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Genoveva Martínez
Con más de 1,000 capítulos, Lo que callamos las mujeres educa, entretiene, apoya y se exporta
Publicada en la Revista no. 115 el 14 de octubre 2010
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Por José Antonio Fernández Fernández

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Genoveva Martínez es la productora de la serie Lo que callamos las mujeres, producida por TV Azteca en su fábrica Azteca Novelas.
Más de 1,000 capítulos producidos de Lo que callamos las mujeres certifican su éxito.

En la conversación, Genoveva Martínez me contó que en sus inicios colaboró con la serie educativa Plaza Sésamo, dedicada al público infantil en edad prescolar. Le pregunté si Lo que callamos... es una versión de Plaza Sésamo para mujeres.

También le pregunté si es cierto que Silvia Pinal la habría demandado legalmente por la similitud de su serie con Mujer, casos de la vida real.

José Antonio Fernández: ¿De dónde vienes, dónde naciste?
Genoveva Martínez:
Nací en la Ciudad de México, en el Sanatorio Español de Polanco. Soy chilanga de corazón.

Me crié en Cuajimalpa, cuando todavía era una zona alejada de la ciudad. Era un pueblo. Nosotros vivíamos en una mina de arena. Mi papá era ingeniero civil y tenía minas de arena. Para nosotros, sus hijos, era muy divertido. Vivíamos en un terreno aledaño a la mina en el que teníamos bosque y lago. Crecí con la naturaleza.

Yo tuve siempre la intención de ser periodista. De muy chica tomaba fotografías. Cuando tuve que decidir entrar a estudiar una carrera, me decidí por Comunicación porque me gustaba escribir. Quería hacer reportajes acompañados
por imágenes.

José Antonio Fernández: ¿En que universidad estudiaste?
Genoveva Martínez:
En la Universidad Anáhuac, con la especialidad de televisión.

Mis maestros me hicieron ver que no era buena. En concreto, Dolores Macip se encargó de decirme que era pésima periodista.

José Antonio Fernández: Siempre he creído que el profesorque se atreve a decir eso a un alumno está dando una calificación sumamente riesgosa, incorrecta diría yo, reprobable.
Un maestro no puede saber quién será bueno para algo, su labor es enseñar y animar, jamás desanimar.
Genoveva Martínez:
Sin duda es muy arriesgado que un profesor diga a un alumno que no es bueno para algo. La opinión de un profesor pesa mucho a esa edad. Pienso que nunca nadie debe decirle algo así a nadie.

Con el tiempo he aprendido que yo como productora le puedo decir a la gente que colabora conmigo que no me funciona a mí para algo específico, lo que no significa que esa persona no pueda desempeñar esa posición o no tenga lacapacidad para aprender más y superarse, o sencillamente no quiere decir que yo tenga la piedra filosofal y pueda estar equivocada.
Pienso que nadie puede erigirse en juez de nadie.

Puedo decir como jefa: a mí no me funcionas en esta tarea en concreto. Hasta ahí.


José Antonio Fernández: ¿Tu familia te apoyó para estudiar la carerra de Comunicación?
Genoveva Martínez:
Sí, de hecho mi hermana es de la primera generación de la Ibero, cuando la carrera era Ciencias y Técnicas de la Información. Había ese antecedente en la familia.
Se dio un ambiente de respeto y de apoyo.


José Antonio Fernández: Hay gente que pierde fuerzas e interés cuando le dan un golpe al ánimo tan fuerte como el que te dio a tí tu maestra Dolores. ¿Qué sucedió contigo después de eso?
Porque hay que tomar en cuenta que ya estabas en la universidad y que ya te habías animado a decir lo que querías hacer en tu vida laboral, lo que no es poca cosa.
Genoveva Martínez:
De entrada, evidentemente pensé que la señora tenía algo en contra mía. Sin embargo, como yo tenía muy malas calificaciones, consideré lo que me dijo.

En ese momento de confrontación busqué tomar algunos talleres de televisión y de cine. Me di cuenta que el tema de la imagen era el que me fascinaba. Decidí entonces hacer la especialidad en televisión. Me metí de lleno en clases de foto fija, en talleres de producción de video y en algunas (pocas) oportunidades que tuvimos para explorar en cine.

