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Por José Antonio Fernández
Fernández
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Luis Estrada,
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Rafael Inclán.
Damián Alcázar es
el protagonista de la película La Ley de Herodes, uno de los 10 largometrajes
más importantes del cine mexicano, por el que recibió el Ariel
por Mejor Actor.
Su personaje y la película, dirigida por Luis Estrada, fueron tan
poderosos que sin duda influyeron en alguna medida para que en el 2000 el
PRI sufriera la derrota electoral que lo tiene desde entonces fuera de Los
Pinos.
En este 2010 el público podrá verlo en varias películas
(es un artista muy activo). Aparece en Infierno, de Luis Estrada, un drama de
humor negro que continúa la historia narrada por La Ley de Herodes y Un
mundo maravilloso. Y también estrena una cinta en la que interpreta a
un héroe
mexicano que salva a Pancho Villa de la venganza de los gringos: Chicogrande,
una epopeya bien producida realizada en forma brillante y poderosa por Felipe
Cazals.
Alcázar ha interpretado en varias ocasiones a ese personaje que parece
que no mata una mosca pero que a la hora de la verdad es capaz de armar toda
una revolución.
Es el actor que ha ganado más arieles. Ha obtenido siete en total:
• 2007, Mejor actor por Crónicas, de Sebastián Cordero.
• 2006, Mejor actor por Las Vueltas del citrillo, de Felipe Cazals.
• 2003, Mejor coactuación masculina por El crimen del Padre Amaro,
de Carlos Carrera.
• 2000, Mejor actor, por La Ley de Herodes, de Luis estrada.
• 1999, Mejor Actor por Bajo California, el límite del tiempo, de
Carlos Bolado.
• 1996, Mejor coactuación masculina, por El anzuelo de Ernesto Rimoch.
• 1994, Mejor coactuación masculina por Lolo, de Francisco Athié.
José Antonio Fernández: ¿Eres de Michoacán?
Damián Alcázar: Nací en Michoacán.
A los tres meses de nacido me llevaron a Guadalajara, de ahí son los hermanos
que me siguen, y después nos cambiamos a la Ciudad de México. Viví también
en Tlaxcala.
A los 28 años me fui a radicar a Veracruz, lugar en el que viví por
más de 25 años. Estuve en Jalapa y en el Puerto. Como Agustín
Lara, soy jarocho por adopción.
José Antonio Fernández: ¿Cómo
se da ese click que te convierte en actor?
Damián Alcázar: Pertenezco a una generación
que vio mucho cine en la infancia.
Cuando yo era niño, ir al cine de barrio era muy barato, como debería
ser hoy el cine. Vi muchísimo cine. Sé que vi mi primera película
cuando tenía apenas dos años y medio, justamente en
Guadalajara. Fue en una parroquia. Yo estaba ahí porque acompañaba
al catecismo a mis hermanos mayores. El sacerdote les proyectaba películas
los sábados. La pantalla era una pared blanca. Tengo la escena en la memoria.
Recuerdo imágenes completas. Creo que esa primera película que
vi fue el western El águila Negra.
Sin duda en la niñez se me anidó el gusanito del cine, de las historias,
de estar en la pantalla.
José Antonio Fernández: Podrías haber sido productor, guionista
o director, ¿por qué te decides por la actuación?
Damián Alcázar: Realmente no sé porque me decidí por
la actuación. No te puedo responder esa pregunta con certeza.
Hace tiempo leí un libro de un gringo en el que habla de forma psicológica
del productor, el director y el actor. Analiza los tres rubros de la creatividad
en el cine y el teatro. Dice que el actor no tiene conformada totalmente su tercera
infancia, por lo que se anda buscando permanentemente en los papeles que le llegan.
Aunque esa explicación me parece un tanto absurda, te puedo decir que
me da un placer enorme el poder estar en la situación
de seres humanos totalmente diferentes de distintas épocas, vivir sus
circunstancias y comprender desde otras perspectivas este complejo asunto que
es la vida.
No sé si conseguiría lo mismo como guionista, productor o director.
