gusta esa posibilidad poética de entrar a otras dimensiones en las que en un momento todo se borra excepto lo que está en escena. Es una experiencia sensual, sensorial y emocional única. Es intensísismo.

José Antonio Fernández: En el cine has jugado papeles de actor de reparto y siempre estás en la mente del espectador porque terminas formando parte importante en la historia. Llenas la pantalla de golpe y pareciera que lo haces con toda facilidad.
Joaquín Cosío:
No se qué decirte. Los papeles que he podido obtener me los he ganado en casting.
Lo que entiendo es que funciono, aún siendo un rostro tan rudo y una cara tan singular. Tengo una hermana que siempre me pregunta cuándo voy a salir de galán en alguna película o en una telenovela, y siempre le respondo que puede esperar sentada a que eso suceda. Sin embargo, creo que tiene toda la razón el esperar verme en cualquier papel, hasta en el de galán.
Cuando me dan un papel busco meterme al personaje. Lo siento, lo toco.


José Antonio Fernández: Hay actores guapos y feos, pero no por ser guapos o feos proyectan. ¿Qué te da tanta fuerza en pantalla?
Joaquín Cosío:
La diferencia creo que es el miedo. Lo que nos hace ser mejores o peores es esa energía del miedo que colabora con la ficción.
Te cuento una anécdota: ahora que hice la película de James Bond, me sentí identificado con Daniel Craig cuando vi cómo sudaba, sumamente nervioso, antes de entrar a filmar una escena que rodábamos en un yate. Lo vi en un rincón repasando sus líneas de manera muy seria. Ahí me dije: todos los actores estamos hechos de la misma madera. Vi a ese súper hombre que es James Bond, francamente nervioso. Pero cuando Daniel (Craig) entró a escena, y eso nos sucede a los actores, esos nervios y ese miedo los revirtió y lo convirtió en una fuerza motriz que lo llevó a realizar una interpretación llena de energía que sin duda impactará al espectador. Se transforma el actor en escena.
Cuando un actor llega al teatro y no se siente nervioso ni tiene miedo, está mal. Requiere asustarse al menos un poco. Hay que sentir la respiración y que la sangre circula.
Todo esto que te digo quizá pueda explicar la fuerza en pantalla que en ocasiones un actor consigue.
Cuando hago cine no tengo una conciencia clara de sí funciona mi personaje o no, porque me mido yo solo. No hay público.


José Antonio Fernández: ¿Cuándo supiste que sí querías ser actor?
Joaquín Cosío:
Desde el primer momento, me daba tanto gusto actuar como jugar básquetbol.
Cuando tuve que decidir ser actor, fue cuando viaje para quedarme en la Ciudad de México. Yo tenía una carrera en Ciudad Juárez. Como te comenté, era maestro universitario y dirigía el área editorial de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Tenía una vida, digamos, resuelta. Había trabajado bastante hasta ese momento. Era un hombre dedicado a mi profesión y también hacia teatro.


José Antonio Fernández: ¿Tenías una vida armada en Ciudad Juárez?
Joaquín Cosío:
Totalmente armada.
Cuando decidí viajar a México pedí un permiso en la Universidad. Terminé la temporada con la obra Felipe Ángeles y regresé a Juárez. Luego viene un segundo llamado para hacer otra obra con la Compañía Nacional de Teatro y es cuando decido dejar todo y dedicarme de lleno a ser actor y radicar en la Ciudad de México. Renuncié a mi puesto en la Universidad y con ello a la certidumbre y a la seguridad que da pertenecer como maestro a una institución del tamaño de una universidad.
Decidí por la incertidumbre, con más de treinta años encima y sin ser un galán. Tomé la decisión porque tenía y tengo la certeza de que es lo que quiero hacer: dedicar mi vida a ser actor.


José Antonio Fernández: Cuando tomaste la decisión de dedicarte a ser actor profesional, ¿se lo dijiste a alguien más, compartiste ese momento?
Joaquín Cosío:
Sí, a mi novia, que reaccionó en forma estupenda. Sabíamos que la relación podría naufragar por la decisión, y efectivamente naufragó.

