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José Cardenas
Hoy, buscar y decir la verdad es un negocio
Publicada en la Revista no. 47 el 01 de junio 1999
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José Cárdenas conversa con sinceridad. Hombre de larga trayectoria en la televisión y la radio, es una figura que ha encabezado importantes espacios noticiosos.
Pepe Cárdenas, como lo reconoce el público, forma parte de ese puñado de conductores y comentaristas que están abriendo a la pluralidad los medios electrónicos. Sin maestro que les enseñe, construyen una nueva relación con el poder.
En esta entrevista Pepe Cárdenas nos cuenta con detalle cómo se da esa nueva relación, y cómo él mismo empuja para que la libertad de expresión camine hacia adelante.
Hombre de noticias que siempre pone energía al micrófono y a la pantalla, es incisivo con cada personaje entrevistado. No importa la jerarquía. El caso es buscar esas respuestas que estuvieron escondidas por años y que ahora están empezando a decirse. Tiempos nuevos son los que narra.

José Antonio Fernández: Tienes una trayectoria que ya suma más de 25 años dentro del periodismo.
Del ambiente que se vivía cuando te iniciaste en el periodismo en televisión, al que se vive ahora, ¿sientes cambios importantes?
José Cardenas
: Desde luego que hay una diferencia que se percibe. Esta atmósfera que se da hoy, diferente a la de hace treinta años, no es algo gratuito. Es resultado de todo un esfuerzo, en el que gente desde la prensa escrita, la radio y la televisión (que es donde se nota menos), ha ido conquistando espacios en favor de una demanda inaplazable: la demanda de la sociedad por una información más clara, más profesional y más oportuna. Nosotros somos
el resultado de una exigencia social. No se trata de una voluntad personal de cada uno de nosotros, aunque cada uno tenga un compromiso y un código de ética.

J.A.F.: ¿No se respiraba hace treinta años este ambiente?
J.C.:
No. Entonces el ejercicio de la información se parecía más a la propaganda. Los medios casi siempre han estado supeditados a los intereses del sexenio. Como los medios electrónicos siempre han dependido de las Concesiones (legales) para dar certidumbre a su crecimiento, pues los concesionarios, generalmente, suelen ser muy consecuentes con el sistema. Por eso lo que ordenaba el gobierno en turno o el grupo en el poder es lo que se solía hacer. Ahora hemos conquistado un espacio de libertad mucho mayor.
El gobierno también ha evolucionado y entiende que hay que despertar la libertad de información. Hoy los medios son una gran ventana en la que se ventilan los grandes asuntos entre los gobernantes y los gobernados. Así los veo.
Algún día (en este sexenio), discutía con un personaje importante sobre esto de los medios de comunicación. Yo le decía que no estaba seguro de si esta libertad de la que gozamos en el régimen del Presidente Zedillo es por convicción o por omisión del mandatario. Este personaje me garantizó, y me garantiza, que es una convicción democrática del Presidente Zedillo. Yo quiero creer. Finalmente se han dado avances importantes. Hemos podido ejercer, siempre con responsabilidad, un trabajo más libre. La radio ha sido vanguardia. Y dentro de la radio este programa no es el único. No copiamos a otros. Hemos abierto espacios. Ahora nos dedicamos a contar la realidad. Y resulta que ahora buscar y decir la verdad es un gran negocio. Los tiempos más caros de la radio son los noticiarios. Hace 20 años eso no sucedía.

J.A.F.: ¿La gente no los escuchaba?
J.C.:
No los escuchaba porque sabían que no pasaba nada si no los oían. Leían la prensa escrita o miraban los noticiarios de la televisión. De pronto la radio despierta y le da cabida a esa inquietud de la sociedad que demanda información veraz, oportuna y creíble.

J.A.F.: Hace treinta años, ¿a dónde llegaste a tocar la puerta por primera vez?
J.C.:
Llegué a la televisión.