José Antonio Fernández: Sé que es un gran privilegio el
ser actor y representar a personajes diversos, todos importantes, como el personaje
de la película Chicogrande, en el que eres el héroe
que hace todo para que los gringos no atrapen a Pancho Villa.
Damián Alcázar: La ficción permite
hacer y dar absolutamente todo.
Convertir en verdad la ficción, es muy difícil porque necesitas
ser muy convincente. En la ficción te comportas hasta las últimas
consecuencias. Te mueres por amor o matas por amor.
A diferencia de la realidad, la ficción te lleva a amar con locura, con
todo, y eso es un plus para los seres humanos que no hemos conseguido hacer gran
cosa en la vida.
José Antonio Fernández: Me decía el actor Joaquín
Cosío que el actor debe ser verdadero. Si no lo es, me dijo en entrevista,
no convence.
¿Cómo un actor consigue convencer?
Damián Alcázar: No es algo que se
dé en automático. Tienes que entrar al personaje que vas a interpretar,
comprenderlo con sus circunstancias, su marco histórico y su interrelación
con los demás. Ya que lo estudiaste y lo tienes, no puedes dudar que el
personaje dice lo que siente y actúa en consecuencia.
Te lo digo de otra forma. Hay gente que me ha dicho: al ser actor, tú puedes
engañar fácilmente. Y no, no es así.
Ser actor no quiere decir ser mentiroso. Yo no puedo decir mentiras. En la vida
real no puedo fingir, y al actuar tampoco puedo fingir. El actor vive una realidad
imaginaria que en el mejor de los casos se convierte en una manifestación
estética, en la que vive a pie juntillas la verdad que le está tocando.
Ser actor es un acto de conciencia, de voluntad, pero sobre todo es producto
del análisis.
José Antonio Fernández: Te pido me expliques esa frase que he escuchado
de varios actores: "me meto en el personaje".
Damián Alcázar: Los términos,
las frases, siempre son aproximativas. Esta frase: "me meto en el personaje",
es muy buena porque lo contiene todo.
Actuar es un trabajo que pertenece al mundo de la imaginación, y la frase "me
meto en el personaje" tiene mucho de magia, que es lo que se da en el escenario.
Yo creo que meterse en el personaje es cuestión de trabajo. Si flojeas,
no consigues entrar al personaje.
Si trabajas dos horas diarias en un proyecto que vas a estrenar dentro de dos
meses, te puedo decir que no trabajaste. Si trabajas ocho horas o más
al día, entonces tienes mucho más para meterte al personaje y lo
harás
con complejidad, con voluntad, con energía,
con sentimientos, con deseos.
El objetivo como actor es darle vida a un personaje que no existe y lograr que
la gente lo vea, con su propio ritmo, su propia forma de mirar, de pensar, de
actuar y de reaccionar.
Todo esto que te digo es una de las teorías de la actuación, la
vivencial. Hay otra que es la formal, la practican actores que dicen que todo
lo fingen, que no necesitan sentir nada para estar en el escenario representando
a un personaje. Dicen que todo lo logran con actitudes y tonos de voz.
José Antonio Fernández: ¿Explícame cómo se
dan esas 8 horas de trabajo diario como actor antes de empezar a filmar una película?
Damián Alcázar: Te pongo como ejemplo
al personaje que estoy trabajando ahora para una miniserie (para televisión),
que vamos a empezar a rodar en unas semanas más.
Mi personaje es un exguerrillero mexicano que se fue a pelear a El Salvador,
después a Angola y a otros lugares más.
Es una miniserie de Epigmenio Ibarra, de Argos. Claro, ¿quién más
la produciría para televisión?
Al día de hoy todavía no recibo los libretos pero yo ya estoy trabajando.
Estoy leyendo La terquedad del Izote (Carlos Henríquez Consalvi), que
es un libro que cuenta la historia de Radio Venceremos, la estación de
radio clandestina de los insurgentes salvadoreños (del FMLN). También
leo Utopía de Tomás
Moro y a Salvador Castañeda, como cabecera de mi preparación.