José Antonio Fernández: ¿Alguien te dijo: estás loco, Joaquín?
Joaquín Cosío:
Sí, claro, mi papá. Me dijo: ¿cómo vas a dejar la Universidad para irte a nada?.
Después entendió, aunque ellos el teatro siempre lo vieron con recelo y también con indiferencia. Cambió la percepción cuando empecé a hacer cine y cuando aparecí en la película Matando Cabos, que sigue teniendo mucho éxito.
Al paso del tiempo han ido comprendiendo y ahora les gusta el sentido de mi carrera como actor. Y con lo de James Bond están sumamente contentos. Hasta me presumen.


José Antonio Fernández: ¿Qué sucede ahora con tu familia cuando vas a Juárez a verlos? ¿Te entrevistan, como lo estoy haciendo en este momento?
Joaquín Cosío:
La familia no deja de ser la familia. Siempre es un ambiente ambiguo, que va de la palmadita al verdadero gusto por verte.
Uno de mis sobrinos que tiene siete años, me dijo, en pausas: sí... sí..., actuaste bien en lo de James Bond. Me dejó sentir sus dudas.
Mi familia tiene un pasado duro. Mi mamá murió joven. Salir adelante ha costado. Es una historia familiar de esfuerzo. El destacar en mi carrera me ha permitido ganar un sitio en la familia y estar al nivel de mis hermanos.


José Antonio Fernández: En tu vida observo que hay un antes y después cuando entras a hacer teatro en la preparatoria, luego viene otro antes y después cuando viajas a México para hacer teatro con Luis de Tavira. ¿El siguiente antes y después es cuando das vida a Mascarita en la película Matando Cabos, dirigido por Alejandro Lozano?
Joaquín Cosío:
Francamente no tuve una conciencia de lo que podía venir después de Matando Cabos.
Sin pecar de modesto, te puedo decir que no tenía yo la menor idea de lo que iba a lograr.


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Joaquín Cosío: A la distancia veo a Mascarita (el personaje de Matando Cabos) con cierto encanto y voy entendiendo el por qué le gusta a la gente. Cuando la filmamos no había una perspectiva de que la película fuera a gustar tanto y que también el personaje de Mascarita fuera a quedarse en la memoria de la gente.
Cuando llegó a mi vida la posibilidad de hacer Matando Cabos, yo había hecho ya castings para otras cintas. Tenía tres opciones concretas en ese momento para mí: Matando Cabos, Cero y van cuatro y también me estaban llamando para Zapata de Alfonos Arau. De pronto me vi con las tres películas encima, luego de un cierto tiempo de no tener llamados. Es lo que nos pasa a los actores siempre, que nos llega todo junto y hay que escoger. Pregunté a mis amigos y todos me dijeron que entrara a Zapata, que era la de Arau con el fotógrafo de Apocalipsis Now. Creían todos que Zapata era la que tendría repercusión. Pero cuando leí el guión de Matando Cabos, a mí me sedujo el personaje Mascarita. Fue una decisión para trabajar con chavos desconocidos con una productora también desconocida que planteaban un guión muy arriesgado. Seleccioné Matando Cabos porque sentí que Mascarita era un personaje que estaba compenetrado conmigo, aunque en ese momento no había ninguna perspectiva de que pudiera trascender o funcionar.
Me gusto Mascarita, un personaje que encarna a un luchador decadente que es muy digno dentro de su propia decadencia. Siempre se levanta el cuello. Me entusiasmó desde el primer momento.


José Antonio Fernández: Yo agregaría que además en Matando Cabos participas con un director (Alejandro Lozano) que buscó que todos los personajes de la película se desarrollaran en pantalla.
Joaquín Cosío: Es algo que yo debo agradecer a Alejandro Lozano y a Lemon Films. No les interesa que el actor sea famoso o no, sino que buscan que el actor dé el personaje. En Matando Cabos se dio una apertura para nuevos rostros. Nos hicimos amigos todo el equipo. Fue una filmación relajada y divertida.

José Antonio Fernández: Y después de Matando Cabos se te vienen las oportunidades como una avalancha, que en vez de que se te venga encima y te cubra se coloca debajo de tí y te da una tremenda visibilidad.
Joaquín Cosío:
Esa avalancha me ha permitido deslizarme. A partir de Matando Cabos he filmado unas tres o cuatro películas al año, algunas de ellas, por cierto, con poca distribución. Recuerdo con cariño La Sangre Iluminada, de Iván Ávila. He participado en muchos castings y ahí es donde me he ganado los papeles. Como es de suponerse, no en todos me han llamado.