Una persona fundamental en mi carrera y en mi vida fue y es Ignacio Durán, Nacho Durán, mi maestro de cine. Ha sido mi mentor en momentos muy importantes de mi vida.
Conocí a Nacho Durán siendo mi profesor de Teoría Cinematográfica. También me dio clases de Producción de cine.


José Antonio Fernández: ¿Eres de la generación de la Universidad Anáhuac en la que estudió también Andrés Bustamante?
Genoveva Martínez:
Coincidí con Andrés Bustamante, Pedro Torres, Nacho Suárez y Guillermo Subiaur, gente que hoy ocupa lugares muy importantes en la industria de la televisión.

Con Andrés Bustamante coincidí también en nuestro primer trabajo, que fue en la Unidad de Televisión Educativa y Cultural de la SEP, que dirigía Nacho Durán. Hablo de la UTEC.

José Antonio Fernández: ¿Existe alguien que fue el gran motivador de tu generación? Son una generación muy activa. ¿Quién les picó la cresta?
Genoveva Martínez:
Sin duda alguna, el maestro Nacho Durán.

Somos varias generaciones que pasamos por sus clases, por su cátedra. Es un maestro de la vida, antes de serlo de la materia.

Nacho Durán ha marcado la vida de todos nosotros de manera definitiva. Nos impulsó y nos sigue impulsando a tener más conocimiento, a preguntarnos cómo hacerlo mejor.

En clases nos ponía muchas trampas Te doy un ejemplo: podía hablarnos más de media hora de una película que no existía. Cuando se daba cuenta de que nadie lo cuestionaba, nos decía: acaban de escuchar media hora de mentiras y no han hecho una sóla pregunta. Vayan a investigar de qué hablé.

Nacho Durán siempre nos retaba, lo que para todos fue muy interesante en la universidad. Nos mantenía despiertos. Nos enseñó a abrir los ojos siempre.


José Antonio Fernández: ¿Mantienes contacto todavía con Nacho Durán?
Genoveva Martínez:
Sí. Nacho Durán es diplomático. Trabaja actualmente en la Embajada de México en Londres.

Cada vez que viene a México sus exalumnos organizamos comidas para reunirnos con él. Sigue retándonos cada vez que nos ve. Nos pregunta qué estamos haciendo y por qué nos dedicamos a tal o cual cosa. Nos motiva a hacer mejor nuestro trabajo.

Si tienes la suerte de estar con Nacho Durán en Londres, como la he tenido yo, tendrás una estancia en la que conocerás la capital británica calle por calle y edificio por edificio a detalle, siempre comprendiendo el sentido histórico de cada rincón.

Nacho Durán tiene la gran cualidad de volver apasionante el conocimiento.


José Antonio Fernández: Cuando terminas la universidad, ¿con qué título práctico saliste dentro de tí?
Genoveva Martínez:
Salí de la Anáhuac sabiendo que quería hacer televisión. Hasta ahí. No sabía exactamente desde dónde entraría al mundo de la televisión.

Me gustaba la dirección y escribir. Tenía clarísimo que me dedicaría a la televisión, de eso ya no tenía la menor duda.

Tuve la oportunidad de hacer la maestría en Comunicación Educativa. Mis conocimientos me reconfirmaban que la televisión es una gran herramienta que puede entretener pero también educar, ser un vehículo de enseñanza y también de formación.


José Antonio Fernández: ¿Tenías algún contacto dentro del mundo de la televisión?
Genoveva Martínez:
En esa época, ninguno.

Mi hermana Amparo estaba dedicada al periodismo en radio.


José Antonio Fernández: Saliste muy motivada de la universidad y tenías claro que querías hacer televisión.
¿En qué momento se da tu entrada a la televisión?
Genoveva Martínez:
La maestría en Comunicación Educativa la cursé en Michigan.

Cuando regresé a México en 1986, me encontré con que a mi maestro Nacho Durán lo habían nombrado Director de la Unidad de Televisión Educativa y Cultural (UTEC) de la SEP. Fue una feliz coincidencia para mí.

