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Rafael Inclán
Espero de un director que me lleve, me estruje, me exija y me luzca
Publicada en la Revista no. 82 el 14 de abril 2005
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Por José Antonio Fernández F.

Rafael Inclán es un actor vigente. Su capacidad histriónica ha pasado todas las pruebas. Tuvo gran éxito en el teatro de comedia, que ya desapareció, y luego se volvió un ícono del cine de ficheras, que reventó porque decayó en calidad. Inclán sólo hizo seis películas de ficheras. Actuó en la primera de ellas que fue el gran cañonazo comercial de los setentas: Bellas de Noche.

Pero Rafael Inclán está vigente porque es actor. Llena la pantalla en cualquier papel que interprete. De ese cine de ficheras, es el único que tracendió y que hasta la fecha sigue filmando. Sus armas son estudiar a sus personajes. Definirlos. El año pasado ganó el Ariel por su actuación en la película Nicotina.

José Antonio Fernández: Tomar la decisión de dedicarse a una sóla cosa en la vida no es nada fácil. ¿Cómo tomas la decisión de sólo ser actor?
Rafael Inclán:
Yo vengo de familia de artistas. Nunca fui niño prodigio, aunque sí me pusieron a participar en algunas cosas. Mi tío abuelo, Miguel Inclán, fue un villano que marcó época en el cine. Mi apellido es Jiménez Inclán, y me quedé con el Inclán porque de las dos familias es el apellido artístico.
Mi familia se dedicó al teatro de revista. Era gente que trabajaba muy fuerte en la carpa. Mi papá era bailarín excéntrico. Les llamaban así a los que hacían un número cómico y cerraban bailando.
Al principio yo no vi con buenos ojos la carrera de actor, porque veía cómo sufrían. Mi mamá y su hermana gemela (Las Cuatas Inclán) cantaban. Mi mamá manejó todos los géneros, Quizá por eso tengo yo esa indisciplina para los géneros, igual puedo hacer las ficheras que un clásico como Moliere, que Las Golfas en teatro o una película con Ripstein o Nicotina.
Mi papá, al tiempo, dejó la carrera de actor y puso una carnicería en Guadalajara.

J.A.F.: ¿Y cuándo tomas la decisión de ser actor?
Rafael Inclán:
Mi familia nunca tuvo gran dinero. No supo cobrar. Es uno de los lastres que yo acarreo: no sé cobrar.
Mis padres viajaban mucho. Yo me crié en el circo Beas Modelo, que era tan grande en ese tiempo como el Ringling Bros. Traía animales y un salón de variedades en el que cantaban mi tía y mi mamá. Un tiempo me dediqué a animar quinceaños y bodas. Tenía unos diecisiete años.

J.A.F.: ¿Cuándo hiciste tu primera actuación?
Rafael Inclán:
En Guadalajara hice de angelito en el Teatro Degollado en la obra Angelitos Negros. No hice casting, el color me ayudó muchísimo. Luego en las carpas me aventaba y bailaba un twist.
De niño y de adolescente me dediqué mucho más a ver que a actuar.
La verdad es que no fui de esos niños que jugaban en sus casas a ser actor o a montar una obra con títeres. No me llamaba mucho la atención. En 1960 participé en un concurso de teatro en el Politécnico, patrocinado por Canal 11, y lo gané.

J.A.F.: ¿Fuiste un gran espectador de teatro?
Rafael Inclán:
Claro. Yo siempre estaba ahí, observando. Conocía bien el ambiente de la carpa. Lo veía desde abajo. Da miedo, porque la llamada palomilla iba a diario. Eran reventadores y fans. Se metían fuerte con los artistas. Si alguien les gustaba lo elevaban para convertirlo en la figura.