José Antonio Fernández: Eres un actor que puede hacer cine o televisión, sin duda, pero a mí me parece que eres un actor nato para hacer cine porque llenas la pantalla. ¿A tí qué te han dicho los directores cuando te seleccionan?
Joaquí Cosío:
Estoy por empezar a filmar Pastorela, del director Emilio Portes. Con él filmé uno de mis primeros cortos. Se llamó Hugol. Recuerdo mucho las palabras que entonces me dijo: cuando apareces en pantalla empiezas a llevarte la historia, a jalarla, a jalarla. Una vez apareces en escena, no te borras.
Mi percepción de mí mismo no corresponde a la que tienen, para mi fortuna, los directores y el público. Es decir, entiendo que el Mascaraita es un personaje bello y entrañable, pero no tengo claro el por qué ha tenido éxito. La constancia la tengo porque me hablan de Mascarita. No tengo claro cómo es que funciono con los personajes.
Los directores me dicen que tengo una presencia fuerte y vigorosa. Cuando fui a la primera cita de maquillaje en James Bond, me dijo el de imagen: ¡qué rostro tan bello! En ese momento entendí todavía menos.


José Antonio Fernández: Creo que las telenovelas han desvirtuado el concepto de belleza. Me parece que están incurriendo en errores graves de casting porque muchos de sus personajes se parecen visualmente entre sí, lo que confunde a los espectadores. En cine ocurre justo lo contrario, los directores buscan personajes distintos para cada papel, que no se parezcan, y ahí se abre una puerta enorme para actores y actrices.
Cuéntanos cómo se da el que entres a James Bond, lo que siempre es un sueño para cualquier actor.
Joaquí Cosío:
Me llamaron para hacer un casting. Me llamó Carla Hool. Me dijo que se trataba de una película norteamericana. Yo estaba filmando Arráncame la vida.
Pensé que sería un casting en inglés, idioma que lo mastico pero no domino. Recibí la propuesta de ese casting y tuve cierta reticencia. Total que fui. No había memorizado la escena que me enviaron, porque había tenido llamado nocturno en Arráncame la vida. Cuando llegué al casting de James Bond les expliqué que no había dormido y les pedí que me permitieran leer la escena. Lo hice así y cuando salí, como sucede en todos los castings, me sentí mal. Pensé que no lo había hecho bien. Me grabaron. Le hablé a Silverio Palacios, mi buen amigo, y le comenté que había hecho el peor casting de mi vida. Me olvidé de James Bond.
Pasaron tres o cuatro semanas y viajé a Zacatecas. Uno de esos días a media mañana encontré un mensaje de voz en mi celular. Carla Hool me felicitaba porque me habían seleccionado para James Bond. Interpretaría al General Medrano. Me dio gusto. En ese momento imaginé que haría un personaje pequeño.
Luego de esa llamada, pasaron varias semanas y no tuve contacto con ellos. Llegué a pensar que se habían olvidado. En enero me llamaron de Londres para preguntarme cuándo podría ir. El sueño se convertía en realidad. Cuando abordé el Bristish Airways y me senté en Businees Class, supe que era en serio.


José Antonio Fernández: ¿Le habías dicho a alguien que podrías participar en James Bond?
Joaquín Cosío:
Sólo le platiqué a mi familia y les dije que se los decía con las reservas del caso. Se lo dije también a una buena amiga de Juárez. Ella me mando a una reportera que me hizo una entrevista. A los dos días me habló una sobrina para felicitarme porque se había enterado de que estaría en la nueva cinta de James Bond. Le pregunté cómo lo sabía. Me dijo que lo había leído en internet, en donde la noticia aparecía en inglés, francés y alemán. La noticia que divulgó el periódico de Juárez la recogieron en muchos otros medios de distintas partes del mundo.

José Antonio Fernández: ¿Sabes que hoy existe más información tuya en internet publicada en inglés que en español?
Joaquín Cosío:
No, me emociona que me lo digas. Me da gusto y curiosidad.

José Antonio Fernández: El cine de Hollywood y el europeo tiene la buena característica de darle valor a todos los personajes, por eso han hecho tantas figuras. Es lo que también le aprecio al director de Matando Cabos, Alejandro Lozano. ¿Qué tanto apoyo recibiste de la producción de Bond?
Joaquín Cosío:
Mucho. De hecho, la producción me hizo una sesión de prensa con diez periódicos de Estados Unidos.