Cuando me lleguen los libretos voy a revisar lo que dice mi personaje, que lo
están estructurando ellos. Luego de leerlos voy a participar activamente
en su restructuración
para hacerlo complejo. Todo esto que te estoy platicando a tí no lo he
hablado con Epigmenio Ibarra ni con nadie de Argos, pero ellos saben que me estoy
preparando. Y si yo ya sé que voy a ser un hombre utópico
que se fue a luchar con la esperanza de la justicia arriesgando su vida, tengo
la obligación de tratar de conocerlo a fondo.
Mientras mejor estudie y conozca a mi personaje, haré un personaje más
activo que aporte y pida reacciones de la audiencia, del público.
José Antonio Fernández: ¿Cómo se da tu relación
con los directores que quieren tomar ellos la decisión final sobre los
personajes?
Damián Alcázar: Mientras yo no cambie o
modifique los objetivos de un personaje y de la historia, nadie tiene de qué preocuparse.
Respetando esos objetivos, como actor tengo un amplio margen de libertad creativa.
Te lo explico así: si a mí en una escena se me indica que debo
caminar de aquí al poste, yo respeto el recorrido. El
trazo está marcado y debo seguirlo con precisión porque la cámara
en cine es exacta en sus movimientos y sus focos, y sé que si yo me muevo
de más me salgo de cuadro, de pantalla.
Ahora bien, en ese trayecto yo puedo hacer todo lo que se me ocurra para enriquecer
a mi personaje. Y nadie puede intervenir, porque quien decide qué queda
en pantalla es el actor. Es quien siente qué hace, cómo lo hace,
cómo mira. Si hay sonrisa o no. Si a mí un director me dice que
no sonría, yo puedo ir por dentro tan feliz que los espectadores van a
captar que sí sonrío.
Un buen director no va a limitar mi libertad creativa. En lo absoluto. Él
sabe que cuenta con mi apoyo y que yo soy su colaborador.
Solamente los directores tercos, obtusos, malos y mediocres son capaces de decir:
no, no quiero que hagas eso, sólo haz lo que te pido y no más.
José Antonio Fernández: ¿Te
has topado con ese tipo de directores?
Damián Alcazar: Un par de veces con estudiantes
de cine, a quienes me vi obligado a decirles: si me llamas a mí, es porque confías en
mí. Te pido pongas atención a lo que estoy haciendo y después
decide. No te cierres a hacer tu santa voluntad. Aquí estás creando
algo que está vivo y que por lo tanto tiene que ser orgánico. Si
es cuadrado y chato, no haremos nada interesante.
José Antonio Fernández: Eres el actor que más premios Ariel
ha gando en la historia de México. ¿Estoy en lo correcto?
¿Pesa sobre tí el haber sido premiado en tantas ocasiones con el
premio más importante de nuestra cinmeatografía?
Damián Alcazar: Sí lo soy, pero eso no
significa nada.
José Antonio Fernández: Entiendo tu modestia pero difiero de lo
que dices. El Ariel es un premio de primera importancia al que pienso cada vez
debe revalorarse más.
Considero que has ganado varias veces el Ariel porque consigues que tus personajes
se vuelvan grandotes en escena, como ahora es el caso de la película Chicogrande
de Cazals, por la que anticipo tendrás que ser nominado de nueva cuenta.
Dámian Alcazar: Primero aclaro que respeto
y aprecio al Ariel. Cuando te digo la frase que haber ganado varios arieles no
significa nada, me refiero a lo que pienso de mi trabajo diario. Es decir, estaría
yo jodido si llegara al set diciendo: "aquí ya llegó el ganador
de 7 arieles, ¡háganse para allá!".
El Ariel premia lo que hiciste, el pasado, no lo que vas a hacer, no el futuro.
Hay que ser muy consciente de ello.
Por supuesto, hoy yo sí siento una responsabilidad muy grande con cada
proyecto nuevo en el que, sin duda, debo elevar mi nivel y dar siempre más.
A mis compañeros actores sí les puedo decir que el Ariel es el
mayor premio que se puede obtener en el cine nacional. Ya si son justos o no
los premios, es otro asunto.