J.A.F.: ¿A qué te refieres al decir que eran reventadores?
Rafael Inclán:
La palomilla era un público que iba prácticamente todos los días a la carpa. Ya se sabían los chistes. Muchas veces ellos decían el remate del chiste antes que el actor. Yo veía eso y me daba miedo porque era muy difícil para los actores.
Un buen día entré a trabajar a una fábrica de trajes. El dueño era Francisco Sabal. Yo era bodeguero. Cometí el error de casarme, y digo que fue un error para mi familia. Tenía 22 años y entonces fue cuando le pedí una oportunidad al señor Luis G. Basurto para ser actor. El señor Basurto tenía un teatro rodante que viajaba por toda la República Mexicana. Era amigo de mi mamá y me dio la oportunidad de hacer algunos papeles.

J.A.F.: ¿Hasta que te casaste fue que buscaste definir tu carrera profesional como actor?
Rafel Inclán:
Así es. Al casarme estaba ya obligado a definir lo que quería ser en la vida: si un buen venededor, un buen bodeguero, un golfo perenne o un buen actor. Lo de golfo nunca lo deseché y lo mancomuné con mi carrera de actor. Y espero seguirlo haciendo.

J.A.F.: ¿A qué te refieres con golfería?
Rafael Inclán:
Es hacer lo que quiero a la hora en que pueda hacerlo. Soy una gente enferma de mi carrera. Me angustio mucho por no agradar.

J.A.F.: Esa última descripción no indica que seas un golfo perenne.
Rafael Inclán:
Cuando mi carrera me lo permite suelto al golfo que traigo dentro. Quiero seguirme casando y divorciando. Unirme y desunirme.

J.A.F.: ¿Te has casado muchas veces?
Rafael Inclán:
No. Legalmente dos veces. He tenido otras relaciones.

J.A.F.: ¿Muchas?
Rafael Inclán:
Eso de muchas es relativo. ¿Cuántas son muchas para Andrés García y cuántas son muchas para Polo Ortín?

J.A.F.: ¿Para tí cuántas son muchas?
Rafael Inclán:
Estoy en medio de los dos, pero creo que le voy pisando más los talones a Andrés.
Total que regresando al tema del momento en el que decidí dedicarme a la actuación, estuve un año con el teatro rodante de Luis G. Basurto. Para finales de 1967 Basurto me llamó para una nueva gira por todo el país con la obra Las Golfas, de Alfonso Anaya, un muy buen comediógrafo que no tuvo mucha suerte.
Las Golfas fue un hit teatral en 1968. Se estrenó en el teatro Principal. En ese momento te puedo decir que empezó realmente mi carrera. A partir de esa obra he tenido el privilegio de hacer todos los géneros de la comedia.

J.A.F.: ¿Por qué te dedicaste desde un inicio a la comedia?
Rafael Inclán:
Porque me gusta hacer reír. Y me gusta hacer reír sin truco.

J.A.F.: ¿A qué te refieres al decir que te gusta hacer reír sin truco?
Rafel Inclán:
Algunos actores aprendemos a hacer reír con truco y te pongo un ejemplo. Un día te caes en una escena y ves que funciona y lo dejas como el gag de siempre. El público que ve la obra por primera vez cree que la caída no fue intencional, y que todos se ríen en el escenario porque no estaba planeado así, cuando es justamente lo contrario. Son recursos
de la comedia.
A mí me gusta más hacer reír por la comedia misma, sin subterfugios. Que la gente se ría porque te caes de verdad o porque la caída sea teatral, es decir, que esté puesta desde el princpio, o que se rían por el texto.
Desde que participé en Las Golfas, en 1968, he dejado de trabajar muy poco.