José Antonio Fernández: ¿Cómo es el ambiente de trabajo en una película como James Bond? Comparado con las cintas mexicanas, ¿se ven muchos más recursos de inmediato?
Joaquín Cosío:
Los recursos sí son mucho mayores y se notan en la eficiencia. Nuestra industria funciona un poco más lenta, tenemos más problemas de comunicación. Mi experiencia con la cinta de James Bond es que todo funciona con precisión y rapidez. Todos los departamentos están conectados. No pierden el tiempo en lo absoluto.
Otras diferencias son, por ejemplo, que tienes un transporte personal, lo que no es tan importante, y que todo es más grande. Tienen una consideración muy importante por el actor, lo que pidas te lo dan de inmediato. Te atienden muy bien.
Más allá de todo, la esencia de hacer cine es la misma que en México. Al momento de decir acción, es lo mismo aquí y en China.


José Antonio Fernández: ¿Te comunicabas en inglés con el director?
Joaquín Cosío:
Sí, y todos fueron muy accesibles conmigo. Daniel (Craig) siempre estuvo atento de que entendiera las indicaciones, fue muy buen compañero de filmación. Sobretodo en las escenas de riesgo, en las que puedes salir lesionado. Por cierto, el equipo de porducción te cuida muchísimo en las escenas de riesgo. Te hacen sentir muy seguro. Aunque es una película llena de trucos, en muchos momentos tienes que hacer movimientos que tienen riesgos. El mismo Daniel (Craig) hace secuencias de peligro real con riesgos reales. Él se golpeo la cara y se lastimó un brazo. Yo no tuve ninguna lesión.

José Antonio Fernández: ¿Te enseñaron a hacer las escenas de golpes?
Joaquín Cosío:
La primera cita que tuve en Londres fue para medirme el vestuario y para trabajar la imagen del personaje. Pensé que sobre eso iban a ser todas las reuniones en ese primer encuentro. Pero no fue así. Me hicieron todavía una serie de pruebas, lo que me dejó claro que aún mi papel no lo tenía cien por ciento seguro.
Lo primero que sucedió en ese primer viaje a Londres fue una reunión con el director de la película, Marc Forster. Salí bien de esa junta y me tomaron medidas y me probaron vestuario. Luego fui a hacer una prueba de tiro y otra más de lucha física. Todo eso yo no lo esperaba. Mi prueba de pelea la programaron para que durara tres horas, pero a los veinte minutos la dieron por terminada. Lo que hice les agradó de inmediato. También me hicieron pruebas de natación, hablé con algunos actores y me realizaron un chequeo médico. Al final me dijeron: nos vemos en Panamá en tres meses.

José Antonio Fernández: ¿Tuviste ensayos para precisar diálogos y tonos?
Joaquín Cosío:
No hubo ensayos previos en lo que se refiere a las escenas de texto. Las escenas físicas sí se ensayaron en el sitio. Yo llegué al set, como aquí, con mi propuesta esperando que funcionara. En el mismo set ensayamos un día antes y al día siguiente empezamos a filmar. Yo estuve en Panamá y Chile un mes. Me dieron diez llamados.

José Antonio Fernández: ¿Qué pensaste en el momento en el que corrieron cámara en Panamá y te encontraste haciendo la primera escena de tu vida para una película del tamaño de Quantum of Solace, James Bond 007?
Joaquín Cosío:
Me dije: llegamos al momento cero. Este es el momento para el que he estado trabajando a lo largo de los últimos cuatro meses.
En el instante en el que asumes que ya vas a entrar a escena, todo desaparece. Al haber trabajado el personaje, traes en la cabeza todo en lo que te debes concentrar. Yo trabajé mucho el personaje aunque fuera a participar sólo en algunas escenas.
Todos los actores fueron muy caballerosos. Se dio una gran camaradería. Marc Forster es un gran director de actores. Nos divertimos filmando 007.


José Antonio Fernández: ¿Qué te exigía el director Marc Forster?
Joaquín Cosío:
Dejaba que los actores hiciéramos las escenas como las teníamos preparadas. A mí me dijo que le gustaba el tono. Sólo me dio una indiciación: yo estaba enfatizando demasiado una frase en una de las escenas. Me dijo que no la enfatizara, que sólo la dijera, que la soltara. Nos fuimos al hotel y al día siguiente arrancamos la filmación.