Yo siempre pienso que las películas son un proyecto en conjunto. Cuando
me dicen que me robé la película por una actuación, respondo
que no es así, porque yo no existiría en escena sin el trabajo
de todos, y lo digo en serio. Cada vez que participo en una película busco
enriquecerla.
Te pongo un ejemplo: en mi personaje de El Crimen del Padre Amaro yo debía
dimensionarlo. Representa a la única
parte de la Iglesia Católica que a mí me interesa, por su entrega
verdadera, su ayuda sincera a los necesitados y su trabajo por tratar de organizarlos.
Cuando me llegó el libreto, estas características de ese sacerdote
no se decían en la historia, sólo
se implicaban, pero son las características que lo hacen diferente y le
dan fuerza.
Entendía que no se estaba contando la historia de mi personaje, sino la
del Padre Amaro, pero aún así busqué que cada una de las
frases que diría mi personaje tuviera un sentido, mucho más allá del
literal, y entonces quedó definido, diferenciado y juega un papel dentro
de la historia, aunque su intervención no sea la principal.
José Antonio Fernández: ¿Dame otro ejemplo?
Damián Alcazar: En Crónicas de Narnia, cuando recibí el
libreto mi personaje era un malo,
pero yo lo propuse como un personaje que se ve tentado por el poder. El director
estaba feliz con mi trabajo, apoyó la transformación.
Cuando como actor tocas el personaje, le das esa complejidad que está mucho
más cerca de lo real.
José Antonio Fernández: Mantienes una
muy buena relación con el cine, ¿viste desde tus inicios que así sería?
Damián Alcázar: Creo que todo depende del
paso que das como actor. Quien decide dar una paso hacia la comercialización, hacia allá se
va. Yo no he
querido hacerlo. Cuando lo he hecho ha sido por circunstancias ajenas a mis convicciones
y entonces reculo y digo: no quiero eso, no quiero ser famoso.No voy por ahí.
No quiero hacerme rico gracias a mi manejo de imagen. No, no, ¡no!.
Lo que quiero es ser un muy buen actor y ojalá lo consiga en 20 años.
Me voy a esforzar, mis trabajos deben estar tan bien hechos que deben provocar
que productores y directores quieran volverme a invitar a participar con ellos.
José Antonio Fernández: ¿Crees que ser un gran actor está peleado
con la línea comercial?
Damián Alcázar: El actor que se
mete en la línea comercial tiene que conceder y hacer personajes chatos.
Debe ceder ante la presión de las inconsistencias de la estrellita que
está siendo protegida, o del productor
que quiere vender su producto sin importarle el contenido y la calidad, porque
hay que trabajar muy rápido. O debe ceder ante el actor que es amigo del
productor.
Todo esto que te digo impide que alguien que pudo ser un gran actor consiga serlo
en escena.
Si aceptas estar en esas producciones comerciales, cobras bien y ves tu nombre
aparecer en esas realizaciones que alcanzan cierta fama momentánea, pero
pierdes como creador.
Cuando aceptas entrar al circuito comercial por dinero, la siguiente vez siempre
te pagan más que la anterior, y entonces es cuando te vendes y lo demás
ya no te importa. Cuando entras a esa dinámica tu conciencia histórica
desaparece. Te vas por la libre, ves que es relativamente fácil hacerte
rico y famoso y aprendes a armar escandalitos para continuar en el calendero
y te metes a una maquinaria que no tiene sentido, en la que la gente se desgasta
y se pierde.
Además, si te metes en los proyectos comerciales y aceptas todas sus condiciones,
como actor adquieres vicios, te vuelves naturalito.
José Antonio Fernández: Si mañana aceptaras hacer un papel,
de bueno o de malo, en una telenovela de horario estelar de Televisa con Lucero, ¿qué tendrías
que hacer para que al término de la grabación te sintieras orgulloso
de tu interpretación, de tu personaje?
Damián Alcázar: Primero haría
voltear a mi personaje hacia la realidad y atraer hacia él las ideas y
las convicciones que tendría ese personaje. Lo he hecho, sin irme hasta
Lucerito (lo que creo será imposible; ellos no me contratarán).