J.A.F.: ¿Aún cuando sentiste ese ambiente cerrado de la información decidiste quedarte?
J.C.:
Yo siempre he sido muy idealista. Siempre me he preocupado por trabajar. Me di cuenta de que apoyado en el esfuerzo de todos los días era posible lograr cosas. No me preocupaban los obstáculos. Esta es una carrera de resistencia, no de velocidad.
Llegué a los 19 años a la televisión. Era muy joven. He ido madurando a través de los errores. Soy un hombre directo, pragmático. Estoy entregado a mi pasión, que es la noticia. Creo que soy un poco como los toreros, que se lanzan al ruedo con la inconciencia total en busca del arte de la tauromaquía y no les importa lo que hay detrás, aunque después descubren que el mundo no es de colores.
Yo nunca he vendido entrevistas, ni criterio editorial, ni noticias. Nunca lo hecho ni pienso hacerlo.

J.A.F.: Me dices que cuando entraste a la televisión eras idealista. ¿Qué movía ese espíritu idealista?
J.C.:
Creo que era la inconciencia, el haber nacido en un hogar de clase media, muy arropado y muy católico... el haber asistido a escuelas en las que, con la notable excepción de la Carrera de Comunicación en la Universidad Iberoamericana, no recuerdo que nadie intentara enseñarme la realidad.
En ese entonces a mí me movía, más bien, un reto individualista. Quería el éxito.

J.A.F.: ...¿de contacto con la sociedad?
J.C.:
El contacto se fue dando de manera accidental. De pronto yo empecé a simpatizar con las causas de la justicia, de la libertad y la democracia. Quizá traía la semilla sembrada de alguna forma, pero en un principio fue de manera inconciente.

J.A.F: ¿Cuándo se sembró esa semilla en tí?
J.C.:
No lo sé. Quizá mis amigos, mi desarrollo como adolescente que fue más en libertad, quizá por carencias... no sé. Pero empecé a tener una gran simpatía por la lucha de la causas justas. A mí no hay cosa que más me irrite que la injusticia. Como cuando un criminal queda impune por corrupción, o cuando a gente de pocos recursos le burlan el dinero ante la mirada cómplice de las autoridades.

J.A.F.: Cuando la atmósfera era cerrada, ¿recuerdas días en los que lograban burlar la vigilancia de la autoridad y conseguían dar una noticia que el poder juzgara inconveniente para sus intereses?
J.C.:
Yo nunca me he preciado de ser audaz, y creo que no se trataba de burlar a nadie. No creo en burlar, creo en razonar y argumentar. Te cuento una experiencia reciente: a principios de marzo el Subcomandante Marcos nos hizo llegar un comunicado grabado, en el que EZLN anunciaba la consulta popular del 21 de marzo pasado. Yo sabía que era un asunto delicado porque tengo la sensibilidad y la experiencia. Entonces llame a la Secretaría de Gobernación y consulte, no pidiendo un permiso, sino informando que tenía el documento y que lo transmitiría. Les avisé porque sé que es algo muy sensible. La Secretaría de Gobernación vio con cierto temor o recelo la posibilidad de manejar ese mensaje de Marcos al aire. Yo pienso que si creemos que esto es una democracia, entonces hay que practicarla en los hechos. Acordé con la Secretaría de Gobernación que pondríamos al aire el comunicado del EZLN, y ellos me pidieron participar para defender su punto de vista sobre el caso Chiapas. Me pareció justo. Hubiera sido poco objetivo de mi parte no hacerlo así. Siempre he pugnado porque haya pluralidad en la información. Así logramos que se escuchara la voz de Marcos en la radio, y también la de Emilio Rabasa. Con toda legitimidad, cada uno defendió su causa.
Finalmente lo que importa hoy es la suma de argumentos para encontrar la verdad, y nadie tiene la verdad absoluta.
Yo sé que varios colegas míos también recibieron ese comunicado grabado, y ni siquiera hicieron la lucha por darle cabida. Yo no soy zapatista, pero sí tengo una obligación con el país.

J.A.F.: ¿Así era antes?
J.C.:
No, antes todo era impositivo y autoritario. Yo salí de varias estaciones de radio y de televisión porque siempre busqué, quizá no con la armas apropiadas, un razonamiento, un equilibrio en la información. Ahora entiendo las cosas bien, quizá en otros tiempos me ganaba la pasión. Ahora busco razonamientos, no sumisión.
Sí hay que entender las razones de Estado, porque no vivimos en la jungla. Pero también hay que comprender lo que significa la libertad y hay que darle dimensión a esa libertad. No se trata sólo de un concepto demagógico. Es un hecho que se ejerce cotidianamente.

