José Cárdenas conversa con sinceridad. Hombre
de larga trayectoria en la televisión y la radio, es una figura que ha
encabezado importantes espacios noticiosos.
Pepe Cárdenas, como lo reconoce el público, forma parte de ese puñado
de conductores y comentaristas que están abriendo a la pluralidad los medios
electrónicos. Sin maestro que les enseñe, construyen una nueva relación
con el poder.
En esta entrevista Pepe Cárdenas nos cuenta con detalle cómo se
da esa nueva relación, y cómo él mismo empuja para que la
libertad de expresión camine hacia adelante.
Hombre de noticias que siempre pone energía al micrófono y a la
pantalla, es incisivo con cada personaje entrevistado. No importa la jerarquía.
El caso es buscar esas respuestas que estuvieron escondidas por años y
que ahora están empezando a decirse. Tiempos nuevos son los que narra.
José Antonio Fernández:
Tienes una trayectoria que ya suma más de 25 años dentro del periodismo.
Del ambiente que se vivía cuando te iniciaste en el periodismo en televisión,
al que se vive ahora, ¿sientes cambios importantes?
José Cardenas: Desde luego que hay una diferencia que se percibe.
Esta atmósfera que se da hoy, diferente a la de hace treinta años,
no es algo gratuito. Es resultado de todo un esfuerzo, en el que gente desde
la prensa escrita, la radio y la televisión (que es donde se nota menos),
ha ido conquistando espacios en favor de una demanda inaplazable: la demanda
de la sociedad por una información más clara, más profesional
y más oportuna. Nosotros somos
el resultado de una exigencia social. No se trata de una voluntad personal de
cada uno de nosotros, aunque cada uno tenga un compromiso y un código
de ética.
J.A.F.: ¿No se respiraba hace
treinta años este ambiente?
J.C.: No. Entonces el ejercicio de la información se parecía
más a la propaganda. Los medios casi siempre han estado supeditados a
los intereses del sexenio. Como los medios electrónicos siempre han dependido
de las Concesiones (legales) para dar certidumbre a su crecimiento, pues los
concesionarios, generalmente, suelen ser muy consecuentes con el sistema. Por
eso lo que ordenaba el gobierno en turno o el grupo en el poder es lo que se
solía hacer. Ahora hemos conquistado un espacio de libertad mucho mayor.
El gobierno también ha evolucionado y entiende que hay que despertar
la libertad de información. Hoy los medios son una gran ventana en la
que se ventilan los grandes asuntos entre los gobernantes y los gobernados.
Así los veo.
Algún día (en este sexenio), discutía con un personaje
importante sobre esto de los medios de comunicación. Yo le decía
que no estaba seguro de si esta libertad de la que gozamos en el régimen
del Presidente Zedillo es por convicción o por omisión del mandatario.
Este personaje me garantizó, y me garantiza, que es una convicción
democrática del Presidente Zedillo. Yo quiero creer. Finalmente se han
dado avances importantes. Hemos podido ejercer, siempre con responsabilidad,
un trabajo más libre. La radio ha sido vanguardia. Y dentro de la radio
este programa no es el único. No copiamos a otros. Hemos abierto espacios.
Ahora nos dedicamos a contar la realidad. Y resulta que ahora buscar y decir
la verdad es un gran negocio. Los tiempos más caros de la radio son los
noticiarios. Hace 20 años eso no sucedía.
J.A.F.: ¿La gente no los escuchaba?
J.C.: No los escuchaba porque sabían que no pasaba nada si no
los oían. Leían la prensa escrita o miraban los noticiarios de
la televisión. De pronto la radio despierta y le da cabida a esa inquietud
de la sociedad que demanda información veraz, oportuna y creíble.
J.A.F.: Hace treinta años,
¿a dónde llegaste a tocar la puerta por primera vez?
J.C.: Llegué a la televisión.
J.A.F.: ¿Aún cuando
sentiste ese ambiente cerrado de la información decidiste quedarte?
J.C.: Yo siempre he sido muy idealista. Siempre me he preocupado por
trabajar. Me di cuenta de que apoyado en el esfuerzo de todos los días
era posible lograr cosas. No me preocupaban los obstáculos. Esta es una
carrera de resistencia, no de velocidad.