J.A.F.: ¿Cómo entras al cine?
Rafael Inclán:
Llegué accidentalmente al cine justamente a la película Las Golfas. Yo hacía un vendedor de Biblias que se metía a un cuarto con una prostituta. Ella quería vender su cuerpo y yo quería venderle una Biblia. La escena era muy simpática.
El día que debían filmar esa escena el actor contratado no llegó. Alguien dijo que había un muchacho que hacía la escena en teatro, y el director pidió que me buscaran y me llevaran al set en ese momento. Fueron por mí, terminé la función y me llevaron a los Estudios América. Filmaban de noche.
De prostituta la hacía Malú Reyes, quien ya era una figura de cine nacional. Yo hice la escena teatral, como la llevaba, y fue un fracaso mi primera aparición en cine. Yo tenía muchas ganas de agradar y dije mis parlamentos muy rápido. Me excedí en el timming y la escena terminó estando precipitada. No le di chance a la gente de reírse. Me sentí mal conmigo cuando vi la película en el cine. Decidí que no era yo para cine, y seguí haciendo teatro.
Tuve otras participación pequeña, junto con Ortíz de Pinedo, en una película de José Luis Rodríguez El Puma. Pero no pasó nada y me seguí con el teatro. Me presentaba en La Carpa Olímpica. Era un coliseo popular de comedia con sketches largos.

J.A.F.: ¿Y cuándo regresas al cine a hacer películas de ficheras?
Rafael Inclán:
Lalo El Mimo llevó a Guillermo Calderón a la Carpa Olímpica para que me viera a mí y al teatro de comedia escrito por el Güero Castro.
Yo estaba muy seguro en el teatro porque nadie te exige que seas guapo. Te exigen que agrades, gustes y cumplas. No implica el verte en pantalla y aceptarte.

J.A.F.: ¿Te dedicaste unos diez años a hacer teatro de comedia?
Rafael Inclán:
Unos 8 años. Pero ese teatro de comedia desapareció. Llegamos a presentar funciones de martes a domingo. Pero la asistencia bajó y desapareció el teatro de carpa. Como desapareció también el cine de ficheras.
Fueron tiempos en los que los productores ponían dinero siempre y cuando les regresara en las taquillas. Hoy no se sabe ni quién vende.

J.A.F.: ¿Por qué crees que se terminó el teatro de comedia?
Rafael Inclán:
No lo sé. Es una pregunta difícil de responder. Creo que esta ciudad creció desmesuradamente y la gente se fue a vivir a donde se podía, y eso afectó mucho porque la gente que se fue a Satélite o a Villa Coapa le quedaba muy lejos el teatro. El público que nos iba a ver se citaba con su familia en la puerta del teatro con su esposa y sus hijos, y al salir cenaban en Los Pavitos o en la tortas Amalia y en 20 minutos estaban en la casa. Eso se acabó. Ese romántico D.F. no existió más.
Pero lo más importante fue y es la fuerza de la televisión. La televisión vino a robarse todo.

J.A.F.: ¿Cuál fue la primera película que se hizo de ficheras?
Rafael Inclán:
El Güero Castro hizo Operación Bikini, pero yo no la veo como la primera de ficheras. Intentaron hacer algo parecido a las películas de Luján en tiempos del rock. La rodaron con Verónica Castro y Lalo el Mimo como el cómico.
La primera película de ficheras fue Bellas de Noche. Las de ficheras fueron muy similares a las de rumberas, pero con más cómicos. Las clásicas las produjo Guillermo Calderón.

J.A.F.: Yo sí veo muy distintas las películas de ficheras a las de rumberas. Para empezar, en las de ficheras los galanes terminaron siendo los cómicos.
Rafael Inclán:
Nosotros los cómicos no la creíamos. Cuando nosotros (los cómicos) llegamos al cine había galanes como Andrés García y Jorge Rivero. Yo por eso no me quería ir al cine, porque yo en el teatro era estelar, y nunca pensé que haría estelares en el cine. Yo le decía a mi primo Alfonso Zayas, que en el cine no nos quedaba de otra más que ser los nuevos chicotes y mantequilla. Pero no sucedió así.
Resultó que apareció el galán cómico en pantalla. Su función era clara en las historias: como en la vida real, el más pendejo es el que se queda con la mejor. Esa es la función del galán cómico.
Los galanes cómicos fuimos Alfonso Zayas, El Caballo, el Flaco Ibáñez, Chatanuga y yo, y algunos más.