J.A.F.: ¿Valorarías que esas salidas fueron por problemas mínimos?
J.C.:
Las salidas fueron por mi culpa. No quiero decir más que eso. Por mi falta de madurez, visión e inteligencia. Así lo quiero ver.

J.A.F.: Pero te estás juzgando muy duramente.
J.C.:
No, fíjate que no. Así lo veo ahora y lo reconozco. No tengo por qué ocultarlo.

J.A.F.: ¿Eras más impulsivo?
J.C.:
Más que impulsivo, irreflexivo. La vida te va dando golpes. Hay quien madura más rapidamente que otros. Yo quizá haya tardado un poco más. No digo que ya lo logré. Pero ahora entiendo con mayor certeza cuál es la ruta que debe seguirse para conseguir los objetivos que han moldeado mi código de conducta profesional.

J.A.F.: ¿Consideras que en esas discusiones debías haber negociado?
J.C.:
Creo que debía haber sido mucho más prudente y debía haber negociado con muchas más razones.

J.A.F.: ¿Qué hacías? ¿Te ibas?
J.C.:
Me salía, aventaba la puerta y no regresaba más... un trabajo más y punto. Lo único que logré con eso fue quedar fuera de proyectos importantes. Aclaro que considero muy importante el proyecto de Radio Fórmula en el que hoy estoy todos los días.

J.A.F.: ¿Cómo valoras, hoy, dentro de este contexto, el trabajo de Jacobo Zabludovsky?
J.C.:
Fundamental. Pienso que Jacobo formó un oficio que no existía, es su mérito. Antes cualquier locutor anunciaba una pasta dental y luego te daba cuatro noticias. Jacobo funda, al menos para mi generación, el concepto de la credibilidad. Eso es lo que yo le reconozco. Creó el oficio del cual hoy vivo, y lo hago honradamente.

J.A.F.: ¿Zabludovsky es maestro de todos?
J.C.:
Lo es. Como ser humano y como profesional, aunque yo en lo personal no comparta sus puntos de vista y hoy reconozca que Jacobo en más de una ocasión fungió como vocero del poder.
Pero hoy valoro su enorme inteligencia y su gran capacidad personal.

J.A.F.: ¿Qué te acercó al periodismo?
J.C.:
Desde niño sentí una inclinación natural por este oficio del periodismo. Mi padre era banquero. En casa recibíamos el Excélsior. Lo leía y me motivé a hacer un periódico casero al que le puse La voz del día. Tenía cuatro páginas, lo hacía a mano y el que lo quisiera comprar se lo llevaba por veinte centavos.
En la sala de mi casa jugaba a poner discos y al locutor.
En preparatoria hice el área de Químico Biólogicas, pensé en ser médico. Tiempo después descubrí que lo que me atraía no era tanto el ser cirujano o doctor, sino el estar cerca de la realidad humana en el momento del mayor dolor. En ese momento a la gente no le queda otra más que decir la verdad. Yo soy idealista y mi vida es buscar la verdad.

J.A.F.: La verdad llega a ser muy cruda.
J.C.:
La verdad no existe... estoy buscando un dios que no existe, pero sé que tengo la consigna de buscarlo. Mi verdadera vocación es conocer la pasión humana descarnada y desnuda. Encontré que a través de la comunicación se da la vía de buscar la verdad.

J.A.F.: Este querer encontrar la cruda verdad, ¿te lleva a poner contra las cuerdas a tus entrevistados? Eres incisivo.
J.C.:
La audiencia es la que me obliga a ser incisivo. Aquí recibimos llamadas telefónicas del público, y se enojan en forma inmediata cuando sienten que no estoy cumpliendo con mi trabajo. Eso me emociona y me motiva, y me siento obligado a preguntar lo que la audiencia se cuestiona.

J.A.F.: Manejas un nivel de intensidad muy fuerte en tus entrevistas.
J.C.:
Comunicador que no emociona, no comunica. No tengo compromisos. Tengo amistades, pero en el momento de mi trabajo profesional esas amistades no cuentan. Yo trabajo para la audiencia, es con el público mi único compromiso.