Llegué a los 19 años a la televisión. Era muy joven. He
ido madurando a través de los errores. Soy un hombre directo, pragmático.
Estoy entregado a mi pasión, que es la noticia. Creo que soy un poco
como los toreros, que se lanzan al ruedo con la inconciencia total en busca
del arte de la tauromaquía y no les importa lo que hay detrás,
aunque después descubren que el mundo no es de colores.
Yo nunca he vendido entrevistas, ni criterio editorial, ni noticias. Nunca lo
hecho ni pienso hacerlo.
J.A.F.: Me dices que cuando entraste
a la televisión eras idealista. ¿Qué movía ese espíritu
idealista?
J.C.: Creo que era la inconciencia, el haber nacido en un hogar de clase
media, muy arropado y muy católico... el haber asistido a escuelas en
las que, con la notable excepción de la Carrera de Comunicación
en la Universidad Iberoamericana, no recuerdo que nadie intentara enseñarme
la realidad.
En ese entonces a mí me movía, más bien, un reto individualista.
Quería el éxito.
J.A.F.: ...¿de contacto con
la sociedad?
J.C.: El contacto se fue dando de manera accidental. De pronto yo empecé
a simpatizar con las causas de la justicia, de la libertad y la democracia.
Quizá traía la semilla sembrada de alguna forma, pero en un principio
fue de manera inconciente.
J.A.F: ¿Cuándo se sembró
esa semilla en tí?
J.C.: No lo sé. Quizá mis amigos, mi desarrollo como adolescente
que fue más en libertad, quizá por carencias... no sé.
Pero empecé a tener una gran simpatía por la lucha de la causas
justas. A mí no hay cosa que más me irrite que la injusticia.
Como cuando un criminal queda impune por corrupción, o cuando a gente
de pocos recursos le burlan el dinero ante la mirada cómplice de las
autoridades.
J.A.F.: Cuando la atmósfera
era cerrada, ¿recuerdas días en los que lograban burlar la vigilancia
de la autoridad y conseguían dar una noticia que el poder juzgara inconveniente
para sus intereses?
J.C.: Yo nunca me he preciado de ser audaz, y creo que no se trataba
de burlar a nadie. No creo en burlar, creo en razonar y argumentar. Te cuento
una experiencia reciente: a principios de marzo el Subcomandante Marcos nos
hizo llegar un comunicado grabado, en el que EZLN anunciaba la consulta popular
del 21 de marzo pasado. Yo sabía que era un asunto delicado porque tengo
la sensibilidad y la experiencia. Entonces llame a la Secretaría de Gobernación
y consulte, no pidiendo un permiso, sino informando que tenía el documento
y que lo transmitiría. Les avisé porque sé que es algo
muy sensible. La Secretaría de Gobernación vio con cierto temor
o recelo la posibilidad de manejar ese mensaje de Marcos al aire. Yo pienso
que si creemos que esto es una democracia, entonces hay que practicarla en los
hechos. Acordé con la Secretaría de Gobernación que pondríamos
al aire el comunicado del EZLN, y ellos me pidieron participar para defender
su punto de vista sobre el caso Chiapas. Me pareció justo. Hubiera sido
poco objetivo de mi parte no hacerlo así. Siempre he pugnado porque haya
pluralidad en la información. Así logramos que se escuchara la
voz de Marcos en la radio, y también la de Emilio Rabasa. Con toda legitimidad,
cada uno defendió su causa.
Finalmente lo que importa hoy es la suma de argumentos para encontrar la verdad,
y nadie tiene la verdad absoluta.
Yo sé que varios colegas míos también recibieron ese comunicado
grabado, y ni siquiera hicieron la lucha por darle cabida. Yo no soy zapatista,
pero sí tengo una obligación con el país.
J.A.F.: ¿Así era antes?
J.C.: No, antes todo era impositivo y autoritario. Yo salí de
varias estaciones de radio y de televisión porque siempre busqué,
quizá no con la armas apropiadas, un razonamiento, un equilibrio en la
información. Ahora entiendo las cosas bien, quizá en otros tiempos
me ganaba la pasión. Ahora busco razonamientos, no sumisión.
Sí hay que entender las razones de Estado, porque no vivimos en la jungla.