J.A.F.: ¿Cómo le fue en las salas de cine a la primera de ficheras: Bellas de Noche?
Rafael Inclán:
Fue un cañonazo. Un madrazo. Pegó con tubo. Los cines, que eran los llamados cines de piojos o de piojito de la época, se atascaron.

J.A.F.: ¿Combinabas el teatro de comedia con el cine?
Rafael Inclán:
No nos dimos cuenta, pero el teatro de comedia se acabó. La gente dejó de ir, pasó lo mismo que con el cine. Yo todavía llegué a hacer algo de teatro de comedia a principio de los ochentas, pero al extinguirse yo me dediqué al cine.

J.A.F.: ¿Cómo te sentiste en Bellas de Noche?
Rafael Inclán:
Muy mal. Con el libreto de Las Ficheras, obra del Güero Castro que estaba en el teatro (de comedia), hicieron Bellas de Noche. Eran Las Ficheras del Mundial 70. El Mimo era el estelar.
Me pidió el Güero Castro que él hiciera el papel del gay y que yo interpretara al ayudante del Mimo. Acepté. Hice un papel muy chiquito.
Guillermo Calderón, el productor, tuvo éxito porque supo encontrar la fórmula. Unió tres historias: la de los bonitos, la del pueblo y otra historia adicional cualquiera con el cabaret como centro de acción de todo. Ahí convergía y de ahí partía todo. La historia del pueblo, que era la de nosotros los cómicos, era la que más le gustaba justamente al pueblo.
En esas películas de ficheras todo el mundo opinaba para hacer el guión. Una persona escribía el libro cinematográfico (el licenciado Cavazos, que había escrito muchas cosas para Marga López), y un equipo creativo opinaba para agregar chistes o situaciones a cada escena. En ese equipo estábamos todos los cómicos. Todo mundo le sumaba algo al guión, hasta el de las pizzas (como el de Temporada de patos). Calderón, muy listo, nos ponía alcohol y papas y todo mundo contento a agregar lo que se le ocurriera a la película. Y el licenciado Cavazos le daba forma a nuestras tonterías.
En ese equipo creativo trabajamos para todas las películas de Calderón, en las que aparecían artistas como Héctor Suárez, Carmen Salinas, Jorge Rivero y Sasha Montenegro.

J.A.F.: Una de las características de las películas de ficheras era que presentaban siempre un elenco con varios artistas muy famosos. ¿Cómo lo hacían?
Rafael Inclán:
Calderón decía: ¿cuántos famosos hay y cuánto pueden costar?
Ellos, los famosos, como Sasha, Rivero y Andrés García, cobraban un dineral. Nosotros los cómicos cobrábamos una madre y luchábamos al principio por personajitos hasta que nos hicimos estelares.
Yo hice seis películas de ficheras. Zayas fue el que más vendió.

J.A.F.: ¿A partir de qué película de esa época de ficheras los comediantes empiezan a ser los protagonistas de los largometrajes?
Rafel Inclán:
De La Pulquería, que fue un tremendo madrazo en Estados Unidos. Calderón, el productor, le hizo modificaciones a la historia original para hacer su fórmula: la historia de los bonitos, la historia del pueblo, otra historia y el cabaret. Eso no lo variaba. Sabía cómo hacer las películas para que tuvieran éxito en taquilla.

J.A.F.: ¿Dejaban dinero las películas de ficheras?
Rafael Inclán:
Fíjate lo que son las cosas. Guillermo Calderón empezó quebrado cuando hizo la película de la Virgen de Guadalupe, que produjo cuando se inauguró la actual Basílica.
Después, cuando se le ocurrió filmar la primera de ficheras, Bellas de Noche, fue todo un boom y se recuperó. Sé que se administró bien y vive tranquilo. Esas películas sí dejaron dinero, Fueron totalmente rentables. No nos pagaban mal, pero no lo que nos correspondía. Recuerdo que en el teatro cobrábamos unos 3,000 pesos por día a valores actuales.