Con Argos, con Epigmenio Ibarra, trabajé para una telenovela que se llamó Todo
por amor. Hacía un maloso que comandaba un grupo de robacoches que se
mete al narco. Era un matón. De sus antecedentes surgió que era
un halcón, esos matones entrenados y pagados por el gobierno. En una escena
el jefe de la policía le dice que está involucrado en una matanza.
Ahí mi personaje toma fuerza por el diálogo que sostiene con el
jefe de la policía. Cuando el jefe lo acusa, le responde: "ahí estuve,
igual que tú, cumpliendo órdenes. ¿Tú eres el que
cumple con la ley? ¿Cómo?
Si también matas campesinos y líderes estudiantiles. Tú tienes
un arma y yo también".
Ese diálogo transformó a mi personaje, de ser un matón cualquiera
cobró todo un sentido. Y entonces es cuando el público participa
activamente, reacciona.
José Antonio Fernández: ¿Todo esto que me cuentas no estaba
en el guión de Todo por amor?
Damián Alcázar: No estaba. Busqué agregarlo
para nutrir el personaje.
Si yo apareciera de malo con Lucerito, intentaría primero responderme
a la pregunta: ¿por qué soy malo, por qué se es malo?
Yo creo que todos estos señores que se juntan con el narco y los grupos
delictivos no son malos, me parece muy simplona esa explicación.
Yo veo estos casos desde la siguiente perspectiva, y para explicarme te cuento
una historia de dos muchcachitos que viven en un lugar muy apartado de San Luis
Potosí,
en un lugar jodido, como hay muchos en México. Por ahí un día
pasa el ejército y le ofrece a uno de los muchachos trabajo.
Se lo lleva con un sueldo. Le dan un arma y su...
Más respuestas de Damián Alcázar
publicadas en exclusiva por Canal100.com.mx
Por ahí un día pasa el Ejército
y le ofrece a uno de los muchachos trabajo. Se lo lleva con un sueldo y su
Seguro Social. Le dan un arma y lo mandan a matar o lo envían a cuidar
a alguien.
Y al otro muchachito, del mismo pueblo, un día
pasa el narco y le da un arma y le paga un sueldo mayor. Y le manda matar
o lo envía a cuidar
a alguien, por quien en un momento dado tendrá que matar.
Ni uno es malo ni el otro bueno. Esos muchachitos, los dos,
se enrolan por necesidad.
Aclaro: yo no digo que los grandes capos hagan su trabajo
por hambre, incluso algunos seguramente son de la burguesía. Pero el
gran ejército que tienen ambos lados, es de la pobreza infame en
la que viven millones en este país.
Volviendo a tu pregunta: si interpreto a un malo en escena,
debo entender por qué es malo, de dónde viene su maldad, qué le
pasó en su historia de vida. Si sus problemas son de miseria de origen
o si vienen de asuntos psicológicos, porque fue golpeado, maltratado
o porque sufrió abuso. O en una de esas no es tan malo. Si todas estas
suposiciones de las que hablo no tienen cabida en el personaje malo o bueno
que voy a interpretar, entonces que lo haga otro.
José Antonio Fernández: ¿Por qué buscas
hacer siempre complejos a tus personajes? Es tu constante.
Damián Alcázar:
Porque al hacerlos complejos los hago seres humanos y entonces todo
cambia. Hoy no me cabe la menor duda que para mí no tendría
sentido hacerlo de otra forma.
Vi hace poco un programa que se llama Guerra de Chistes,
y te lo digo así: ¡guácala! No sé si lo producen
por fama, por dinero o por qué. Lo que si veo es que la dignidad humana
se ve pisoteada, y yo no voy a contribuir a eso de ninguna manera.
José Antonio Fernández: Tú has tenido
una muy buena relación
con el cine, ¿cómo es tu relación con la televisión?
Damián Alcázar:
En el cine he tratado con personas que son creadores y que buscan contar historias
que retraten la cotidianidad de la gente, lo que le sucede. En cambio, en televisión
normalmente no pasa así.
En televisión se dan los buenos y los malos, la mujer abnegada y la
malvada.
Los buenos son puros. Es por eso que la televisión la he evitado. Con
Argos me gusta porque llevan director y piensan que el público es inteligente.