J.A.F.: ¿Te complican las entrevistas las preguntas duras?
J.C.:
Si, claro que sí, en momentos siento que me descarrilo. Me he topado con personajes dificilísimos, que con mucha astucia son un verdadero dique. Y yo busco por dónde entrar pero no siempre hay por donde meterse. Si a quien entrevisto tiene obligaciones con la sociedad, me siento de inmediato obligado a ser más acucioso justo por esa posición de privilegio que juega. Trato de indagar más a fondo para que ellos revelen quiénes son. Intento siempre hurgar en su alma.

J.A.F.: Gutiérrez Vivó me decía que hoy los medios tienen mucho poder. ¿Estás de acuerdo?
J.C.:
Por supuesto que sí. Vivimos en la mediocracia. Hoy no hay dinero que alcance a un político para hacer una campaña sin los medios de comunicación. Un político que viene a esta mesa tiene la oportunidad de hablarle a poco más de un millón de posibles electores.

J.A.F.: ¿Cómo se ejerce el poder desde los medios?
J.C.:
Desde el momento en que yo sé que hay un millón de personas escuchando todos los días, me obliga a decir las cosas con mucha sensatez. Yo no busco imponer mis opiniones. No me gusta hacer periodismo opinativo. Mi patrón de conducta editorial pretende ser un vehículo que permita poner sobre la mesa los elementos para que quien me escuche, en una actitud madura y adulta, pueda armar el rompecabezas con sus propias conclusiones.
Yo sé que quien tiene un micrófono sufre la tentación de convertir el periodismo informativo en el opinativo. Hay quien cree saber de todo, y por eso opina de todo.
Yo estoy consciente de mis limitaciones, no soy experto en la mayoría de los temas, por lo que me concreto a buscar a los que sí lo son. Por supuesto, la emoción te lleva a opinar, igual hablando que con un simple golpe de mesa.

J.A.F.: ¿Usas el poder para colocar todos los elementos posible sobre la mesa?
J.C.:
Así es. Esto lo leí hace muchos años, dicho en una frase por el fundador del New York Times: todas las noticias que sea posible imprimir. Por eso ese periódico es un gran tabique.

J.A.F.: Guillermo Ortega me decía que siempre hay que luchar contra el fantasma de la autocensura. ¿Te sucede a tí?
J.C.:
Claro que me sucede. A diario hay que luchar contra ángeles y demonios, y no hay que negar al diablo ni tampoco a Dios. Cuando me llega una noticia muy delicada sí tengo que considerar cómo debo plantearla a la sociedad, para que el público la comprenda en todo su peso y dimensión. Y en este trabajo, como en todos los noticieros y programas en los que he participado en mi vida, yo sólo soy un engrane. A mí me toca decidir el rumbo pero soy parte de todo un equipo.

J.A.F.: Crees que hoy hay que mostrar la vida privada de los personajes públicos?
J.C.:
En la medida en que esa vida privada deja de serlo para convertirse en pública, sí.

J.A.F.: ¿Qué medida es esa?
J.C.:
Si alguien que quiere ser candidato a algún puesto estuvo en un manicomio, creo que hay que decirlo. Pero si un presidente tuvo cuatro mujeres, ese es un problema de él y de su esposa.
Yo no debo juzgar moralmentente a las personas, pero sí me importa que la gente sepa si el próximo candidato a "senador" estuvo o no en la cárcel. Y debo decirlo aunque vaya de por medio mi seguridad.

J.A.F.: ¿Has tenido problemas de seguridad?
J.C.:
He recibido amenazas. No digo que todos los días, pero me llegan. Me molestan y me entristecen, pero no me asustan. El día que me vayan a dar un golpe no me van a avisar. Ando con los ojos abiertos.

J.A.F.: ¿Es por hablar de la vida privada?
J.C.:
No, no. Cuando dices algo no sabes a quién estás afectando

J.A.F.: ¿Regresas a la televisión?
J.C.:
Me encantaría hacer algo en el Canal 40. Admiro el trabajo que están haciendo... ó en el 11 ó el 22



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