José Antonio Fernández: ¿Tuviste el guión cuatro meses antes?
Joaquín Cosío:
Trabajé los diálogos por internet y vía teléfono con couchs. Cuando llegué a Panamá trabajé también con una couch los diálogos ya en persona. El sentido dramático no se trabajó demasiado con la couch. El director nos dejaba libres y nos estimuló siempre para que aportáramos.
El reto para mí en Bond fue interpretar un villano que no fuera una caricatura.


José Antonio Fernández: Aunque aún es joven el momento, ¿qué ha pasado contigo después del estreno de James Bond?
Joaquín Cosío:
Pues entre otras cosas la posibilidad de estar platicando contigo. Me han hecho muchas entrevistas para muchos medios.
Ahora tengo ya un agente, un representante en Estados Unidos. Yo todavía no lo asimilo del todo. Tengo muchas ofertas de trabajo. En México hay cuatro.


José Antonio Fernández: Has sido un malo con sentimientos que llena la pantalla sin necesidad de un diálogo. Recuerdo bien la escena de Arráncame la vida en la que estás a media distancia del amante de la protagonista en el sitio en el que fue asesinado. Es un momento muy fuerte de la cinta en el que están presentes los personajes principales y el cadáver también. Tú personaje es el que explica lo que sucedió sin decir nada.
Roberto Snider te dijo que así hicieras la escena.
Joaquín Cosío:
No, yo lo propuse y a él le gustó. Como actor debo proponer para sí estar. Yo lo que trabajo es la interioridad de los personajes y entonces reaccionan en el momento. Yo estoy en contra de prefabricar las escenas. Más bien busco deslindarme de lo que sucede en la locación y me concentro en lo que pasa en la historia. Entonces es cuando se da la posibilidad de que el público sienta que el muerto está muerto. Soy un actor intuitivo y he ido aprendiendo el saber en dónde está la cámara puesta. Hay maestros que lo dominan, yo aprendo.

José Antonio Fernández: A mí me gustan mucho esos momentos cinematográficos breves como el que cito en Arráncame la vida, porque revelan secretos de la historia y logran que el público se meta de cabeza en la historia. Son muy difíciles de lograr. ¿Sólo se consiguen dándole alma a los personajes?
Joaquín Cosío:
Soy un hombre solitario. Tengo mucha relación con la fantasía. Cuando voy caminando al Metro pienso en mi personaje, igual que en cualquier otro momento. Llego a soñar a mi personaje. Lo empiezo a sentir mío y a encarnarlo. Y entonces es cuando se da esa intuición en la que sientes si es ya verdadero o no (el personaje). Ahí es donde se da esa cuestión moral de la que te hablaba al inicio de esta conversación.
Cuando yo siento que sí soy el personaje, es cuando se da esa cierta seguridad para poderte deslizar, para contactar con el público. Entonces hasta improvisar es posible. Es cuando el director te pide y tú le puedes dar, y también cuando el director te cambia o quita partes.


José Antonio Fernández: ¿Te gusta ser el malo?
Joaquín Cosío:
Yo siempre tendré un rasgo de cierta rudeza, pero también he interpretado a personajes que no son malos, como en La Sangre Iluminada y en una telenovela de Telemundo. Me he salvado de ser matón o de representar al judicial mexicano.

José Antonio Fernández: Ahora que estás justo arriba, ¿te sientes con los pies en la tierra?
Joaquín Cosío:
Soy un hombre de más de 40 años. Tuve una vida estable en Juárez. He vivido bien. Lo que me sucede hoy es que estoy muy contento. Tengo una conciencia bien clara de lo que me ocurre, que tampoco es gran cosa. Más que sentirme bien porque esté dotado para ser actor, vivo con esa escuela teatral rigurosa que deja claro que a un personaje nunca lo alcanzas y que siempre debes estar atento para interpretarlo.
Salir en una película se disfruta mucho. Tengo conciencia de quién soy, de mis limitaciones y de mis capacidades. Lo que estoy haciendo hoy es trabajar. Tengo suerte, tengo amigos, tengo personas que me quieren y quiero a muchas personas. La vida me dice que estos éxitos son para disfrutarlos como un regalo, que así como llegan se van.