Aunque me paguen menos, me gusta trabajar con Argos.
Lo que sí sé, es que si no tienes nada
que decir, mejor te quedas calladito.
Lo mismo creo de los programas de televisión: si se trata de producir
algo para que la gente piense en otra cosa y no en su realidad, prefiero no
entrar a ese proyecto.
Por eso he hecho pocas cosas en televisión.
Agrego lo siguiente: las autoridades apoyan esa televisión
porque les conviene que sea así.
Más respuestas de Damián Alcázar
publicadas en exclusiva por Canal100.com.mx:
1. Para proyectar una película, los distribuidores
y exhibidores se rigen por sus criterios de rentabilidad, no de calidad.
2. Como actor, me gusta hacer películas con
las que la gente se divierta, sin duda. Quiero que el público se emocione
y se divierta, pero, sobretodo, quiero que piense. Si no es así, ¿para
qué?
3. Hoy una película
mexicana pobre cuesta 40 millones de pesos, y no creo que hoy alguien me dé 40
millones de pesos para producir una historia sobre la pobreza en México.
4. El Art. 226 ha servido
también para que se filme en México
un cine que no moleste, que no cuestione, que sea más divertido y bonito
más
que reflexivo y de fondo.
5. Si se hace la vida de
Vicente Fox en el cine, habría
que poner en pantalla el por qué hizo o no algo, por qué tomó posturas
para un lado o para otro, qué le llevó a tomar sus decisiones.
Eso es lo que sería interesante saber, no su vida privada. Pero si su
vida privada influyó en sus decisiones como Presidente, entonces debe
aparecer en pantalla.
6. Es muy posible que en
algunas personas la película
La Ley de Herodes haya influido en su decisión de voto en el 2000.
7. Cuando se iba a estrenar
La Ley de Herodes, yo estaba en el Festival de Cine Francés de Acapulco.
Antes del estreno, platicábamos un
grupo de amigos en la alberca del hotel cuando se me acercó el director
del Festival, un francés. Me dijo: oiga, viene de México el señor
Amerena, director de Imcine, para informar que su película, La Ley de
Herodes, no se exhibirá en el Festival.
De inmediato me dije: es, sin duda, un acto de censura.
Hablé con
Luis Estrada, el director, y me dijo que le habían llamado para decirle
que La Ley de Herodes no se exhibiría.
Como sé que soy temperamental, escribí una
nota para ordenar mis ideas.
La noche en la que se presentó la programación
del Festival de Cine Francés ante el público en el teatro Juan
Ruíz de Alarcón
de Acapulco, La Ley de Herodes efectivamente había quedado fuera del
programa. Yo estaba en la sala. Se hizo la ceremonia de inauguración.
Cuando iba a iniciar la proyección de la primera película, con
el teatro lleno, yo tomé el micrófono y le dije al público
presente que yo no tenía
la menor idea de por qué habían sacado del programa La Ley de
Herodes, lo que me parecía un acto de censura. Dije que la película
era muy divertida, muy divertida y muy divertida y que exigía que se
proyectara la Ley de Herodes. Que el Presidente Zedillo hablaba de libertad
de expresión, y que en pleno
año 2000 no podíamos aceptar la censura. Entraron dos señores
de traje al escenario, me cargaron y me sacaron. En ese mismo momento Victoria
Abril les traducía a los franceses mi breve discurso. Los franceses
ahí presentes
empezaron a gritar: ¡liberté, liberté,
liberté! Y entonces el público empezó a gritar: ¡libertad,
libertad, libertad! Fue muy emocionante ver lo que sucedía. Fue todo
un escándalo en
la sala y en la prensa. Al otro día se exhibió La Ley de Herodes.
8. Eduardo Amerena, quien
era director de Imcine cuando se produjo y exhibió la Ley de Herodes,
me dijo: ya vi su película, está muy
buena.
Supongo que después de lo que me dijo alguien le reprochó que
hubiera apoyado su filmación, seguramente Tovar y de Teresa, e intentó detener
su proyección.