J.A.F.: ¿Qué pasó con el cine de ficheras que tuvo mucho éxito en taquilla en su inicio pero terminó por desprestigiar al cine mexicano en forma tremenda? ¿Quién fue el culpable de la debacle?
Rafael Inclán:
Todos. Se saturó. Cuando vieron el éxito que tuvo Calderón, empezando con Bellas de Noche, todos empezaron a hacer ficheras. Y te digo todos. Si se hacían 80 ó 90 películas cada año, de esas unas 20 eran de ficheras, por lo menos.
Yo no trabajaba con otro que no fuera Calderón, porque los demás empezaron a abaratar todo. Por diez mil pesos había actores que se contrataban en una película en la que trabajaban en 4 días de rodaje. El cine de ficheras acabó mal porque se lo acabaron.

J.A.F.: Fueron muy atrevidos para la épocas. Incluso en ese tiempo se decía que las relaciones sexuales que se veían en pantalla eran verdaderas. Es cierto, ¿hubo casos de relaciones sexuales a cuadro reales?
Rafael Inclán:
No. Hasta la fecha me encuentro gente que me sigue preguntando sobre eso. Te puedo decir que no es cierto.
Tengo el estigma del albur y de ser del cine de ficheras, pero sólo hice 6 películas de ficheras. Pero la gente así me identifica.

J.A.F.: ¿Crees que el cine de ficheras dañó al cine mexicano?
Rafael Inclán:
Yo creo que no. Paralelamente al cine de ficheras se produjeron excelentes películas que hacía el Estado, con gente como Miguel Litín, Jorge Fons, Felipe Cazals y Ripstein.
A las películas de ficheras iba a verlas el pueblo y a las del Estado los de la Cineteca. Pero hoy nadie va a ver cine popular ni teatro de comedia.

J.A.F.: ¿Por qué se acabó el cine popular?
Rafael Inclán:
También por la televisión. La televisión compra lo que le avientes, es increíble. Ahí están todas las películas. Yo hice videohomes que pensé que no se iban a exhibir nunca, pero los pueden ver en Canal 9. Muchos de esos están mal hechos, lo sé porque sé quien los hizo, pero la televisión los compra y los transmite.
Como actor, en todas las producciones trato de salvar mi trabajo, no puedo hacer más porque no soy director, productor, fotógrafo ni editor.

J.A.F.: ¿Quién ha hecho cosas buenas con tu trabajo?
Rafel Inclán:
Estoy muy orgulloso de todo lo que he hecho. Te doy ejemplos. El héroe desconocido, creo es un excelente documento. Con Don Roberto Rodríguez hice El Billetero, él era el productor. Le dijo a Urquieta: tómale los ojos a Inclán porque él trabaja el interior. Otra película fue Cascabel. Y de ahí se fueron desprendiendo más. Con Nicotina recibí el Ariel el año pasado.

J.A.F.: ¿Qué esperas de un director?
Rafel Inclán:
Que me lleve, que me estruje, que me aproveche, que me exija y que me luzca.
Uno depende mucho del director porque él tiene todo el contexto de la historia. No creo que estén tan bien los directores que no le apuestan a dirigir al actor. No confío en los directores que dicen que automáticamente vas a estar bien en pantalla porque ya tienes cien películas.
J.A.F.: ¿Tú eres el único actor de esa época de películas de ficheras que sigue vigente y participa en películas que son importantes?
Rafel Inclán: Antes hacía una película cada dos meses, y ahora participo en una cada dos años. Pero así está la industria. He sido estelar en más de 40 películas


Más respuestad de Rafael Inclán
en exclusiva para Canal100.com.mx

J.A.F.: ¿Cómo te sientes al verte como un actor que, sin la menor duda, está vigente y hace papeles tan importantes que incluso te llevaron a obtener un Ariel el año pasado por la película Nicotina?
Rafael Inclán: Yo creo que debo estar cada día más disciplinado. Y te voy a dar la clave por la cual estoy en este nuevo-nuevo cine mexicano (que, por cierto, yo ya llevo varios de los llamados nuevo cine mexicano): el punto es que debes tener humildad. En la humildad está la clave. Acepto papeles aunque no sea el estelar. Dejé de ser figurita y lo asumí.