Mi expectativa era ganar mucho dinero, pero no fue así. Vi a Nacho Durán y me invitó a trabajar en UTEC. Mi trabajo consistió en integrarme al departamento de Investigación de Audiencias, todavía no a producción. Viajé por toda la República visitando las teleaulas. En UTEC se producía toda la Telesecundaria. Aprendí mucho.

Me dediqué a estudiar cómo los chicos podían aprender viendo televisión.

Descubrí algunos asuntos básicos relacionados con el tema educación y televisión. Cosas muy técnicas que sirven de mucho cuando se produce televisión educativa. Por ejemplo, cuánto tiempo debe permanecer un texto en pantalla para que el alumno tome nota, o si un mapa se
comprende mejor cuando es animado o no. Estudié los movimientos de cámara y cómo es mejor utilizarlos. Evaluábamos a los alumnos en forma muy concisa, eso nos permitió averiguar cómo funcionaba la producción para cada materia.


José Antonio Fernández: ¿Cómo es que llegas de la Telesecundaria a Lo que callamos las mujeres en TV Azteca?
Genoveva Martínez:
Estuve un tiempo relativamente corto en UTEC en lo de la Telesecundaria. Después decidí tener hijos y me retiré de la televisión una época porque es un trabajo que absorbe mucho tiempo. Fundé entonces una empresa junto con mi hermana. Nos dedicamos a hacer evaluaciones de audiencias pero en el mundo de la publicidad.

En 1994 me invitaron a hacer la evaluación del programa Plaza Sésamo. Como consultora externa investigué para Televisa cómo era la recepción de la serie en niños de edad preescolar. Investigamos una comunidad en Oaxaca, otra en Zacatecas y una más en la Ciudad de México.

Monitoreamos esos tres grupos y averiguamos lo que aprendían y lo que les gustaba o no de Plaza Sésamo.

José Antonio Fernández: ¿Por qué tuvo tanto éxito el programa Plaza Sésamo?
Genoveva Martínez:
Plaza Sésamo es una serie con muchos aciertos de producción.

Su idea de los segmentos cortos es muy buena. Sabían que el período de atención de los niños preescolares no es mayor a 30 segundos, por eso todos, absolutamente todos sus segmentos, tenían una duración máxima de 30 segundos. Sin duda es su principal acierto.

Los creadores de Plaza Sésamo descubrieron la técnica de los 30 segundos de una forma sencilla: se dieron cuenta que los niños pequeños recuerdan con facilidad los comerciales, no así los programas completos. Por eso ellos decidieron sumar segmentos de 30 segundos o menos y así construyen el programa. Si el niño se distrae, de todos modos le van quedando enseñanzas en la mente y puede regresar al programa (seguirlo viendo) sin mayor problema en cualquier momento.

Una segunda característica clave de Plaza Sésamo son sus personajes, que son simpáticos y están muy bien pensados para los niños.

Un tercer punto es que los niños de esa edad tienen avidez por aprender, por eso exploran todo y preguntan todo, y eso los productores lo sabían. Supieron aprovechar a su público.

Además, Plaza sésamo era una alternativa divertida para conocer números, letras y palabras.


José Antonio Fernández: ¿Después de ese proyecto de Plaza Sésamo te sigues con TV Azteca?
Genoveva Martínez:
Así es. Cuando yo llegué a TV Azteca habían producido ya la telenovela Con toda el alma y arrancaban con la producción de Nada personal.

Entré a TV Azteca por una invitación que de nuevo me hizo Nacho Durán. Me dijo: ¿quieres entrar a trabajar a TV Azteca ó eres de las que critica la televisión comercial sentada en un café de Coyoacan?

Fue una invitación provocadora. Y me dijo más: si quieres, te puedes quedar en el café criticando a la televisión comercial o puedes venir a producirla con nosotros. ¿Qué prefieres hacer?

Por supuesto, acepté. Le pregunté: ¿cuándo quieres que me presente?


