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Andrés Bustamante.
El humor es agilidad, vértigo, dinamismo, energía y sorpresa
Publicada en la Revista no. 28 el 01 de abril 1996
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Para complementar esta entrevista, le recomendamos también consultar la entrevista publicada en la Revista Telemundo en febrero del 2002:
- Entrevista con Andrés Bustamante, en la que habla del proyecto Ponchivisión

Andrés Bustamante ha creado y representado cientos de personajes. Lejos de la nueva moda norteamericana en la que los comediantes se presentan vestidos en forma casual y cuentan historias y chistes que intentan hacer reír al público, el Güiri-Güiri ha encontrado un estilo que se mueve en una línea casi invisible entre la ficción y la realidad. Sus creaciones de ficción retratan la realidad con tal fuerza de intención, que la muestran desnuda al espectador. Siempre con humor... negro.
A Bustamante le gusta estar frente al público porque es cuando más emoción siente. Piensa que es como cuando el torero sale a enfrentar al toro, y que aún cuando haya ensayado los pases miles de veces, bien puede llevarse una buena cogida en cualquier descuido o salir en hombros de la plaza.
Bustamante recuerda una presentación en Acapulco en la que en forma improvisada contó un chiste rápido. Estaba haciendo el sketch de unos lancheros. Entonces, interpretando a su personaje Ponchito, dijo: "una cosa es que alguna vez en Acapulco había un burro que tomaba cerveza, a que yo tengo un cuate que de tanta cerveza que toma se pone muy burro". Recuerda Bustamante que de los trescientos que estaban de espectadores ninguno esbozó la más mínima sonrisa. Reconoce que el chiste fue malo. Desde ese día su equipo califica los chistes malos como burros. Esa vez Andrés no salió en hombros.

JOSE ANTONIO FERNANDEZ: ¿Hay más comediantes o actores en la familia?
ANDRES BUSTAMANTE:
En mi casa no hay actores ni actrices. Mi papá era una persona como muy seria, como soy yo así era él. Recuerdo que todos los viernes organizaban cenas en mi casa. Casi siempre eran los mismos invitados. Cuando llegaban sus amigos, mi papá abría la puerta siempre disfrazado y les fabricaba toda una escena de recibimiento. Recuerdo que tenía una película en 8 mn. de La Marca del Zorro, de la que cada viernes pasaba una parte. Antes de iniciar la proyección él se vestía de espadachín, igual que El Zorro, y les daba a los invitados una introducción llena de mucho humor.
Por esa época mi papá me llevó al centro a comprar un juego de magia. Fuimos especialmente por eso. Los encontramos en una tienda. Esa caja se convirtió en el juguetazo de mi vida. Empecé a aprender y me di cuenta que el chiste no sólo era saber los trucos y la magia, sino que había que representar la función. Fue muy suave porque la función la organizábamos entre mi papá y yo. Él era el presentador y yo el mago; el mago serio. Mi mamá hizo toda nuestra indumentaria y mi papá una extraordinaria presentación de mi acto.

J.A.F.: Por lo que me dices tu papá fue muy importante.
A.B.:
Muy importante, muy importante.
Él me fomentaba mucho la práctica de la magia. Todos mis domingos tenían que ver con la magia. En mi casa había un cuarto de herramientas. Desde chavito me gustaban los inventos y mi papá sabía muy bien arreglar cualquier cosa. A mí me atraía meterme a ese cuarto y fabricar cosas. Algún día pensé que quería ser mago. Pero mi papá me dijo que estudiara una carrera y entré a Comunicación.

J.A.F.: ¿En tu adolescencia seguiste con la magia con apoyo de tu papá?
A.B.:
Yo descubrí la calle y mi papá dejó de hacer cenas. El nunca me obligó a que yo hiciera magia. Cuando vio que me dejaba de interesar, no insistió más.

J.A.F.: ¿Te vio alguna vez en escena?
A.B.:
Jamás, cosa que... me hubiera encantado.

J.A.F.: Me han contado que te gustaba imitar maestros.
A.B.:
Desde la secundaria y hasta la fecha todavía me encuentro al maestro de Civismo y se acuerda de cuando lo imitaba. Cuando mis compañeros no querían clases me lo pedían.

J.A.F.: Pero imitabas al maestro que estaba ahí.
A.B.:
Sí. A los que no estaban y al que tenía frente a mí, a todos. Pero nunca tuve ningún problema. Ellos se divertían.