Pero también hay que comprender lo que significa la libertad y hay que
darle dimensión a esa libertad. No se trata sólo de un concepto
demagógico. Es un hecho que se ejerce cotidianamente.
J.A.F.: ¿Valorarías
que esas salidas fueron por problemas mínimos?
J.C.: Las salidas fueron por mi culpa. No quiero decir más que
eso. Por mi falta de madurez, visión e inteligencia. Así lo quiero
ver.
J.A.F.: Pero te estás juzgando
muy duramente.
J.C.: No, fíjate que no. Así lo veo ahora y lo reconozco.
No tengo por qué ocultarlo.
J.A.F.: ¿Eras más impulsivo?
J.C.: Más que impulsivo, irreflexivo. La vida te va dando golpes.
Hay quien madura más rapidamente que otros. Yo quizá haya tardado
un poco más. No digo que ya lo logré. Pero ahora entiendo con
mayor certeza cuál es la ruta que debe seguirse para conseguir los objetivos
que han moldeado mi código de conducta profesional.
J.A.F.: ¿Consideras que en
esas discusiones debías haber negociado?
J.C.: Creo que debía haber sido mucho más prudente y debía
haber negociado con muchas más razones.
J.A.F.: ¿Qué hacías?
¿Te ibas?
J.C.: Me salía, aventaba la puerta y no regresaba más...
un trabajo más y punto. Lo único que logré con eso fue
quedar fuera de proyectos importantes. Aclaro que considero muy importante el
proyecto de Radio Fórmula en el que hoy estoy todos los días.
J.A.F.: ¿Cómo valoras,
hoy, dentro de este contexto, el trabajo de Jacobo Zabludovsky?
J.C.: Fundamental. Pienso que Jacobo formó un oficio que no existía,
es su mérito. Antes cualquier locutor anunciaba una pasta dental y luego
te daba cuatro noticias. Jacobo funda, al menos para mi generación, el
concepto de la credibilidad. Eso es lo que yo le reconozco. Creó el oficio
del cual hoy vivo, y lo hago honradamente.
J.A.F.: ¿Zabludovsky es maestro
de todos?
J.C.: Lo es. Como ser humano y como profesional, aunque yo en lo personal
no comparta sus puntos de vista y hoy reconozca que Jacobo en más de
una ocasión fungió como vocero del poder.
Pero hoy valoro su enorme inteligencia y su gran capacidad personal.
J.A.F.: ¿Qué te acercó
al periodismo?
J.C.: Desde niño sentí una inclinación natural por
este oficio del periodismo. Mi padre era banquero. En casa recibíamos
el Excélsior. Lo leía y me motivé a hacer un periódico
casero al que le puse La voz del día. Tenía cuatro páginas,
lo hacía a mano y el que lo quisiera comprar se lo llevaba por veinte
centavos.
En la sala de mi casa jugaba a poner discos y al locutor.
En preparatoria hice el área de Químico Biólogicas, pensé
en ser médico. Tiempo después descubrí que lo que me atraía
no era tanto el ser cirujano o doctor, sino el estar cerca de la realidad humana
en el momento del mayor dolor. En ese momento a la gente no le queda otra más
que decir la verdad. Yo soy idealista y mi vida es buscar la verdad.
J.A.F.: La verdad llega a ser muy
cruda.
J.C.: La verdad no existe... estoy buscando un dios que no existe, pero
sé que tengo la consigna de buscarlo. Mi verdadera vocación es
conocer la pasión humana descarnada y desnuda. Encontré que a
través de la comunicación se da la vía de buscar la verdad.
J.A.F.: Este querer encontrar la cruda
verdad, ¿te lleva a poner contra las cuerdas a tus entrevistados? Eres
incisivo.
J.C.: La audiencia es la que me obliga a ser incisivo. Aquí recibimos
llamadas telefónicas del público, y se enojan en forma inmediata
cuando sienten que no estoy cumpliendo con mi trabajo. Eso me emociona y me
motiva, y me siento obligado a preguntar lo que la audiencia se cuestiona.
J.A.F.: Manejas un nivel de intensidad
muy fuerte en tus entrevistas.
J.C.: Comunicador que no emociona, no comunica. No tengo compromisos.