José Antonio Fernández: ¿Qué empezaste haciendo?
Genoveva Martínez:
De entrada me encargué del área de Recepción de nuevos proyectos. La idea fue abrirnos para recibir nuevas ideas de programas y formatos.

En 1998 ingresé a Azteca Novelas. Mi trabajo era supervisión de contenido. Colaboraba ya entonces con Elisa Salinas. Le hacía reportes del contenido de las telenovelas, de la tensión dramática, de personajes, ritmos, tramas, subtramas y de qué tanto crecía la historia de amor, que es siempre lo más relevante en una telenovela.

Ahí conocí a Bernardo Romero, el escritor de Mirada de mujer y de La vida en el espejo.

Con él trabajé de cerca y entendí lo que es escribir ficción.


José Antonio Fernández: ¿Qué te enseñó el escritor Bernardo Romero?
Genoveva Martínez:
De Bernardo Romero aprendí que lo más importante en la ficción es que parezca la vida real, la vida cotidiana. Sin embargo, para conseguir eso es necesario que lo que ves en pantalla no tenga nada que ver con la vida diaria. Parece una contradicción lo que te digo, pero no lo es.

La ficción es algo perfectamente diseñado y planeado, tanto que puede parecer la vida cotidiana aunque no lo sea.

Te lo digo así: la ficción parece la vida cotidiana, pero de cotidiano no tiene nada.


José Antonio Fernández: Te pido me expliques un poco más esta enseñanza del escritor Bernardo Romero.
Genoveva Martínez:
Te pongo un ejemplo: en Mirada de mujer los diálogos eran muy naturales. Cuando el personaje de María Inés (Angélica
Aragón) hablaba, muchísimas mujeres decían "¡claro!, eso es lo que diría cualquier mujer en esa circunstancia".

Sin embargo, al analizar los diálogos a fondo, en realidad lo que Bernardo Romero hacía decir al personaje de María Inés, era lo que muchísimas mujeres querían decir pero que no se atrevían a expresarlo.


En Mirada de mujer Bernardo Romero puso en escena el qué hace y qué dice una mujer de cincuenta años cuando se encuentra con que su marido la engaña. Cada renglón de los diálogos de María Inés en Mirada de mujer tenía las palabras y las pausas precisas de lo que una mujer hubiese querido hacer y decir en una circunstancia parecida.

Pero lo cierto es que las palabras de María Inés no son las que se dicen en la realidad, aunque lo parezcan.

Lo interesante del caso era que todo México comentaba: "lo que dice María Inés en Mirada de mujer, es la neta". Le decía al público lo que el público quería escuchar.

Bernardo Romero escribió diálogos de mujeres con gran honestidad en los que hablaban de sus tristezas, frustaciones, esperanzas y alegrías. Esa honestidad no es fácil encontrarla en la vida diaria, en la vida real. Mirada de mujer fue una telenovela totalmente aspiracional.

José Antonio Fernández: Cada vez que veo una telenovela pienso que en buena parte su gran éxito se debe a que los personajes pueden decir esas barbaridades que en la vida cotidiana pocos se atreven a decir. Dicen frases como las siguientes: "eres un cobarde, desgraciado, que sólo te mueves por dinero".

Va otra frase clásica: "eres una infeliz resbalosa, que sólo quieres su herencia". Una frase más: "jamás será tuyo y de eso me encargo yo, maldita ladrona".

Esto que te comento se parece a lo que me cuentas de Bernardo Romero, sólo que Romero se metió en cuestiones más de fondo.
Genoveva Martínez:
Lo que tú mencionas con sus ejemplos es una cuestión también muy importante para el género de las telenovelas. Se da un manejo del lenguaje con falta de pudor cuando se verbalizan los sentimientos.

Escuchar frases como "eres una ladrona, zorra, no te me acerques", difícilmente alguien se atreve a decirlas. Por eso cuando las escuchamos en pantalla, el público celebra: "¡qué bueno que se lo dijo, efectivamente es una zorra desgraciada!"

En las telenovelas, en el plano sentimental se da una falta de vergüenza y de pudor para decir las cosas, lo que es muy atractivo porque los mexicanos somos muy pudorosos en la vida real. No nos gusta exponernos.