J.A.F.: Hay gente que toma la decisión de ser algo en la vida en forma totalmente consciente. Hay quien dice yo voy a ser cantante de ranchero o arquitecto. ¿Pensaste en ser comediante?
A.B.:
Hasta el día de hoy nunca he hecho una declaración formal de que quiero ser comediante. Esto es, para mí, una especie de hobby.
Mira, yo soy de la teoría de que todo lo que pasa en la vida sucede por accidente, desde la creación del universo hasta hoy. Si yo no hubiera ido a producir donde tú trabajabas, quizá nunca te hubiera conocido.
El que toda mi carrera la haya hecho en la televisión del Estado y ahora en Televisión Azteca, ha sido un accidente. A mí me llegaron a decir que si yo quería trabajar ahí. Igual si un día antes me hubieran invitado a Televisa ahí estaría hoy. El que yo me dedique a esto es absolutamente circunstancial.
De hecho, yo nunca di un paso para vivir de ser comediante, pero a esto
me dedico.

J.A.F.: ¿Y si la vida es una cadena de accidentes que se van dando, porqué nunca te fuiste a Televisa? Sé que te hablaron en forma seria.
A.B.:
Algo que aprecio enormemente es hacer lo que yo quiero. En Imevisión (TV Azteca cuando era gubernamental), dentro de las reglas y las posibilidades que había, podía hacer lo que quería. Además, cuando empecé a chambear tenía un prejuicio con Televisa, y sigo pensando que es un prejuicio porque nunca he trabajado ahí. Alguna vez alguien de Televisa me dijo que probara ahí adentro, pero no acepté. Porque también creo que hay accidentes que no quieres tener y los debes brincar. Para que te metes por una brecha si ya vas por la carretera, aunque a lo mejor por esa brecha te conectas a una supercarretera.
Si cuando abres la regadera sale agua caliente, para que le hablas al plomero. No es conformismo, es querer estar a gusto.

J.A.F.: Sin embargo, las veces que te vi, cuando todavía estabas haciendo tus programas, me dijiste que no te sentías contento con el resultado final. ¿No es esto una paradoja? Por un lado tenías el accidente de Televisa y por el otro el accidente de que los programas en Televisión Azteca no te tenían contento.
A.B.:
Sí, es una paradoja. Pero creo que el problema era que no estaba a gusto con el trabajo, independientemente del lugar donde lo estuviera haciendo. El proyecto afortunadamente se acabó. Creo que al final de cuentas estuvo bien. Yo no decidí que terminara, pero al final agradecí que hubiera concluido.
Además de la teoría del accidente, creo que también es un problema de administración. Recuerdo que en mi primera etapa en Imevisión yo decidí terminar la serie justo cuando estaba en su mejor momento. Me decían: "pero por qué, si va muy bien". Pues yo pensé que era justo el momento y así lo hice. En esto es mejor cortar cuando va bien que cuando va mal. Tuve el presentimiento y lo corté.

J.A.F.: A lo mejor estoy equivocado, pero percibo que te ha ido mejor cuando haz tenido una pareja en la pantalla. Por ejemplo, en las transmisiones de las Olimpiadas y el Mundial con José Ramón Fernández y Raúl Orvañanos, en el programa Entre Amigos, con Alejandro Aura, ahora con Pedro Ferriz de Con en la radio. ¿Porqué en tus últimas etapas de la televisión eliminaste las parejas?
A.B.:
Yo he detectado dos cosas en mi carrera. La primera es la que acabas de decir. El contrapunteo con gente seria (a la que admiro porque no les preocupa y no pierden su lugar si colaboran con el humor), funciona muy bien. Cuando entro y les corto la corbata o les volteo el escritorio la gente se divierte. Y la segunda es que mis sketches funcionan cuando entran en forma descontextualizada. Si en un momento serio en medio del programa deportivo o el noticiario, me meto y digo estupidez y media sobre las noticias, eso funciona. En cambio cuando hago un programa completo yo solo, mis sketches compiten unos contra otros y termina siendo un desastre. Ahora bien, cuando alguien es mi pareja durante mucho tiempo, siento que pierdo el control de lo que hago y que deja de funcionar, porque ya no soy nada más yo. Me parece que las parejas siempre acaban por deshacerse. Hay muchísimos ejemplos, quizá la única excepción son El Gordo y El Flaco. Para mí, son ciclos y por eso lo hago y luego lo dejo. Es la vieja fórmula de que todo por servir se acaba. Si a tí te gustan mucho los chocolates y te tragas diez cajas, seguro los vas a odiar y pasará mucho tiempo para que los quieras volver a probar.