Aclaro que quienes hicimos La Ley de Herodes, no somos culpables
de lo que vino después.
9. Ya me pasé de edad
para interpretar a Tin Tán.
10. Nadie va a poner el dinero
para levantar un proyecto de Zapata, Madero o el Subcomandante Marcos.
11. Me gusta interpretar
los personajes que están
basados en el pícaro
de la novela española, el Sancho Panza, porque son los que ven la historia
con los pies en la tierra. Son los que ven y pueden decir. Es el caso de Chicogrande.
Los otros personajes ven la historia desde una perspectiva muy alta o de plano
de muy abajo, y en esos dos casos se distorsiona la mirada.
12. Chicogrande es una historia
basada en hechos reales. Nace del cuento de Ricardo Garibay y del profundo
amor que le tiene Felipe Cazals a su país, que es México. Cazals
tiene un conocimiento profundo del mexicano y sabe de la añoranza que
tiene el mexicano por construir un país.
13. Chicogrande es un hombre
que da la vida por su General. La da porque mataron a su familia y cuando llegó Villa
le protegió, le dio
el dinero que nunca había visto y le dio motivos para la lucha. Busqué como
siempre hacer mi personaje complejo.
14. Pienso que la Academia
debe reconsiderar el dar nuevamente el premio a la Revelación masculina
y femenina y, cuando sea el caso, al actor infantil. Sería muy importante
que lo hicieran.
15. Soy muy relajado y coopero todo el tiempo en mi trabajo
como actor. He participado en diez óperas primas.
16. Quiero de un director
que sepa que soy su cómplice.
Pido que sea claro y que considere que voy a hacer lo que él me diga
y también lo
que yo creo que debo de hacer.
17. Al guionista le pido
que considere que su obra la terminó cuando escribió el punto
final. Hay muchos que se cierran, y no va por ahí.
Cuando alguien tiene calidad, el guión en escena fluye. Si se atora,
pues hay que apoyarlo para que se enriquezca y no pierda la intención
original.
Deben abrirse para que la historia se enriquezca.
18. Soy muy intolerante con
la flojera, con compañeros
actores perezosos.
Como empecé tarde en mi preparación como actor, siempre he querido
recuperar el tiempo. Difícilmente tolero a los perezosos.
19. Le he dado mucha importancia a mi preparación
académica,
porque mientras más estudias y más trabajas te saldrán
mejor las cosas. Es la constante.
20. Trabajar con Felipe Cazals es una clase magistral
de cómo se hace
cine.
21. Contratar a Damián
Alcázar no es
caro, es uno de mis errores. No hago cosas por dinero, tampoco comerciales.
Sólo acepto los papeles que me gustan.
22. Les digo que no a las películas que no
tiene sentido hacer, o a las películas gringas, como la de Denzel
Washington, en las que aparecen héroes gringos que matan mexicanitos
malos.
23. Descubrí el teatro en una escuela del Seguro
Social, del IMSS.
24. Como actor he tenido
cuatro maestros.
El primero, el del Seguro Social, me enseñó que
como actor lo tenemos todo. Imaginación, sensibilidad, energía,
voluntad, sentimientos, emociones e ideas están dentro del actor y
ese es el mundo con el que un actor se expresa, se manifiesta.
El segundo, Zermeño, que me llevó a la Universidad
Veracruzana, me enseñó que si no trabajas diario, simplemente
no sirve.
El tercero, Luis de Tavira, me enseñó que
si pasas a escena y sales igual, perdiste tu tiempo y se lo hiciste perder
a la audiencia, al público.
Es decir, si no te va la vida en esto, mejor no lo hagas. Al salir a escena
debes aprender siempre algo. Dicho de otra forma: si quieres ir a Argentina
y tomas un avión a Inglaterra, pues ¿adónde
quieres ir?
El cuarto, Ludvik Margules, un gran maestro que desafortunadamente
se nos murió hace muy poco tiempo, me enseñó lo siguiente: ¡no,
no es cierto, no sirve, es una mierda! Esto quiere decir: me enseñó que
nunca estás bien y que siempre podrías estar mejor, y que si
un día crees que así estás
bien, andas mal.
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