Supongo que es el gran encanto de las telenovelas en el mundo, porque no sólo tienen éxito en México.

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Genoveva Martínez: Las telenovelas se venden en todo el planeta porque funcionan para ganar grandes audiencias.

José Antonio Fernández: Observo que ese lenguaje de las telenovelas le es tan propio al género, que incluso cuando en una película los personajes hablan con ese lenguaje, diciéndose " verdades" sin recato alguno, la película se devalúa en tanto la crítica la desprecia por parecer telenovela.
Genoveva Martínez:
El lenguaje de las telenovelas está tan bien identificado por la población, que cuando una persona se pone muy intensa no falta alguien que diga: su vida es como una telenovela o hace de su vida una telenovela. O se usa la frase: no hagas de tu vida una telenovela, y cualquiera entiende el significado.

José Antonio Fernández: ¿Qué te dice Elisa Salinas cuando te propone hacer Lo que callamos las mujeres?
Genoveva Martínez:
Me dijo: "vamos a producir un programa en el que le demos el mícrófono y la cámara a las mujeres. Hay que poner la televisión en manos de la gente y tomemos en cuenta que las personas que más televisión ven son mujeres".

De inicio la idea de la serie fue la siguiente: una mujer contaría a cámara su testimonio de algo doloroso que le hubiera sucedido y que por lo mismo lo habría callado. Sucesos que dan vergüenza y miedo.

Iniciamos con casos de mujeres que sufren violencia doméstica, en los que se juntan estos dos sentimientos muy intensamente: la vergüenza de decir "sí, yo soy una mujer maltratada y vejada, el trapeador de la familia", y también el miedo al agresor. Nos decían las entrevistadas: "si mi esposo (o mi pareja) me ve en la tele, me matará".

De hecho, el problema mayor que tuvimos para producir Lo que callamos las mujeres fue el siguiente: luego de grabar los dos primeros testimonios de mujeres en los que narraban sus casos, a los pocos días ambas vinieron a vernos para pedirnos que "por favor" no los sacáramos al aire. Pensaban que los maridos efectivamente las matarían. Temían por su vida, por su integridad física.

Una de esas dos mujeres que nos dio uno de los primeros testimonios, fue a dar al hospital por la golpiza que recibió de su pareja cuando él se enteró de que había venido a contarnos su caso.

Con estas primeras experiencias, nos dimos cuenta prácticamente de inmediato que no lograríamos hacer un programa en el que pusiéramosde forma permanente testimonios al aire, no había manera. El punto a resolver era que no queríamos producir una serie en la que de forma permanente ocultáramos los rostros de los personajes, de eso no se trataba. Hubiera sido poco soportable para el espectador no ver las caras y expresiones de los protagonistas principales a lo largo de media hora.

Entonces fue que Elisa Salinas decidió hacer Lo que callamos las mujeres de forma dramatizada. Preparamos un grupo de escritores que son investigadores también. Son entrevistadores con profunda sensibilidad, que escuchan historias reales y las convierten en un libreto.

José Antonio Fernández: ¿Por qué te eligió a tí Elisa Salinas para que participaras en Lo que callamos las mujeres?
Genoveva Martínez:
Pienso que consideró que yo estaba entendiendo el proyecto, que comprendía el objetivo que era contar historias reales de mujeres.

Éramos todo un equipo. El productor en ese momento de arranque fue Rafael Gutiérrez. Estaban escritores como Eric Von y Jesús Calzada.

Elisa Salinas compartía conmigo el concepto. No quería hacer algo que fuera sensacionalista ni exhibicionista. Su objetivo era totalmente claro: producir una serie que conmoviera y que a la vez animara a las mujeres para salir (liberarse) de una situación como la que se presentaba en pantalla.

José Antonio Fernández: ¿Cómo te propuso Elisa Salinas que participaras en Lo que callamos las mujeres? ¿Te gustó la idea de entrada?
Genoveva Martínez:
La idea del proyecto de inmediato me gustó muchísimo.