José Antonio Fernández: Cuando Hugo Sánchez sale a la cancha, le exigimos más que a ningún otro. Ahora gozas de fama y las exigencias del público seguro son mayores. ¿Sientes ya esa exigencia?
Joaquín Cosío:
Cuando me contrataron para la película de Jamen Bond, pensé que debía actuar en forma extraordinaria. Pero llegué a la conclusión que debía hacer lo que siempre he hecho, que por eso me llevaron a Panamá. No hay que suponer que uno debe hacer algo más, más bien hay que interpretar con honestidad. Yo he actuado con total entrega igual en La Sangre Iluminada. en El Viaje de Teo, en James Bond o en Matando Cabos.
Tal vez en el deporte sí se pueda correr más que el otro, pero en esto de la actuación no hay el mejor actor. En esto todo son momentos y todos los actores hemos tenido nuestras mejores y peores interpretaciones. La actuación es una carrera de sensibilidad en la que hay que ver cómo responderle al otro. Actuar es un acto de memoria, en el que es claro que los personajes tienen historia. En el presente debe estar todo el pasado, que es justo lo que pasa con la vida misma, con la vida real.

José Antonio Fernández: Has trabajado con muchos directores los últimos años. ¿Qué esperas hoy de un director?
Joaquín Cosío:
Que haya una complicidad con la historia que se está contando. Los materiales son subjetivos, por eso espero que exista un espacio de complicidad, de común acuerdo, y para eso se necesitan la voluntad del actor y del director para que no choquen sino que fructifiquen las expectativas.

José Antonio Fernández: ¿Cómo has sentido esa complicidad con los fotógrafos?
Joaquín Cosío:
Les agrada mi rostro y ellos son los que trabajan sus ideas. Ahora que voy a filmar Pastorela, escuché que se decían entre ellos: el lado izquierdo, ése es estupendo. Me dije: ¡ah, caray!, mi lado izquierdo es estupendo, andaré mostrando mi lado izquierdo.
A mí me caen muy bien los fotógrafos. No les pido nada ni les exijo. Ellos hacen el trabajo que les corresponde y me muevo en base a lo que puedo sentir en una escena.


José Antonio Fernández: Te diste tiempo para hacer el corto Estrella de Plata, producido por jóvenes de la Universidad Intercontiental. Es un corto muy sentimental en el que interpretas a un luchador retirado que no le ha revelado a su pequeño hijo esa parte de su vida (nunca perdió la máscara). Vi el corto en una proyección en una discotecay el público reaccionó como si estuviera en un estadio. Te aplaudieron mucho a tí y al corto. Se emocionaron.
¿Por qué aceptaste participar en el corto Estrella de Plata?
Joaquín Cosío:
Yo siempre he trabajado con jóvenes y lo seguiré haciendo. Es muy gratificante hacerlo. Siempre es una experiencia que renueva. Se apasionan con sus proyectos y esa pasión inyecta vitalidad. Por supuesto me gusta que sean serios para lanzarse a hacer el corto.
En el caso de Estrella de Plata, me buscaron la productora y el director, Gabriela García Herrera y Arturo Menéndez, y me convencieron. El corto lo hicieron bien, junto con Ricardo Nava, el Productor Ejecutivo que también aparece como actor, y todos los que participaron.


José Antonio Fernández: ¿Cómo ves el país?
Joaquín Cosío:
Mal, muy mal. Yo soy de Juárez, ahí nací. Es una ciudad en la que nunca había sentido miedo, y ahora que estuve ahí sentí miedo. No puede ser lo que ocurre en Ciudad Juárez, en un país como México, y que el discurso oficial ignore el grado de descomposición. Es una ciudad en donde hay fusilados en bardas de escuelas públicas, en donde colgaron un decapitado debajo de un puente que no quitaron por horas lo que significa que alguien dio la orden de que permaneciera ahí. Es una ciudad en la que cuelgan a un hombre en otro lado con los brazos decapitados y una máscara de cerdo. No es Juárez el que está descompuesto, es México, son los funcionarios mexicanos, es el político mexicano. Vivimos momentos de verdadero terror y de verdadero desorden. Hay un caos espantoso.

José Antonio Fernández: ¿Tú que sientes que has hecho por México?
Joaquín Cosío:
Esa pregunta nos las hacía el maestro de Tavira. Y nos decía: lo que nosotros tenemos que hacer es teatro de la mejor manera posible, porque si no hacemos teatro de la mejor forma entonces debemos ayudar a la gente como podamos.
¿Cuál es la mejor manera posible? Es algo que cada quien sabe en su conciencia.



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