Otras quince respuestas de Rafael Inclán:

1.- A mí me tenían mal acostumbrado en el cine mexicano. Hice 40 películas como estelar y otras cuarenta más. Esa cantidad a lo mejor no la tienen ni Ochoa, ni Alcázar ni Bichir, que son actores impresionantes. Creo que ni Katy Juardo los hizo. Esos cuarenta estelares y cuarenta más fueron películas que se pagaron con mi carita. Que fueron totalmente rentables.

2.- La industria del videohome se la acabaron por ratas y por mal hechos. Querían que la maquillista fuera maquillista, vestuarista y asistente, y así con todos los demás. Por supuesto terminó siendo un desastre.

3.- Arturo Ripstein me ofreció una tercera parte en su película El Evangelio de las Maravillas y me preguntó: aceptará ser una tercera parte luego de tantos estelares, y le respondí que sí. Y gracias a esa película di el pasito que no ha sido nada fácil. Llevo diez años sin hacer un sólo estelar en el cine, pero estoy en la industria. Con Ripstein filmé después El Coronel no tiene quien le escriba y así siguieron otras películas.

4.- Yo soy un actor inseguro que necesita que el director le diga qué se va a hacer. Mi tarea es interpretar mi papel. Yo puedo hacer sugerencias, pero el director es el director, tenga 20 ó 40 años. Yo lo respeto.

5.- Yo no soy sabio del cine por la cantidad de películas que he hecho. Si el fotógrafo usa un lente es cosa de él. Si me pone fuera de foco, será por una intención suya y del director. Yo me encargo de lo mío que es actuar.

6.- Me tocó vivir cómo cayó el teatro de comedia, el cine de ficheras y la industria del videohome. Me pregunto: ¿seré yo el del problema? ¿Sobrevivirá este Sanborns luego de que nos terminemos este cafecito?

7.- Para que un personaje tenga fuerza hay que tener suerte, intuición y humildad. En esta etapa del cine hay especialistas en cada área, igual en peinados que en maquillaje, en vestuario y en fotografía. Ahora se la ponen más fácil al actor. El actor debe negociar.

8.- Yo nunca le dediqué los años a la televisión y por eso no me regresa casi nada.

9.- Los productores de cine no nos dejaban ir a la televisión. Me decían: la televisión es gratis, en cambio en el cine la gente paga por verte.

10.- Rechazo películas cuando veo que no soy para el personaje.

11.- Me gustaría hacer en cine la vida de García Márquez.

12.- Creo que hoy el nuevo cine mexicano está abusando de nuestra parte oscura. Abusar de cualquier tema o de cualquier lleva al hartazgo del público y de quienes hacemos el cine.

13.- Creo que este nuevo cine mexicano abusa de las groserías. En Y tu mamá también conté que dijeron más de 30 veces la palabra verga (de hecho, no hay película hoy del nuevo cine mexicano en la que no te manden a la verga). Es como una obsesión. Y yo no soy puritano. Pero a mí no me gusta cuando se les nota que ahí viene la grosería.

14.- Creo que es exagerada la cantidad de groserías que se dicen hoy en el nuevo cine mexicano, aunque reconozco que los dos chicos que salen en Y tu mamá también, Gael y Diego Luna, ahora están colocados en el cine mundial.

15.- Me parece que al cine mexicano le hace falta más diversión para que el público pueda pasarla bien. No sé cuál sea la clave. Lo que sí sé es que siempre hay que buscar hacer películas.



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