Elisa Salinas me invitó a ver un primer testimonio que ella ya había grabado. Lo hizo con una institución que se llama Mujeres ayudando a mujeres. Lo vimos juntas. Fue muy conmovedor sentir que debíamos ayudar a esa mujer que contaba su historia y a cuantas pudiéramos que estuvieran viviendo una circunstancia similar.

Elisa Salinas fue clara en su objetivo: "ayudemos a estas mujeres, así de fácil y compleja es mi propuesta". Me entusiasmé, por supuesto.

José Antonio Fernández: ¿Cómo hicieron la convocatoria para grabar los testimonios de donde salen las historias de Lo que callamos las mujeres?
Genoveva Martínez:
Conseguimos contactar a estas personas a través de esta institución, Mujeres apoyando a mujeres, que dirige Verónica Navarro. En esa época ella buscaba conseguir médicos, psicólogos, abogados y otros especialistas que dedicaran un poco de tiempo para apoyar a mujeres en dificultades. Como iniciaba con esa organización, recibían más mujeres de las que podían atender. Necesitaban más fondos para seguir ayudando.

José Antonio Fernández: ¿Siguen trabajando con Mujeres apoyando a mujeres y Verónica Navarro?
Genoveva Martínez:
Sí continuamos con ellos hasta la fecha. Ha sido una larga y fructífera relación.

José Antonio Fernández: ¿Todos los capítulos?
Genoveva Martínez:
No todos. La demanda de casos que nos llegan fue creciendo y la temática se diversificó.

En el tema de violencia incluimos casos de Mujeres apoyando mujeres (Verónica Navarro) y de Apis, que es una organización que está más enfocada a encontrar refugio para mujeres que se ven obligadas a abandonar su hogar porque ya es imposible y demasiado riesgoso que permanezcan dentro de su casa. Para salvarse llegan al extremo de cambiar de identidad y llevarse o "secuestrar" a sus hijos para también salvarlos.

El siguiente tema importante de la serie es el de la salud. Como las mujeres deben cuidar de la salud del marido, hijos, hijas y padres, comúnmente nosotras nos descuidamos. Problemas de salud como cáncer cervicouterino y cáncer de mama, se dan en forma dramática porque no hay prevención.

Otro tema que vemos con otras asociaciones es el de las adicciones. Nos han llegado muchos casos de mujeres con maridos alcohólicos o drogadictos que sufren codependencia. Muchas mujeres se han abierto y nos confiesan que son adictas a las pastillas para dormir o al alcohol. Hemos buscado otras intituciones que apoyan este tipo de casos.

Nos encontramos con temas dramáticos también como la bulimia, la anorexia y trastornos alimenticios.

Otro tema igualmente importante es el de la delincuencia organizada. Mujeres que se involucran con el crimen porque ayudan a dar de comer al secuestrado o a pasar la droga, o que tienen algún familiar cercano en prisión o metido en problemas.

José Antonio Fernández: Después de 1,000 capítulos de Lo que callamos las mujeres, ¿crees que pudiera existir una serie que llevara por nombre Lo que callamos los hombres?
Genoveva Martínez:
Definitivamente sí. Lo intentamos en una temporada. Realizamos dos series: Sexo fuerte y Cambio de vida. Ahí exponíamos la problemática de los hombres, como los problemas de potencia sexual por sentirse demandados en exceso, el ser proveedores de por vida y otros temas más.

Con esa experiencia creo que deberíamos hacer una nueva serie pero en comedia, para que sí sea vista por los hombres. A los hombres no les gusta tanto el melodrama. Les gusta reír de sus problemas, hablo de humor negro.

José Antonio Fernández: Te pregunto esto porque la televisión ha insistido por años que la vida de las mujeres es más dramática que la de los hombres, pero las estadísticas asguran que la vida de los hombres es mucho más dramática que la de las mujeres. Los hombres se mueren antes, se matan entre sí, padecen cualquier cantidad de enfermedades, sufren todo tipo de excesos y adicciones, caen en la cárcel en mucho mayor número que las mujeres, quiebran y viven todo tipo de situaciones dramáticas.
Genoveva Martínez:
Creo que el drama tiene poco que ver con los conflictos.