Tengo amistades, pero en el momento de mi trabajo profesional esas amistades
no cuentan. Yo trabajo para la audiencia, es con el público mi único
compromiso.
J.A.F.: ¿Te complican las entrevistas
las preguntas duras?
J.C.: Si, claro que sí, en momentos siento que me descarrilo.
Me he topado con personajes dificilísimos, que con mucha astucia son
un verdadero dique. Y yo busco por dónde entrar pero no siempre hay por
donde meterse. Si a quien entrevisto tiene obligaciones con la sociedad, me
siento de inmediato obligado a ser más acucioso justo por esa posición
de privilegio que juega. Trato de indagar más a fondo para que ellos
revelen quiénes son. Intento siempre hurgar en su alma.
J.A.F.: Gutiérrez Vivó me decía que hoy los medios tienen
mucho poder. ¿Estás de acuerdo?
J.C.: Por supuesto que sí. Vivimos en la mediocracia. Hoy no hay
dinero que alcance a un político para hacer una campaña sin los
medios de comunicación. Un político que viene a esta mesa tiene
la oportunidad de hablarle a poco más de un millón de posibles
electores.
J.A.F.: ¿Cómo se ejerce
el poder desde los medios?
J.C.: Desde el momento en que yo sé que hay un millón de
personas escuchando todos los días, me obliga a decir las cosas con mucha
sensatez. Yo no busco imponer mis opiniones. No me gusta hacer periodismo opinativo.
Mi patrón de conducta editorial pretende ser un vehículo que permita
poner sobre la mesa los elementos para que quien me escuche, en una actitud
madura y adulta, pueda armar el rompecabezas con sus propias conclusiones.
Yo sé que quien tiene un micrófono sufre la tentación de
convertir el periodismo informativo en el opinativo. Hay quien cree saber de
todo, y por eso opina de todo.
Yo estoy consciente de mis limitaciones, no soy experto en la mayoría
de los temas, por lo que me concreto a buscar a los que sí lo son. Por
supuesto, la emoción te lleva a opinar, igual hablando que con un simple
golpe de mesa.
J.A.F.: ¿Usas el poder para
colocar todos los elementos posible sobre la mesa?
J.C.: Así es. Esto lo leí hace muchos años, dicho
en una frase por el fundador del New York Times: todas las noticias que sea
posible imprimir. Por eso ese periódico es un gran tabique.
J.A.F.: Guillermo Ortega me decía
que siempre hay que luchar contra el fantasma de la autocensura. ¿Te
sucede a tí?
J.C.: Claro que me sucede. A diario hay que luchar contra ángeles
y demonios, y no hay que negar al diablo ni tampoco a Dios. Cuando me llega
una noticia muy delicada sí tengo que considerar cómo debo plantearla
a la sociedad, para que el público la comprenda en todo su peso y dimensión.
Y en este trabajo, como en todos los noticieros y programas en los que he participado
en mi vida, yo sólo soy un engrane. A mí me toca decidir el rumbo
pero soy parte de todo un equipo.
J.A.F.: Crees que hoy hay que mostrar la vida privada
de los personajes públicos?
J.C.: En la medida en que esa vida privada deja de serlo para convertirse
en pública, sí.
J.A.F.: ¿Qué medida
es esa?
J.C.: Si alguien que quiere ser candidato a algún puesto estuvo
en un manicomio, creo que hay que decirlo. Pero si un presidente tuvo cuatro
mujeres, ese es un problema de él y de su esposa.
Yo no debo juzgar moralmentente a las personas, pero sí me importa que
la gente sepa si el próximo candidato a "senador" estuvo o
no en la cárcel. Y debo decirlo aunque vaya de por medio mi seguridad.
J.A.F.: ¿Has tenido problemas
de seguridad?
J.C.: He recibido amenazas. No digo que todos los días, pero me
llegan. Me molestan y me entristecen, pero no me asustan. El día que
me vayan a dar un golpe no me van a avisar. Ando con los ojos abiertos.
J.A.F.: ¿Es por hablar de la
vida privada?
J.C.: No, no. Cuando dices algo no sabes a quién estás
afectando
J.A.F.: ¿Regresas a la televisión?
J.C.: Me encantaría hacer algo en el Canal 40. Admiro el trabajo
que están haciendo... ó en el 11 ó el 22
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