J.A.F.: ¿Desgasta la televisión?
A.B.:
Muchisísimo. El desgaste es brutal.

J.A.F.: ¿Cómo lo sientes? ¿El público te regaña, te deja de querer?
A.B.:
No, fíjate que no. En ese sentido he tenido suerte. Yo siento el desgaste conmigo mismo y con el grupo de guionistas.
Una vez vi un programa de Jacques Cousteau en el que se veían en la Antártida una gran cantidad de pinguinos corriendo hacia el mar. Conforme se acercaban al mar caminaban cada vez más y más rápido, hasta que ya muy cerca de plano se iban peleando entre ellos. Unos se golpeaban y otros tropezaban y se caían solos: todo por aventarse al agua. Les entraba como una ansia, como la de la gente cuando se va a bajar del avión y que todo el mundo se para al mismo tiempo y ya se quieren salir por donde sea. Así siento el desgaste. Por eso detengo los proyectos antes, para evitar esas desbarrancadotas.
Y es que la televisión es enormemente demandante. Todo el tiempo estás ocupado en eso y pierdes la referencia del mundo. Yo me alimento de lo que veo, platico y leo. Y cuando haces televisión a los únicos que ves son a tus compañeros de trabajo, y llega un momento en el que te metes en un círculo del que no sales y pierdes frescura. Llegamos a hacer chistes que sólo entendemos nosotros.
El humor político funciona porque es una realidad enormemente cotidiana.

J.A.F.: ¿Te gusta la política?
A.B.:
Me atrae, porque tiene muchísimo que ver con lo que me dedico y estoy hablando de la actuación. Tiene que ver con la ciencia, porque es causa-efecto, son reacciones químicas, porque ponen dos gotitas por acá que van a aparecer por ese otro lado. Me gusta como la magia, así es la política. Al hacer una declaración, los políticos buscan carambolas de tres bandas. Esos manejos de la política me parecen muy atractivos.

J.A.F.: Recuerdo que hace muchos años cuando alguien se llevaba bien con la gente, se decía que era alguien muy político. Ese buen prestigio creo que hoy ya casi no aplica. Tu eres el único artista en México que ha conseguido trabajar en forma simultánea en dos cadenas de televisión (TV Azteca y Multivisión), competidoras durante un largo tiempo. ¿Eres muy político, cómo decían antes?
A.B.:
Sí, puede ser esa una de mis características. Trabajamos con clientes que nos duran mucho tiempo. Con Sabritas, por ejemplo, llevamos colaborando 7 años. Eso es mucho tiempo. Yo trato de estar en ambas cadenas sin que se maltraten los intereses de ninguno de los dos.

J.A.F.: En el mundo se están dando casos como el de una Miss
Venezuela que es alcalde de Caracas y tiene a los ciudadanos felices porque es muy buena funcionaria. En Japón un comediante, de características muy parecidas a Chespirito, se hizo alcalde de otra ciudad importante y lo está haciendo muy bien. ¿A tí que te gusta la política y que eres político, como decían antes, te gustaría lanzarte de político por algún tiempo?
A.B.:
Yo creo que no le entraría. Me gusta verla y leer entre líneas. En México hay un ambiente político enrarecido. Además, siempre he pensado que los políticos hacen cosas que no quieren hacer. A lo mejor al principio les causa angustia y después la fuerza de la costumbre les hace ver eso en forma más normal. Pero esa parte de la política me parece terrible.

J.A.F.: ¿Qué tanta gente hay detrás de tí?
A.B.:
Depende. Casi siempre somos un grupo pequeño. Me gusta hacer las cosas como en cortito.
Con los promocionales de Telegana llegamos a ser 80. En ese caso hicimos más de tres mil en un año, todos diferentes. Una cifra extraordinariamente grande. Creo que fuimos en ese momento la productora independiente que más material produjo para un canal abierto.
Yo aparecí en más de mil.

J.A.F.: ¿Tú eres el productor de tus cosas?
A.B.:
Así es.