Te lo explico así: una familia puede tener muchos conflictos, muchos problemas, pero eso no quiere decir que ellos vivan esos líos de manera dramática. Esto significa que en esa familia hay problemas, pero no drama.

En cambio, hay familias y personas que su vida parecería que es miel sobre hojuelas, pero que de todo la arman de tos. Entonces esa persona y esa familia son muy dramáticas. Todo se lo toman personal.

Pienso que somos nosotros los que ponemos el drama a los eventos.

S í creo que las mujeres tenemos mayor tendencia a dramatizar los eventos, los hombres no tanto. Para convertir una balacera en un drama, se requiere de un punto de vista dramático. Si dos señoras están lavando la ropa, es posible que conviertan su conversación en un gran drama, lo que podría no suceder (el drama) si dos hombres se balacean en una cantina.

Creo que el drama nada tiene que ver con la acción. Los hombres hacen menos drama. Te pongo un ejemplo: si una pareja va al cine, luego a cenar y después hacen el amor. Al día siguiente la mujer te puede contar una versión súper dramática de lo sucedido y el hombre no, él seguramente sería más anecdótico. Ella puede decir: lo sentí frío y distante, ordenó su cena antes que yo, no compartió conmigo su platillo o se quedó dormido de inmediato después de hacer el amor. Mientras que el hombre podría contar pocas cosas de lo que vivió en el cine, en la cena y al llegar a su casa.

José Antonio Fernández: Te pregunto algo en relación a la percepción y a la realidad: en estos tiempos en los que existe tanta violencia, hay toda una corriente de opinión que dice que son los medios los que han creado una percepción casi monstruosa de la violencia actual. Otro gran grupo considera que los medios sólo reflejan la realidad nacional y afirman que el México de hoy es efectivamente muy violento.

Luego de producir más de 1,000 capítulos de Lo que callamos las mujeres, ¿qué tan difícil ha sido conseguir casos verdaderos de violencia?
Genoveva Martínez:
Te puedo decir que desafortunadamente ha sido muy fácil encontrar historias verdaderas de violencia. Sí existen en la vida real los más de 1,000 casos que hemos producido, que por cierto no todos son de violencia.

Algunos casos que nos llegan los trabajamos, lo que significa que los adaptamos para televisión para que se comprendan lo mejor que sea posible. Toma en cuenta que Lo que callamos las mujeres es un programa que narra conflictos y posibles soluciones. Algunos casos los hacemos más dramáticos y a otros les quitamos un poco de drama, todo para poder enfocarlos y dejar del lado distractores que no ayudan a contar la historia, la debilitan o la confunden.

Muchos casos nos llegan directo vía cartas, llamadas y correos electrónicos.

José Antonio Fernández: Si te digo que considero que Lo que callamos las mujeres es un Plaza Sésamo para mujeres, ¿te parece una idea correcta o no?
Genoveva Martínez:
Sí creo que lo es.

José Antonio Fernández: Tu maestra Dolores Mazip no tuvo razón. Me queda totalmente claro que con Lo que callamos las mujeres también estás haciendo periodismo.

Más respuestas de Genoveva Martínez publicadas en exclusiva por canal100.com.mx:

La premisa de Lo que callamos las mujeres es que presentemos un final esperanzador.

Cuando nos traen historias para que las adaptemos y las llevemos a la pantalla, mostramos los guiones terminados a quien nos contó su historia. Por supuesto, les decimos claramente que el final lo haremos esperanzador. Si están de acuerdo con el guión de principio a fin, lo producimos. Si ellos dicen no a nuestra adaptación o no están de acuerdo con el final propuesto, lo modificamos o de plano no lo grabamos.

El que queramos siempre presentar finales esperanzadores no quiere decir que forcemos las historias para que los finales sean felices. Hay casos, por ejemplo, en los que el final necesariamente es la muerte de la protagonista o que alguno de los personajes se queda en la cárcel. En esos capítulos incluimos información sobre el duelo y cómo sucede, damos información de tanatología para que el público vea cómo se pueden manejar las cosas.