J.A.F.: Hace un momento hablamos de la administración del artista. Chaplin y Cantinflas sólo hicieron cine, y resistieron la tentación de la televisión, cuando era un medio que venía empujando muy fuerte. Ahora es difícil porque vivimos una era de multimedios. ¿Pero tú pensarías dejar la televisión, o en hacer sólo televisión o cine o videocasettes?
A.B.:
Eran otros tiempos. Cada vez es más difícil hacer mitos. Chaplin hizo alrededor de 70 películas en toda su vida artística. De ninguna manera me estoy comparando con él, pero yo he hecho cuatrocientas medias horas, y ya no te cuento las cápsulas de Telegana. Antes era diferente. Salía una película y todo mundo la veía, había una especie de comunidad de pensamientos porque todo el mundo veía el mismo rollo, porque había mucho menos oferta que hoy. Hoy hay muchos canales de televisión, puedes alquilar películas, prender la computadora y ver cualquier cantidad de cosas. Para que hoy logres ser un punto de concentración de la vista del público, necesitas salir muchas más veces para que la gente te conozca como en su época fueron conocidos Cantinflas o Chaplin.
En términos de administración yo creo que hoy el medio es la televisión, el cine es atractivo pero hay muchos problemas para hacerlo, y eso todos lo sabemos. Mi producto soy yo y no debo saturar el mercado. Es más, me gusta tanto lo que hago que quiero que me dure lo más posible.
Mira, el humor es fundamentalmente agilidad, vértigo, dinamismo, energía, y sorpresa, y siempre he pensado que no me va a durar toda la vida, por lo que busco estirar el chicle. Por eso no sólo quiero actuar sino producir, dirigir, hacer cosas en computadora y no necesariamente aparecer yo siempre.

J.A.F.: ¿Tú has sentido la gloria, el tiempo glorioso, el momento glorioso? ¿Existe?
A.B.:
Pues, sí... y es muy cortito.
A mí lo que más me gusta es actuar frente al público, que es cuando te la estás rifando de pocas tuercas. Esos sketches que yo he interpretado muchas veces, como El cocinero manco, cuando los presento la gente se empieza a reír e inicia un ping-poneo maravilloso con los espectadores. En ese momento es cuando empiezas a sentir. Ahí es cuando, en el mejor sentido de la palabra, sientes que tienes a la gente. En ese instante se te olvida todo, es cuando el auditorio y el actor se tocan, ahí se siente la gloria.
Yo no entendía cómo un actor podía hacer 200 representaciones del mismo papel, y ahora lo comprendo perfectamente bien. Es repetir una experiencia placentera 200 veces (¡maestro!, son pocas). Es maravilloso. Hay un juego padrísimo que comparo con los toreros (proporción guardada). El torero ensaya pero no sabe cómo viene el toro. Y en una de esas igual le meten una buena cogida. Así yo salgo a escena. Tengo todo preparado. Según esto ya sé los momentos en los que la gente se va a reír. En el papel todo está bien, pero difícilmente sucede así en la realidad. Por eso salir a escena es muy emocionante. Imagínate lo que pasa dentro de mi cabeza cuando luego de un chiste la gente ni se ríe ni se inmuta. Dentro de mí se genera una revolución para desentrañar lo que quiere el auditorio que tengo enfrente. A veces sales deprimido y otras en hombros.

J.A.F.: ¿En la televisión no sientes la gloria, entonces?
A.B.:
No. Yo disfruto la preparación de los programas, y hasta ahí. Para mí es absolutamente fría.

J.A.F.: ¿La televisión hace sentir la fama pero no la gloria? ¿No es igual?
A.B.:
La gloria es visceral. Es cuando yo digo que es horripilante, que no quiere decir que sea fea, sino que se te paran los pelitos.
La fama, en cambio, es una vía para eventualmente tener un momentito de gloria, porque la fama hace que la gente te vaya a ver y va dispuesta a reírse, a pasársela bien y a demostrártelo.
Con la fama se ve lacerada tu vida privada. Ahí se da el morbo, que trae broncas.

J.A.F.: La fama y el éxito traen dinero ¿Cuál es tu relación con el dinero?
A.B.:
Digamos que me llevo bien con el dinero, pero me llevo bien porque no me muevo por él. Soy bastante simple para vivir. Cuando me encuentro con amigos que no veía desde hace mucho tiempo me dicen que estoy igualito, que traigo los mismos tenis, los mismos jeans y la misma camiseta. El dinero que gano me gusta invertirlo en herramientas que me pavimenten el camino para hacer más cosas. Mi interés en la vida es por hacer, no por tener.



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