A las mujeres no les gusta jugar la posición de víctimas, eso lo tengo muy claro. Lo que sucede es que la sociedad pone sobre la mesa muchos elementos para que no les sucedan buenas historias a las mujeres. De hecho, te puedo decir que las mujeres que se acercan con nosotros lo hacen porque quieren ponerle un alto a su mala situación, son personas que intentan liberarse y salir adelante.

Cuando una mujer sale del silencio es cuando está dispuesta a ser distinta. Es cuando reconoce que no acepta su situación. La mujer que no rompe el silencio quizá ni siquiera esté consciente de lo que está viviendo.

Lo que callamos las mujeres sí ha conseguido provocar cambios en muchas personas. Tenemos contacto con la audiencia cuando grabamos en locación y nos comentan contínuamente de programas que les ayudaron a modificar en algo su vida. Recibimos muchas cartas en el mismo sentido. Nos dan las gracias. Las instituciones y patrocinadores que nos apoyan para producir los programas reciben muchas llamadas pidiendo ayuda (nosotros colocamos sus teléfonos y correos en pantalla para que el público los contacte).

Me gusta pensar que hemos logrado producir televisión educativa que sí sea vista.

Jamás nos ha llegado una demanda de Silvia Pinal por un supuesto parecido de Lo que callamos las mujeres con Mujer, casos de la vida real. Fueron sólo chismes.

Sigue siendo vigente el nombre de nuestra serie, aunque la ilusión es que lo sea cada vez menos.

La dinámica social nos trae temas que hace apenas diez años no nos llegaban. Dos ejemplos: el narcomenudeo o el consumo de drogas de las mismas mujeres.

En Lo que callamos las mujeres no le pagamos absolutamente nada, ni un peso, a quien nos trae sus historias. No lo hacemos porque desvituaríamos la esencia del programa.

Hemos producido más de 1,000 programas. Todo el elenco de TV Azteca ha participado al menos en uno de nuestros capítulos, al igual que los alumnos del CEFAC. Exportamos la serie a más de 40 países.

De que nos llega una historia a que la producimos para llevarla a la pantalla, nos tardamos unas tres semanas.

Quizás tienes razón al decir que sí estoy haciendo periodismo hoy.

Pienso que sin duda la audiencia ha valorado Lo que callamos las mujeres, tanto de México como del extranjero. Hemos recibido cualquier cantidad de reconocimientos de instituciones y grupos que dan valor a nuestro trabajo. En TV Azteca nos han otorgado un muy buen espacio, tanto yo como mi equipo estamos muy agradecidos. |

En la medición de ratings nos va bien, estamos al tú por tú con la comptencia. Conseguimos en promedio de 10 a 12 puntos de rating.

No siempre está el amor presente en Lo que callamos las mujeres, la serie no es una telenovela.

El reto hoy es seguir creciendo junto con nuestra audiencia, no despegarnos de la realidad, estar cerca de lo que sucede con nuestro público. Internet, por ejemplo, es un tema muy importante hoy. Sabemos que internet tiene que ver con un 30 por ciento de los divorcios.

Tengo la fortuna de que siempre estoy produciendo algo más, eso me ayuda. Produzco también la serie A cada quien su santo, en donde la premisa fundamental es que la fe mueve montañas. Contamos historias mágicas. Tiene más rating que Lo que callamos las mujeres.

Los actores y actrices que participan en Lo que callamos las mujeres trabajan con nosotros día y medio, de ahí tomamos en cuenta el salario que les pagamos.

• Todos los que hacemos televisión debemos estar conscientes de que de una u otra forma estamos educando a nuestro público en alguna medida. Por supuesto que sí. Nuestra responsabilidad es muy grande.

También quienes hacemos televisión abierta debemos considerar que llegamos a toda la familia.

Yo odiaría hacer una legislación para reglamentar los contenidos de la televisión, sin embargo me preocupa que un niño de 4 años vea violencia en televisión a cualquier hora.

Sí creo en los milagros. Hay unos santos buenísimos. Pero creo mucho más en que las personas que ya no están en nuestro plano nos echan la mano y están pendientes de nosotros.

 



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